A Judas
Cuando el horror de su traición impía del falso Apóstol obcecó la mente, y del árbol fatídico pendiente con rudas contorsiones se mecía, complacido en su mísera agonía mirábale el demonio frente a frente, hasta que al fin, del término impaciente, de entrambos pies con ímpetu le asía. Mas ya que vio cesar del descompuesto rostro la agitación convulsa y fiera, señal segura de su fin funesto, con infernal sonrisa lisonjera los labios puso en el deforme gesto, y el beso le volvió que a Cristo diera.