Ícaro
Con Ícaro, de Creta se escapaba Dédalo, y ya las alas extendía, y al hijo, que volando le seguía, con amor maternal amonestaba: Que si el vuelo más alto levantaba, la cera con el sol se desharía, y en el mismo peligro le pondría el agua y su vapor, si más bajaba. Mas el soberbio mozo, y poco experto, enderezóse luego al alo cielo y, ablandada la cera en la altura, perdió las alas, y en el aire muerto, recibiéndole el mar del alto vuelo, por el nombre le dio la sepultura.