Ángel y demonio
de Mihai Eminescu

La noche en el Domo entristecido, por las luces amarillentas
De las antorchas de cera que arden al lado de los altares -
Mientras la bóveda del fondo se queda oscura y grandiosa,
No penetrada por los ojos rojos encima de los mocos cansados,

En la iglesia desierta, debajo del arco de piedra,
Arrodillada sobre un peldaño está una niña como un ángel;
Sobre el ícono del ara, con reflejos de rayos rojos,
Sombría y pálida, se puede ver la Virgen santa.

Una antorcha está metida en un palo de piedra gris;
Gotas brillantes de brea caen chirriando al suelo
Y coronas de flores secas huelen y susurran
Y la niña termina su rezo con un murmullo discreto.

Sumergido en la oscuridad, al lado de una cruz de mármol,
En la sombra negra, espesa, como un demonio Él vigila,
Dejando descansar sus codos sobre los brazos de la cruz,
Sus ojos están sumergidos en pensamientos, su frente es triste y arrugada.

Y su barbilla descansa sobre el hombro frío de la piedra,
Con su pelo negro sobre el brazo blanco del mármol.
Apenas el triste candil, con su reflejo rosáceo
Tiernamente deja un rayo pasar por su rostro triste.

Ella un ángel que reza - Él un demonio que sueña;
Ella un corazón de oro - Él un alma insurrecta;
Él, en la sombra fatídica, se queda apoyándose rebelde -
A los pies de la Madona, triste, santa, Ella vela.

Sobre un muro de mármol limpio, alto y frío,
Blanco como nieve de invierno, brillante como agua pura,
Como en un espejo se refleja la sombra entera de la niña -
Su sombra, que, como ella, se queda arrodillada rezando.

Que te falta a ti, niño rubio con tu gloria,
Con tu rostro de mármol y tus manitos de cera,
Tu velo - niebla diáfana mezclada con las estrellas; clara
Es tu mirada inocente debajo de la sombra de tus pestañas;

Que te falta a ti para ser un ángel - alas largas y consteladas.
Pero que veo : ¿ Qué se extiende sobre los hombros de tu sombra ?
Dos sombras de alas que se mueven temblando,
Dos alas de sombra levantadas hacia el cielo.

Oh, no es esa su sombra - es su ángel guardián;
Al lado del mármol blanco veo su ser aéreo.
Sobre su vida inocente, planea su vida santa,
A su lado él reza, a su lado se arrodilla.

Pero si su sombra es esa - entonces Ella es un ángel,
Pero el mundo no puede ver sus alas blancas;
Los muros santificados por los rezos de la humanidad
Pueden ver y anunciar sus alas diáfanas.

¡ Te amo ! - estaba a punto de gritar el demonio desde su noche,
Pero la sombra del ángel consigue cerrar sus labios;
No para el amor, para rezar él empieza a arrodillarse
Y escucha transportado sus murmullos tímidos y dulces.
  
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¿ Ella ? Una hija es de rey, rubia con diadema de estrellas,
Pasa en el mundo feliz, ángel, reina y mujer;
Él despierta en los pueblos la chispe de la destrucción
Y en corazones vacíos siembra pensamientos de rebeldía.

Separados por el destino, entre él y entre ella
Hay siglos de pensamiento, una historia, un pueblo,
A veces - aunque raramente- se encuentran, y con sus ojos
Se miran y parecen que se sorben en un deseo imenso.

Sus ojos grandes, azules, dulcificados por su ternura,
¡ Qué profundamente penetran en sus ojos tempestuosos !
Y sobre su rostro delgado una nube roja pasa -
Se aman... ¡ Y qué lejos están los dos juntos !

Vino un pálido rey, y su antigua corona,
Pesada por la gloria y el poder, hubiera puesto a sus pies,
Ella pudiera haber pisado la alfombra real
Y en su mano pequeña haber cogido el cetro.

Pero no - mudos se quedaron sus labios apenas abiertos,
Mudo su corazón en el pecho, ella lo rechazó.
En la profundidad de su alma, ella amaba. Claramente, lentamente
El rostro del demonio aparecía en sus sueños virginales.

Ella lo veía moviendo el pueblo con sus ideas frías, atrevidas;
"Que fuerte es" - pensó ella, con dulce angustia de amor;
"Él subleva el presente con sus pensamientos famosos
En contra de todo lo que consiguieron siglos largos y frentes ilustres".

Él, sentado sobre una piedra, con rabia se envuelve
En la bandera roja, y su frente áspera y arrugada
Parecía una noche negra, cubierta de tempestades,
Sus ojos negros relampagueaban y su voz despertaba la furia vulgar.

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Sobre una cama pobre, suda, en larga agonía,
El joven. Una lámpara extiende su lengua avara y delgada,
Chirriando en aire enfermo. - Nadie conoce su suerte,
Nadie mejora su destino, nadie acaricia su frente.

¡ Ah ! Esos pensamientos que iban en contra del mundo,
De las leyes escritas, del orden vestido
Con el nombre de Dios - todos se dirigen hoy
En contra de su corazón muriendo, ¡ quieren estrangular su alma !

¡ Morir sin esperanza! ¿ Quién conoce la amargura
Escondida en esas palabras ? - Sentirte no libre, pequeño,
Ver las grandes aspiraciones reducidas a nada,
Ver que reinan en el mundo males que tú no puedes vencer,

Que oponiéndote a ellos, llegas a derrochar tu vida -
Y cuando mueres ver que viviste para nada.
Ésta muerte es el infierno. Otras lágrimas, otra amargura
Más cruel es imposible. Sientes que no eres nada.

Y esos pensamientos negros casi no lo dejan morir.
¿ Cómo entró él en ésta vida ? ¿ Cuánto amor de justicia y bien,
Cuánta fraternidad sincera había traido consigo ?
¿ Y el resultado ? La amargura que aplasta su alma.

Pero a través de la niebla que cubre sus ojos,
Se acerca lentamente la sombra plateada de un ángel
Y se asienta sobre su cama; y besa sus ojos
Cegados por las lágrimas. La niebla empieza a desvanecer...

Es Ella. Con una gratidud profunda, nueva para él,
Mira en sus ojos. Ella es alegre por haberle conmovido;
Su última hora hace merecer una vida entera de dolor;
¡ Ah ! murmulla él muriendo - sé quien eres, niña.

Seguí ésta tierra, estos tiempos, la vida, el pueblo,
Con mis pensamientos rebeldes en contra del cielo abierto;
Él no quiso condenar al demonio, así que envió
A un ángel para reconciliarme, y la reconciliación... es el amor.