A don Alberto Lista en sus días
Del blando lecho de Titón hermoso la sonrosada aurora gallarda se lanzó: rauda traspasa, precursora del astro refulgente, los piélagos de Tetis, y a los campos llegó que riega el Betis. Oye la lira y el cantar sonoro del inmortal Fileno, que la inocencia lamentó perdida; el vuelo enfrena, y al felice vate que admiración inspira, «¿Qué cantas, dice, en la templada lira? ¿Segunda vez, acaso, la inocencia, de la tierra alejada lamentas, o de nuevo el fiero trono que la superstición erige altiva y el negro fanatismo lanzas a la mansión del hondo abismo?» «No, le responde el vate, interrumpiendo su dulcísimo canto: el fiero monstruo que mi voz hundiera, para siempre le hundió: la virtud pura a la tierra tornada, tiene en ella por fin digna morada. Que Anfriso nace; y la virtud sublime, la cándida inocencia fugitivas doquier, buscando errantes asilo do morar, vieron su pecho y en su pecho anidaron, y virtud e inocencia le inspiraron. Este día feliz, cuyos albores, bella Aurora, derramas, le vio nacer: el caudaloso Betis, torciendo ufano su corriente pura, besar la cuna quiso do reposaba el envidiado Anfriso; y la orgullosa frente levantando, de laurel coronada, al sacro Tajo, al rápido Garona, y al Ródano y al Po y al Manzanares la vista audaz tendía, clamando ufano: «¡La victoria es mía!» En su cándida mente el mismo Apolo la ternura derrama de Anacreón, y del sublime Horacio la poderosa enérgica armonía; baja del Pindo y llega y su templada cítara le entrega. Anfriso canta; y Píndaro y Horacio y cien vates y ciento cantan, y ceden al cantor del Betis, y la vencida cítara deponen; y el coro de Helicona su docta frente de laurel corona. Ya las cuerdas hiriendo dulcemente, las blandas guerras canta de la madre de amor; ya mas robusta la voz engrandeciendo, tu salida, del día precursora, mensajera del Sol, celeste Aurora. Canta la tolerancia, y a sus ecos la espelunca horrorosa crugiendo se desploma y sus ruinas y sus ministros bárbaros consume la hoguera aborrecida en su seno por siglos encendida. Pregunta al justo quién el dulce encanto de la virtud divina en su pecho inspiró: pregunta al malo quién su maldad impávido combate; pregunta a los pastores si amores sienten cuando canta amores. A mi pecho pregunta, do se anida inextinguible fuego de sagrada amistad. Sí, caro Anfriso, tuya es mi voz, mi dulce risa tuya, tuyo mi triste llanto. Mi voz remedo informe de tu canto.» Dijo Fileno; y con el plectro de oro hirió la acorde lira; y en los senos del Betis cristalino el canto resonó. La frente alzando el Dios lo escucha atento: callan las aves: enmudece el viento.
(1823)
Referencias
editar- ↑ Alberto Lista, poeta y crítico literario español.