A la Lengua Castellana

​A la Lengua Castellana​ de Clemente Althaus


¡Y tu pureza sufres que corrompa
y empañe tu beldad frase extranjera,
y te arrebate tu nativa pompa,
Oh reina de las lenguas altanera!
Más resonante que guerrera trompa,
más manejable que la blanda cera,
más dulce que la miel y la ambrosía,
brillante como sol de mediodía!
A abuela y madre los laureles niegas,
pues con las prendas de las dos te ufanas,
y con la gracia y la dulzura griegas
juntas la fuerza y majestad romanas:
ta, pura fuente, entre las flores juegas,
ya, raudo río, todo dique allanas;
ya eres aura sutil que gime apenas,
ya con la voz de la tormenta truenas.
No el arco tus colores desafía
que por el firmamento se dilata;
más matices la tarde no varía,
ni más arden la grana y escarlata:
en ti con su riqueza y lozanía
la creación inmensa se retrata,
y sus bellezas menos fiel no pintas
que la Pintura con sus vivas tintas.
Mas calle aquel que, aunque te dé la palma
y el loor te tribute sin segundo,
para pintar, en turbación o en calma,
de la materia el deslumbrante mundo,
te le negó para pintar del alma
el otro tan recóndito y profundo,
y encarnar las altísimas verdades,
conquista de las últimas edades.
No; que, aunque traje de tan ricas galas
vistas a la lozana Poesía,
y encumbres libre sus brillantes alas
aún más allá del luminar del día,
las maravillas de la Ciencia igualas,
cual los vuelos de la ágil Fantasía,
y en sus augustos labios interpretas
las verdades más altas y secretas.
¿Quién declara, cual tú, gozos y penas?
¿Quién tan fielmente lo pasado evoca?
Mas, ¡cuán augusta y majestuosa suenas
de la Oración en la ferviente boca!
Si, cual gran parte de la tierra llenas,
entera la llenases, fuera poca
conquista a tu grandeza todo el suelo,
que aún eres digna de que te hable el cielo.
¡Quién dueño fuera del matiz ardiente
con que en ti el pensamiento se arrebola!
¡Quién poseyera aquel vigor potente
y la pompa magnífica española,
para poder cantarte dignamente,
porque digna de ti fueras tú sola!
¡Quién, cual los vates de tu grande era,
tus inmensos caudales poseyera!
¡Dichosa edad que vio ser de castiza
frase, maestra aún a la humilde plebe!
el veneno de frase advenediza
hispano infante sin recelo hoy bebe
en el blanco licor de su nodriza;
y en las antiguas páginas en breve
estudiada serás, cual habla muerta,
si genio salvador no te despierta.
Como daba salvaje americano
al europeo, ansioso de tesoro,
por brillante cristal o dije vano,
de sus terrenos vírgenes el oro,
así la España con error insano
hoy menosprecia su mayor decoro,
y por el oro de su noble idioma
francesa, escoria y oropeles tonta.
Mas, sí la madre tu pureza olvida,
de extranjero lenguaje imitadora,
vigor nuevo cobrando y nueva vida,
suena en el labio de las hijas hora:
América su pompa te convida
y belleza sin par que la decora.
Ven; de sus vates en la voz supera
tu antigua pompa, tu beldad primero.
El mundo en verte celebrar se asombre
cuanto tus voces no cantaron antes:
ven a cantar la libertad del hombre,
merecedora de que tú la cantes;
si a grandes héroes diste ya renombre,
otros aquí te esperan más gigantes,
y cuales nunca celebró el idioma
de Grecia libre y triunfadora Roma.
Cuando el osado Castellano vino,
por los remotos mares de Occidente,
donde nunca ni el Griego ni el Latino
llegaron con las alas de la mente,
hizo grande entre todos tu destino,
pues te habla el portentoso continente,
Edén segundo, cielo de la tierra,
que el porvenir del universo encierra.


(1863)


Esta poesía forma parte del libro Obras poéticas (1872)