Nuevas fábulas
¿Cuerdo o loco?

de Felipe Jacinto Sala



Hace días que en la Corte
no se encuentra el Soberano;
nadie sabe donde ha ido
y todos andan turbados;
preguntan, buscan, inquieren,
y se lo encuentran, al cabo,
entre rústicos metido,
y, desnudo de brocados,
ocupándose gozoso
en las faenas del campo.
-«Volved a vuestras grandezas,
»tornad a vuestro palacio,
»señor rey -dijo un magnate-
»que esa es vida de villanos.»-
-«Pues esa vida yo quiero,
»que está exenta de cuidados;
»no la vida de los solios
»que impone grillos de esclavo.
»Yo busco como las aves
»la libertad del espacio,
»el silencio de los bosques,
»el aroma de los prados.
»Mejor como el pan centeno
»en duro suelo sentado,
»que en las opíparas mesas
»los faisanes y venados;
»y, aunque duerma en paja humilde,
»mi sueño es tranquilo y blando
»sin que le turben recelos,
»ni le amarguen sobresaltos.
»La verdad, que nunca pudo
»penetrar en mi palacio,
»como aquí no encuentra vallas
»téngola siempre a mi lado.
»Y la alegría se ha hecho
»tan mi amiga en estos campos,
»que, sonriendo, a todas horas
»se me lleva de la mano.
»La corona de los reyes
»tiene espinas del Calvario,
»y hay cambrones que ensangrientan
»en las martas de su manto.
»No más luchas con la intriga,
»basta y sobra de reinado.»-
-«Ved que hay lobos carniceros
»en esos montes cercanos,
»y reptiles venenosos
»bajo esos ricos sembrados.»-
-«Qué más lobos que vosotros
»que devoráis el Estado,
»ni qué veneno más crüel
»que el que escupió vuestro labio.
»Idos a quemar lisonjas
»en serviles incensarios;
»id al escabel del trono
»a sembrar punzantes cardos.
»Idos, idos con presteza,
»miserables cortesanos,
»o, por Dios, que justiciero
»he de haceros mil pedazos.»-
A tan graves amenazas,
corridos y cabizbajos,
partieron los palaciegos;
y el rey, en gañán trocado,
tornó entonces con más bríos
a las labores del campo.
Escritores de aquel tiempo,
cronistas apasionados,
a ese príncipe prudente,
'El loco' le apellidaron.
Ved si su sabia conducta
merecía este dictado.





Así se escribe la historia;
¡ay del que fía en sus fallos!