A San Fernando
Desciende de las fúlgidas mansiones, ilustre leonés, santo guerrero; muévate a compasión el trono ibero que en el Betis plantaron tus legiones. No tiene ya Corteses ni Colones que rindan a sus pies otro hemisferio: el que era envidia ayer del orbe entero ludibrio es hoy de reyes y naciones. Mira a tu nieta, cándida, inocente, que en infantiles juegos divertida ni aun el rumor de la borrasca siente. Guarda y protege su preciosa vida, y esa corona trémula en su frente de mi contrarios vientos combatida.