A la entrada de un valle, en un desierto
Soneto XXXVII
editarA la entrada de un valle, en un desierto, do nadie atravesaba, ni se vía, vi que con extrañeza un can hacía extremos de dolor con desconcierto; ahora suelta el llanto al cielo abierto, ora va rastreando por la vía; camina, vuelve, para, y todavía quedaba desmayado como muerto. Y fue que se apartó de su presencia su amo, y no le hallaba; y esto siente; mirad hasta do llega el mal de ausencia. Movióme a compasión ver su accidente; díjele, lastimado: Ten paciencia, que yo alcanzo razón, y estoy ausente.