A la Sra. Duquesa de Frías en sus días
Cuando improvisa mi prisión oscura tornó en vergel tu planta bienhechora, y vio asombrada la naciente aurora en tus ojos su luz brillar más pura; no bastando mi pecho a tal ventura, las gracias viendo do el espanto mora, así al perderte prorrumpí, señora, bañado el rostro en llanto de ternura. «¡Ángel celeste, hechizo y ornamento del mundo, vete en paz, y el cielo pío sin fin te colme del placer que siento!» Este fue, dulce amiga, el voto mío: hoy le renueva el alma y el acento, y en pobres versos a tus pies le envío.