A fuerza de arrastrarse: 42


Escena VIII editar

JOSEFINA y CLAUDIO.


JOSEFINA.-No tiene aplomo, no sabe fingir; yo creí otra cosa. Tenemos que hablar.

CLAUDIO.-Todo lo que usted quiera, Josefina. (Se sientan muy juntos.)

JOSEFINA.-En usted tengo completa confianza; es usted uno de nuestros buenos amigos. Y además tiene usted aplomo. Y valor no se diga.

CLAUDIO.-¡Valor!... ¡Ah! De eso no hay que hablar; mejor es no hablar.

JOSEFINA.-Pues le voy a pedir a usted un favor.

CLAUDIO.-Usted no pide; manda.

JOSEFINA.-¡Qué gente la de Madrid!

CLAUDIO.-Sí, mucha gente.

JOSEFINA.-¡Qué murmuraciones, qué calumnias! No puede una ser más amable con los amigos, porque la amabilidad la convierten en coquetería; y la coquetería la confunden...,¡Dios me perdone!

CLAUDIO.-¿Tiene que perdonarle a usted algo?

JOSEFINA.-¡Qué bromista! No, pues el asunto es serio.

CLAUDIO.-Esos son los que a mí más me gustan. ¡Nada de farsas!

JOSEFINA.-Pues por eso acudo a usted.

CLAUDIO.-Y si hay peligro, ¡mejor!

JOSEFINA.-Cabalmente, por eso pido protección a don Claudio, porque puede haber peligro.

CLAUDIO.-¿Para quién?

JOSEFINA.-Para usted.

CLAUDIO.-(Aparte.) ¡Demonio! (Alto.) Pues me da usted un alegrón. (Riendo.)

JOSEFINA.-¿Conoce usted a don Víctor Marcial?

CLAUDIO.-¡Don Víctor Marcial!... ¡Don Víctor Marcial!... (Haciendo memoria.) Me suena, me suena ese nombre... Uno que está siempre en el extranjero y que es muy espadachín... (Algo distraído.) Yo creo que es el que herí o maté hace dos años en Nápoles.

JOSEFINA.-(Asombrada) ¿Qué lo mató usted?... ¡Ojalá!... Pero debe de ser otro.

CLAUDIO.-¡Ah, sí!... ¡Qué distracción!... El muerto fue otro. ¿Y qué?... Porque todavía no comprendo.

JOSEFINA.-Ese también es espadachín. Y por eso decía yo que iba usted a correr un peligro.

CLAUDIO.-¡Para mí el peligro no es nada! ¡Absolutamente nada! ¡El peligro y yo nos conocemos! «Sobre todo él a mí.»

JOSEFINA.-Pues por eso acudo a usted. Ese hombre es un villano. Me calumnia en mi reputación.

CLAUDIO.-¡Un villano..., un infame..., un miserable!... (Mirando a todos lados por si le oyen.)

JOSEFINA.-Calma, querido Claudio. Primero se apuran las vías pacíficas.

CLAUDIO.-Aunque usted no lo crea, ésta es mi especialidad: las vías pacíficas.

JOSEFINA.-Después se tomará otro camino.

CLAUDIO.-Otro camino... (Aparte.) para escapar.

JOSEFINA.-¿Pues creerá usted que ha tenido la desfachatez de presentarse esta tarde en mi salón?

CLAUDIO.-¿De modo que le tenemos cerca?

JOSEFINA.-Ahí está...

CLAUDIO.-Entonces... (Levantándose para marcharse.)

JOSEFINA.-¡Calma, por Dios! No está bien que provoque usted un escándalo en mi casa.

CLAUDIO.-Pierda usted cuidado; no estoy dispuesto a provocar un escándalo. ¡Cuando me lo presenten le trataré cortésmente!..., ¡afectuosamente!..., ¡amistosamente!

JOSEFINA.-Hasta que salgan ustedes. Y entonces...

CLAUDIO.-Entonces será otra cosa. Déjeme usted correr con el asunto.