​A Fabio
que me aconsejaba dejar la poesía​
 de Clemente Althaus



SÁTIRA


No más me culpes de que en ocio inerte
las horas pase de mi inútil vida,
y que, con fin que unísono concierte,
líneas iguales al oído mida;
ni que, llamado a más dichosa suerte,
con que mi rica patria me convida
que nada a nadie liberal rehúsa,
siga las huellas de la hambrienta Musa.
Ya sólo espero de tu cuerdo labio
saber qué oficio me dará más oro:
¿tal vez quisieras, persuasivo Fabio,
que, mono en gestos y en la charla loro,
y más que en leyes en engaños sabio,
lumbrera fuese del peruano foro?
¿O verme escriba tu amistad quisiera,
que al abogado en honradez supera?
¿O que acreciente el número prefieres
de aquellos que con sed, que el oro aumenta;
son viles insaciables mercaderes
de la que no es justicia sino venta?
¿O el cuerpo que entre bailes y placeres
nuestra patria en Europa representa,
y a quien la patria, liberal y noble,
los años de servicio cuenta al doble?
¿O qué me aliste en el logrero bando
que se enriquece en término de un día,
inicuos pactos del traidor comprando
a quien la patria sus destinos fía?
¿O que, vendida al poderoso mando,
de toda ley la violación impía
mi voz defienda, armada de sofismas,
en el santuario de las Leyes mismas?
¿O puede más aplauso merecerte
el que la espada manejando fiera,
su oficio usurpe a la enemiga Muerte
cual si dolencias, vejez no hubiera;
y que en los pechos la sepulte fuerte,
no de la gente pérfida extranjera
que nos insulta, mas de gente hermana
que ciega arrastra la ambición tirana?
No soy; es cierto, un Cid: más el denuedo
no es lo que hoy más al militar decora,
y así en el riesgo del combate; el miedo
alas presta a su planta voladora;
o antes se pasa con feliz enredo
a la parte que espera vencedora,
y, de su infamia sin cesar premiado,
gana a cada traición un nuevo grado.
¿O me aconsejas que con vida ociosa
la fácil senda y el ejemplo elija
del vil que medra con su bella esposa
en quien un grande sus antojos fija?
Mas, si no es la mujer joven ni hermosa,
las gracias suplen de la virgen hija,
para granjearle, a costa de su afrenta,
ocioso oficio de cuantiosa renta.
¿O habré de consagrarme al sacerdocio,
y, con la carne a tentaciones blanda,
seguir por profesión y por negocio
lo que celeste vocación demanda?
Y el que debiera ser del ángel socio
su alma al Infierno y las ajenas manda,
y, diverso en la calle y en el templo,
destruye su enseñanza con su ejemplo.
¿O verme acaso desearás al lado
de circundada sobremesa verde,
donde, a las vueltas del ebúrneo dado,
el dinero es lo menos que se pierde;
y allí el alba me encuentre enajenado,
sin que mi esposa ni mi hogar recuerde,
y exponga al turbio mar de la Fortuna
de mi hijo tierno la inocente cuna?
¿Perder dije? no: pierde solamente
quien a la ciega suerte se encomienda;
no quien evita con temor prudente
posibles riesgos de una igual contienda:
ya la moderna jugadora gente
a la Fortuna le quitó su venda
que, comprada y parcial, concede sólo
ayuda y triunfo al avisado Dolo.
Verme anhelarás, a mi bien propicio,
agiotista, logrero, juez, soldado,
alcalde, jugador, o en otro oficio
de provecho a mi propio y al estado:
que no hay infame degradante vicio
en este mi país afortunado,
ni granjería repugnante y fea
que honrosa y útil profesión no sea.
Lícito es ser entre nosotros todo,
con tal, se entiende, de ganar dinero:
¿qué importa en suma de ganarlo el modo?
Tenerlo ha sido siempre lo primero:
sé vil traidor que pacte con el godo,
sé verdugo, sé espía, sé tercero:
oficio éste será que harto te rente,
si lo eres de un ministro o presidente.
La misma hoy despreciada poesía,
si al fin llegara a dar dinero, luego
estimada de todos se vería,
tanto quizá como la usura y juego:
mas, como no dio nada hasta este día
y aun vivo pura de lisonja y ruego,
estima en vano o protección espera,
y ella sola, entre tantas, no es carrera.
No es carrera, es verdad; pues no interpreta
de digno modo el nombre rehusado
el santo ministerio del poeta
y su augusto glorioso apostolado:
de lo futuro indagador profeta,
y fiel conservador de lo pasado,
a la Inocencia y la Virtud que gimen
alza, y fulmina al exultante Crimen.
No por el brillo de metal mezquino,
mas por la gloria sin cesar se afana,
eterna gloria de fulgor divino,
no la presente pasajera y vana:
y cumple el inspirado su destino,
sin que le asombre ingratitud humana,
ni la incuria le arredre ni el desprecio
del torpe vulgo ni del rico necio.
Y crean vulgo y rico envanecido,
y tú con ellos en buena hora creas
que es cosa sin sustancia ni sentido
el arte creador de las Pimpleas;
papel los libros y los versos ruido,
y frases y palabras las ideas,
siendo el oro a vuestra ávida ignorancia
lo solo, oh Fabio, donde halláis sustancia.


(1864)


Esta poesía forma parte del libro Obras poéticas (1872)