Nota: Se respeta la ortografía original de la época

VIII

A VERSALLES


¡Oh pórticos! ¡Oh mármoles vivientes!
¡Oh bosques de Versalles!
¡Sitios más deleitosos y rïentes
Que los Elíseos valles!

Los dioses y los reyes á porfía,
Recinto almo y sereno,
Tesoros de hermosura y lozanía
Vertieron en tu seno.

Frescura, al verte, y suavidad recibe
El pensamiento mío,
Y como hierba lánguida revive
A quien bañó el rocío.

No anhelo de París la varia escena:
Quiero ver á mis Lares
Bajo tu sombra reposar amena
En rústicos hogares,

De donde al campo, yo, circunvecino
Llevar tranquilo pueda
Los pasos, estrechándome el camino
Tresdoblada alameda.

¿Dónde están de ciudad armipotente
Las regias maravillas ?....
Regalas tú con aromado ambiente,
Con trofeos no brillas.

El apacible sueño, el manso olvido,
El estudio y el arte,
Castas divinidades, han venido
Por suyo á consagrarte.

¡Ay! ociosa indolencia me devora,
Y cosechar no intento
El fruto sazonado que elabora
Activo entendimiento.

Consumido de tedio me abandono;
Ni gárrula alabanza,
Ni públicos favores ambiciono;
Ha muerto la esperanza.

Y sólo ya la sombra taciturna
Dulce parece á un alma
Desengañada; la quietud nocturna,
La solitaria calma.

Si es vivir mi destino, en paz profunda
Calladamente viva;

Cebe amor de mi antorcha moribunda
La llama fugitiva.

Amo, ¡oh placer! Y tú, rincón florido,
Aquella imagen pura
Conoces; aquel nombre tú has oído
De inefable dulzura,

Que á tu silencio tímido confío
Cuando de tarde vengo,
Y en pensar que la he visto me extasío
O que de verla tengo.

Si por ella mi labio amor suspira,
Tus umbríos boscajes
En ecos dignos de celeste lira
La ofrendan homenajes.

Por ella la onda sacra de armonías
Que tierra y cielo inunda,
Hoy de mis labios como en otros días
Torna á correr fecunda.

¡Oh! si el que ama el honor y la justicia,
Cuando el malvado impera
De olvidar y vivir á la delicia
El pecho abrir pudiera,

Tu silencio, Versalles, tus risueños
Asilos de verdura,
Nido fueran de cándidos ensueños
Y de perenne holgura.

Mas tus alegres ámbitos, el verde
Césped, la fresca gruta,
Todo sus galas ¡ay! súbito pierde
Y á mis ojos se enluta;

¡Y de un pueblo inocente, acuchillado
Por tribunal sangriento,
Pasar veo delante el no vengado
Espectro macilento!