A Dios nuestro señor
SONETO LIV.
A Dios nuestro señor.
¿Cómo esperaré yo que de mi pena
Tibias las quejas toquen en tu oido,
Si con la lengua libertad te pido,
Y el corazon se goza en la cadena?
Tú, Señor uno, ves cuánto esté ajena
La voz, que te importuna, del sentido;
Y así, en bandos injustos dividido,
¿Ver placada tu faz podré y serena?
Tal es; haber piedad de un quebrantado
Corazón aun es obra gue en un crudo
Pecho mortal halló tal vez entrada;
Mas tirar del infierno á un obstinado
Mal grado sujo, en tí, Uno, caber pudo,
Arbitro de la muerte y de la vida.