A Dios (4 Althaus)
Con motivo de las frecuentes muertes de peruanos acaecidas en París, a principios de 1862
Templa, Señor, tu rigorosa saña,
y a nosotros los ojos ya convierte
de tu dulce piedad; mira a la Muerte
embotar en nosotros su guadaña.
Nuevo sepulcro cada aurora baña
el llanto nuestro, y sin cesar se vierte;
ve a la peruana esposa, al joven fuerte
morir, y a la vïuda en tierra extraña.
Morir en apartado suelo ajeno,
desventura mayor que otra ninguna,
excusa a los que viven: oh Dios bueno,
tu piedad a los nuestros nos reúna,
y nos dé tumba en su materno seno
la dulce tierra que nos dio la cuna.
(1862)
Esta poesía forma parte del libro Obras poéticas (1872)