A la derrota del duque de Sajonia por Carlos V
Do el suelo horrido el Albis frío baña al sajón, que oprimió con muerta gente y rebosó espumoso su corriente en la esparcida sangre de Alemaña; al celo del excelso rey de España, al seguro consejo y pecho ardiente, inclina el duro orgullo de su frente, medroso, y su pujanza, a tal hazaña. La desleal cerviz cayó, que pudo sus ondas con semblante sobrar fiero y sus bosques romper con osadía, Marte vio, y dijo, y sacudió el escudo: «¡Oh gran Emperador, gran caballero! ¡Cuánto debo a tu esfuerzo en este día!»