A la Magdalena
de José Somoza


 A la virtud, cuando habitara el suelo,   
 su imperio la belleza sometía,   
 la faz encantadora que atraía   
 el mundo al sonreír, lloró ante el Cielo.   
 

 Calmose el huracán que en raudo vuelo  
 el mar de las pasiones embestía;   
 fue la tiniebla luz, la noche día,   
 alzando la verdad su eterno velo.   
 

 La paz logró en la tierra una victoria,   
 y a las plantas del Justo por trofeos  
 se vieron los placeres, los amores;   
 

 las insignias del triunfo de más gloria,   
 las armas de la lid de los deseos,   
 suspiros, besos, lágrimas, olores.