A Alfonso Ramírez de Arellano
Alfonso, vuestro noble y grave canto, con quien de eternos giros la armonía asuena, celebrar de la luz mía debiera la belleza que honro y canto; que yo la dura fuerza de mi llanto muestro, y mal fiero y la ponzoña fría, y el bien que a mi esperanza se desvía, cuando en cuitoso son la voz levanto. No que a mi nombre humilde diera gloria, que ya osa alzar igual por vos la frente, a quien ilustra el Arno, grato al cielo; mas estimar si puedo esta memoria verá el ilustre reino de Occidente cuánto en vuestra alabanza ensalzo el vuelo.