No fue ilusoria, no, nuestra esperanza
cuando creímos, Rodríguez, que algún día,
de tu mano a la patria le vendría
la gloria, el honor y la alabanza.
Tú has roto, sí, la poderosa lanza
que la atroz Discordia embrazado había;
y tú de la ominosa, bárbara anarquía
alcanzaste la más feliz venganza.
De la paz augusta el símbolo sagrado,
la oliva y el laurel de la victoria,
tu prudencia y esfuerzo se han ganado.
Tu nombre en los anales de la historia
celebrado será; y en nuestros pechos
graba la gratitud tus nobles hechos.