A la entrada de un valle, en un desierto
XXXVI
A la entrada de un valle, en un desierto,
de nadie atravesaba, ni se vía,
vi que con extrañeza un can hacía
extremos de dolor con desccncierto;
ahora suelta el llanto al cielo abierto,
ora va rastreando por la vía;
camina, vuelve, para, y todavía
quedaba desmayado como muerto.
Y fué que se apartó de su presencia
su amo, y no le hallaba, y esto siente,
mirad hasta do llega el mal de ausencia.
Movióme a compasión ver su accidente;
dijele lastimado: "Ten paciencia,
que yo alcanzo razón, y estoy ausente."