A Olimpia cantando
Guarda, Olimpia, esa boca seductora, que dulcemente canta y dulce ríe, para aquel orgulloso que se engríe de que ninguna gracia le enamora. El ejemplo de un alma que te adora, por mas que de tus ojos se desvíe, hará que el más soberbio desconfíe de no rendirse a la fatal cantora. Yo el suave olor que de tus labios parte, y aun el tacto evité de tus vestidos, y los ojos cerré por no mirarte; pero al sonar tu voz en mis oídos, Olimpia, vi que para no adorarte, es menester quedarse sin sentidos.