A Ronconi
Errante nube al africano suelo
llega en alas del viento adormecida;
rómpese al fin, y en lluvia convertida,
templa la sed del abrasado suelo.
Al alma estéril que agostara el duelo,
tú eres, Ronconi, lluvia bendecida,
que le das con tus lágrimas la vida
y flores al dolor para consuelo.
Hoy, al verte partir, sigo esas flores
y recojo esas perlas de rocío,
con ramos de laurel para tejerlas...
Si, pues, al son de públicos honores,
una corona con mi adiós te envío,
tuyas sus flores son tuyas sus perlas.