¡Ella duerme!
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—No duermas,— suplicante me decía
—escúchame... despierta—.
Cuando haciendo cojín de su regazo,
Soñándome besarla, me dormía.
Más tarde... ¡horror! En convulsivo abrazo
La oprimí el corazón... rígida y yerta!
En vano la besé; —no sonreía;
En vano la llamaba; —no me oía;
¡La llamo en su sepulcro y no despierta!
1874