A la entrada de un valle, en un desierto

A la entrada de un valle, en un desierto
de Garcilaso de la Vega


Soneto XXXVII

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  A la entrada de un valle, en un desierto, 
do nadie atravesaba, ni se vía, 
vi que con extrañeza un can hacía 
extremos de dolor con desconcierto; 

  ahora suelta el llanto al cielo abierto, 
ora va rastreando por la vía; 
camina, vuelve, para, y todavía 
quedaba desmayado como muerto. 

  Y fue que se apartó de su presencia 
su amo, y no le hallaba; y esto siente; 
mirad hasta do llega el mal de ausencia. 

  Movióme a compasión ver su accidente; 

díjele, lastimado: Ten paciencia, 
que yo alcanzo razón, y estoy ausente.