A la luna (Cuéllar)

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
A LA LUNA.


CELESTE luminar, muda viajera
Que cruzas por la esfera
Inundando de luz el ancho mundo.
Al admirarte en tu tranquilo vuelo,
El entusiasmo ardiente
Arranca del laúd dulce sonido,
Y á tí se eleva mi abatida frente.

¡Salve, espléndida Luna,
Misterioso fanal que suspendido
Por la mano de Dios en las alturas,
Lanzas tu luz en rayos plateados
Del adormido mundo á las criaturas.

¡Salve, lámpara eterna, que paseas
Por el éter tranquila,
Y en el alto zenít te enseñoreas!
¡Salve otra vez! Yo te amo reverente,
Y cuando el rayo de tu luz divina
Baña ¡oh Luna! mi frente.
Huye el pesar y siento que en el alma
Nace de nuevo la apacible calma.
Así como tu lampo que fulgura
Rasga el parduzco nubarrón que pasa,
Disipas de mi mente dolorida
Las sombras de amargura.

Tu luz, tu luz, para gozar.... ¡oh nubes!
Paso á la Luna, paso:
Dejad que la contemple solitaria
Cual reina de la noche
Majestuosa, ostentándose
En el cóncavo azul del claro cielo....
No hay más que tú, ¡oh Luna bienhechora!
No hay más que tú, para quien sufre y llora.
Yo no puedo mirarte indiferente,
Intérprete de amor, Luna querida,

Porque traes á mi mente
El recuerdo doliente
De la ventura que lloré perdida.

Sube, sube al zenít, callada Luna,
A raudales tu luz prodiga al mundo,
Mírate reflejada en la laguna
Y en las aguas también del mar profundo.
Las nubes agrupadas
Ábrante ¡oh reina! en tu camino paso
Para que luzcas pura y esplendente
Hasta tocar en tu azulado ocaso...
Sube al zenít, declina,
Y mañana otra vez tu luz divina
Regala al mundo, porque adore el hombre
De su Hacedor el sacrosanto nombre.


¡Salve, lámpara espléndida del cielo!
Lleguen á tí mis preces
En la ráfaga azul del aire manso,
Á tí, que desde el cóncavo estrellado
Velas de los mortales el descanso.

Siempre te admiraré, y en larga noche
De la meditación la dulce calma,
Néctar será con que se abrigue el alma,
Y fijando en tu faz mi pensamiento
Entonaré ferviente mi plegaria,
Hasta que al golpe de la dura suerte
Descanse en la morada de la muerte...
Entonces ¡oh Luna! de infeliz poeta
Ilumina la tumba solitaria.