A Zaragoza
de Juan Nicasio Gallego


 Viendo el tirano que el valor ferviente   
 domar no puede del león de España,   
 ni el lazo odioso de coyunda extraña   
 dobla el fuerte Aragón la invicta frente,   
 

 y juró cruel venganza, y de repente  
 se hundió en el Orco, y con horrible saña   
 del reino oscuro que Aqueronte baña   
 alzó en su ayuda la implacable gente.   
 

 De allí el desmayo y la miseria adusta,   
 de allí la ardiente sed, la destructora  
 fiebre salieron y el contagio inmundo.   
 

 Ellos domaron la ciudad augusta;   
 no el hierro, no el poder. ¡Decanta ahora   
 tu triunfo, oh Corso, y tu valor al mundo!