A Santibáñez (1)
de José Marchena

 Yo, aquel que la Academia no ha premiado,
 ni de Bouillón el bárbaro diarista,
 ni el bonazo Guarinos ha elogiado;

 cuando me pica soy también coplista,
 y enhilo a millaradas consonantes,
 cual pudiera el más diestro repentista.

 Que del seco Forner no los tajantes
 reveses me amendrentan; no el graznido
 de la chusma de cuervos discordantes.

 ¿Y quién a Vaca de Guzmán ha oído
 de Clío tañer la trompa sonorosa,
 que el disonante estruendo haya sufrido?

 Las Dríades que habitaban en la undosa
 margen de Henares, Columbano huyendo,
 dejaron su morada deliciosa;

 y mientras, en el Tormes con tremendo
 desapacible son grazna Berilo,
 y huyen las Ninfas el horrible estruendo.

 Ninfas que del dulcísimo Batilo
 oísteis la suave melodía,
 ¿dónde hallaréis contra Guerrero asilo?

 ¿Yo callar? ¿Y Trigueros cantaría
 las majas y Lerena y la Riada,
 con su insulsa y pesada grosería;

 y de Iriarte la musa siempre helada
 dramas tan regulares y tan fríos
 como La señorita mal criada?

 Pues ¿quién para escribir no cobra bríos,
 viendo que hasta Forner tiene ya fama,
 y de Huerta se loan los desvaríos?

 No más, que ya la cólera se inflama,
 ya la bilis rebosa a borbollones,
 y ya brotan mis ojos viva llama.

 Deja, amigo, que exhale en mis renglones
 la rabia, y más que contra mí vomite
 el bando de Forner mil maldiciones;

 que no estimo siquiera en un ardite
 su estúpida manada de escritores,
 por más que alce el ahullido, y que más grite.

 ¡Desventurado siglo, en que de amores
 Casal canta; Moncín y el ignorante
 Labiano de comedias son autores!

 ¿Y no quieres que esgrima la tajante
 espada de la mofa y la ironía
 contra turba tan necia y tan pedante?

 La adulación, la vil lisonja guía
 las plumas, y se premian los escritos
 que ostentan la más baja villanía.

 Los pensamientos nobles son proscritos
 antes de ver la luz, y sofocados
 de la santa verdad los libres gritos.

 Los libros a ministros dedicados
 (archivos de vileza y de mentira)
 por ellos los autores pensionados.

 ¿Pues quién esto contempla, y no se aíra?
 ¿Quién la literatura tan vilmente
 la ve humillada, sin enojo ni ira?

 Juraron mortal odio eternamente
 la ciencia, el desengaño iluminado,
 la potencia fiera y insolente.

 El libro al poderoso dedicado
 no contuvo jamás verdades duras,
 que a los que pueden siempre han disgustado.

 Derívase de fuentes tan impuras
 hoy la ciencia de España, ¿y esperamos
 ver sus aguas correr tersas y puras?

 ¡Oh cuán erradamente caminamos
 al templo de la Fama, si siguiendo
 de la vil protección las sendas vamos!

 Que tal vez la grandeza va tejiendo
 la red con beneficios, y cautiva
 la ciencia que escapar no puede huyendo.

 Busca el saber la libertad, y esquiva
 el trato con el rico potentado
 que frentes huella94 con la planta altiva.

 Al esclavo el pensar no le fue dado;
 Natura al que no hinca la rodilla
 al tirano, este don ha reservado.

 ¿Y de la vil canalla que se humilla
 al siervo de sus siervos, la ignorancia
 quieres tú que me cause maravilla?

 ¿Te admira que trasplanten de la Francia
 vocablos sin razón, y así amancillen
 de nuestro idioma patrio la elegancia?

 ¿Que por hurten escriban ellos pillen,
 Hago el amor, no estoy enamorado,
 Y que manden en jefe y no acaudillen?

 ¿Que escriban en estilo afrancesado
 tan confuso que siempre el pensamiento
 escurecido queda o embrollado?

 Bien merecen entrar también en cuento
 los pedantes secuaces del purismo,
 que carecen de gusto y sentimiento;

 que si Mena no dijo fanatismo
 reprueban esta voz, y escrupulosos
 buscan en Marïana panteísmo.

 Hay escritores fieles, y celosos
 observantes de plan y de unidades,
 y de reglas que siguen rigorosos;

 sujetos siempre a tales mezquindades
 hacen versos a estilo de gaceta,
 que maldicen del Pindo las deidades.

 Cual si pudiera hacer obra perfeta
 el autor de La niña mal criada,
 en despecho de Apolo hecho poeta;
  
 que por huir de Góngora la hinchada
 dicción, escribe trabajosamente
 epístolas en prosa mal rimada.

 Naturaleza y arte juntamente
 si no concurren, por ganar se afana
 el nombre de poeta vanamente.

 Mas calla ya, mi Musa; que la insana
 caterva de ridículos copleros
 si quieres extirpar, empresa es vana,
 y esgrimen contra ti ya sus aceros.



  • (1) A Don Vicente María Santibáñez