A Corina ausente
Mi solo y dulce amor, Corina hermosa, anhelada mitad del alma mía, de cuyos bellos ojos nace el día puro como en abril purpúrea rosa: El alma que sin ti jamás reposa, sin ti, su única gloria y su alegría, en un gemido el para bien te envía, pues Febo dio su vuelta presurosa. Vuelan los años ¡ay! y sin estruendo fugaz los sigue juventud florida, su mágica ilusión con ella huyendo. ¡Feliz quien goza el sol de su querida! ¡Y triste aquel, que en soledad gimiendo, ausente pasa el mayo de la vida!