A Licoris
¿Por qué de tus penas
Ir siempre seguida?
El duelo importuno
¿Por qué no mitigas?
¿No ves que cebadas
Así las desdichas,
Estragan, Licoris,
La flor d e la vida?
Ya un año ha corrido,
Y el mal que te agita
Pintado con llanto
Se ve en tus mejillas.
Tus ojos hermoso,
Están todavía
Mirando el camino
Que lleva a Castilla;
Y al amado ausente,
Que cruel te olvida,
En alas del viento
Mil quejas envías.
Gustando memorias,
Soñando delicias,
Que luego despierta
Se tornan acíbar,
Engañas las noches,
Consumes los días,
Y el dardo en tu pecho
Más hondo se fija.
¡Ay que los ingratos
No valen, amiga,
Los crudos pesares
Que da su perfidia!
Ya del año ríe
La estación florida
Y vuelve a los campos
La antigua alegría.
Vuelve tú a la tuya,
Y las auras mismas
Que el lóbrego luto
De invierno disipan,
También desvanezcan
Con ala benigna
Tus negros cuidados,
Tus penas esquivas.
Torne a tu semblante
Tu apacible risa;
Las galas te adornen,
Los gustos te sigan.
Que en honda tristeza
No quiere que giman
La Diosa de Gnido,
Las Gracias festivas.
Tan amable aseo,
Discreción tan fina,
Y un pecho en que reinan
Verdad y justicia,
Son prendas, zagala,
Que siempre cautivan,
Y es bien ciego el hombre
Que infiel las olvida.
Tú de sus mudanzas
La venganza fía,
Que el cielo a los tales
Con ellas castiga.
Llegará, no dudes,
Tiempo en que se rinda
A quien su cariño
Le pague en delicias.
Y desesperado
Volverá la vista
Lanzando suspiros
A la Andalucía.
Así abandonada
Del mar en la orilla
La suerte lloraba
De Minos la hija.
¿Qué fue del ingrato
Que así la afligía
Y ejemplo dio al orbe
De tanta perfidia?
Abrazos helados
Y falsas caricias
Le daba tan sólo
Su cómplice indigna;
Que adúltera luego,
Furiosa, perdida,
Llenó sus penates
De eterna ignominia.
Ariadna entre tanto
Gozaba en su isla
Consuelos de Dioses
Regalos de Ninfas:
Y esposa de un Numen,
Al cielo subida,
En trono de estrellas
Espléndida brilla.
Marzo 18 de 1825.