Álvaro Navia Osorio (Retrato)
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D. ALVARO JOSEPH NAVIA OSORIO.
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Nació D. Alvaro Joseph Navia Osorio, Vizconde del Puerto, y Marques de Santa Cruz de Marcenado, en Veiga, Principado de Asturias, á 19 de Diciembre del año de 1684, de una familia de la primera distinción.
La naturaleza le había dotado de un espíritu grande, lleno de talentos, de elevación, y de modestia. Buen Soldado, buen Político, buen Escritor, siempre se distinguió en quantos empleos obtuvo, y en quantas comisiones se le dieron. Sus servicios empezaron en la guerra de sucesión, quando el Principado de Asturias creó un Regimiento, y lo presentó á Felipe V: Navia iba en él con título de Maestre de Campo: pasó al Exército de Cataluña, y allí comenzó á adquirir el crédito, que jamás declinó, y siempre fue aumentandose en las expediciones de Sicilia, Cerdeña y Oran. Pasó por todos los grados militares hasta el de Teniente General: fue Gobernador de Callér, Comandante del Reyno de Cerdeña, y últimamente Gobernador de Ceuta.
La Corte, que no solo conocía su habilidad para la guerra, sino también para las negociaciones, le empleó sucesivamente en asuntos de importancia en Génova, Turin y París, donde quedó de Embaxador Plenipotenciario, después de haber asistido al Congreso de Soisons, para lo que fue nombrado en 1727.
Considerado como Escritor, el Vizconde del Puerto merece un lugar distinguido por sus Reflexiones militares: obra clásica en su género: escrita en estilo claro y sencillo, con buen método, y un plan vasto, juicioso, y felizmente executado: algo recargada de alusiones y de citas, defecto mas bien hijo de su modestia, que de su ostentación. El mérito intrínseco de ella es bien reconocido de los buenos Militares: Federico II nunca la separaba de su mesa; y ha sido en extremo útil á los Enciclopedistas Autores del Diccionario militar.
La elevación de sus ideas, aun en literatura, se ve en el Proyecto de un Diccionario universal de Ciencias, Artes y Oficios. Este pensamiento, inspirado por el amor á la gloria, y utilidad de su patria, tenia acaso el primer lugar en su cuidado. Concibióle con grandeza, combinóle con madurez, llevó la atención mas exquisita desde el plan general de la obra hasta las partes mas menudas, convidó á todos los sabios de la Nación para que concurriesen á executarla: ofrecíase él mismo á trabajar quanto cupiese en sus fuerzas: no se detenia ni en costos, ni en sacrificios: recomendábala a la Academia y al Rey; y finalmente, si las circunstancias del tiempo no permitieron quo se efectuase una empresa tan vasta y tan sublime, por lo menos el ingenio que pudo idearla, el anhelo laudable por el progreso de las letras, una erudición tan grande, y una aplicación tan continua, son prendas admirables en un hombre ocupado siempre en negociaciones de política, ó en operaciones de guerra.
La envidia y la calumnia, que nacen con el mérito para derribarle, ó deprimirle asestaron tambien sus tiros contra el suyo; pero él solo se defendió de ellos con su moderacion y sus virtudes.
Su muerte, acaecida á últimos del año de 1732, coronó la gloria y brillo de su carrera. Había forzado á los Berberiscos á levantar los sitios de los castillos de Santa Cruz y San Felipe: despues quiso reunir sus tropas, y se puso al frente de ellas: los enemigos le acometieron: los suyos le abandonaron; y herido él, herido tambien el caballo, sin poder absolutamente valerse, pereció heroicamente á manos de los Bárbaros. Ellos triunfaron paseando su cabeza por las calles de Argel; y el Rey y el Estado lloraron tristemente la pérdida de un Heroe, cuyos talentos y servicios habían sido tan útiles y tan gloriosos.