A Guido
Tú Guido, y yo con Lapo desearía
que fuésemos por alto encantamiento
puestos en un bajel que a todo viento
a nuestra voluntad bogara y mía.
Y ni mal tiempo o tempestad bravía
nos pudiese causar impedimento,
antes creciese en el común contento
el deseo de estar en compañía.
Y allí el encantador condescendiente
también pudiese a nuestras damas bellas,
Beatriz, Juana y la que Safo adora:
¡Y hablando allí mi amor eternamente,
tan satisfechas cual nosotros ellas,
se nos huyese un siglo como una hora!