A Pradina ausenteJuan Nicasio Gallego
¿Será que siempre esté, cara Pradina
tu larga ausencia y desamor llorando?
¿No escucharé jamás tu acento blando
ni he de embeberme en tu beldad divina?
Huyó el octubre: la robusta encina
vino el sañudo cierzo derribando;
siguiole abril, los campos matizando,
y tu dureza más y más se obstina.
Llega anhelante el polvoroso estío;
vuelve otoño de vides coronado;
torna la escarcha del invierno frío:
y tú tranquila, inmóvil, sin cuidado
dejas desfallecer el pecho mío,
ya de gemir y de esperar cansado.