¡Al judío, al judío!

¡Al judío, al judío!
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 El judío, siniestra personificación de lo más dañado de la raza semita, es el enemigo eterno del ario. El que minó grandes imperios antiguos; el que después del Calvario, como ponzoña maldita, ha querido mezclarse con la sangre europea y acecha con el puñal del sicario en una mano y la bolsa del usurero en la otra, todas las crisis de los pueblos cristianos para saquearlos y herirlos á traición; el judío que se desliza culebreando entre la púrpura goda para preparar la caída del imperio de Rodrigo, y asegurar la traición de los hijos de Witiza y dar la mano á los berberiscos acaudillados por Tarik, el judío Tarik, antes llamado Samuel, el que aprovecha las luchas del siglo XIV entre D. Pedro y D. Enrique, para explotarnos; el expulsado providencialmente al consumarse la Reconquista; el que propaga el panteísmo y la apología de la fuerza con Espinosa, la revolución demagógica y la agitación socialista con los libros y discursos de dos judíos, Carlos Marx y Fernando Lasalle, el odio satánico á la Iglesia con hebreos como Strauss y Gambeta, la persecución religiosa con el masón Ferry, la liga universal israelita de Cremioux, apoyada con la banca Rotchschild y Morgan que se extiende por el mundo como una esponja gigantesca que seca la savia de las naciones católicas, la que sostiene las grandes agencias telegráficas, subvenciona la prensa de gran circulación de casi todas las naciones, la sierpe enroscada al cuerpo de los pueblos cristianos, la que saquea el patrimonio de la Iglesia, de las Universidades y de los pueblos con el judío Méndez Alvarez, conocido por Mendizábal, ó le despoja de sus colonias y le entrega á pública subasta con el judaizante Sagasta ¡á el judío! ¡el judío! es el alma de la logia, el que ha creado y alimentado y dado doctrina, fin y odio á la masonería organizada como la sinagoga atea, dándole hasta sus signos y lengua, desde la hoja de acacia y las columnas salomónicas del templo y el candelabro de los siete brazos y el triángulo y la terminología hebraica desde los primeros grados hasta el Kadoch; ¡el judío! el judío! el que difunde entre las masas el materialismo de sus secuaces como Bucher y Vogt para prostituirlas y arrancarlas toda creencia y hacerlas maldecir de Dios y trocar el culto de la Virgen sin mancilla por el de una vil ramera alzada sobre el altar y pisando sacrílegamente el crucifijo; ¡el judío! ¡el judío! irónico, corrosivo y malidiciente con Heine, pérfido, cruel, brutalmente salvaje en el tormento con el zapatero Simón, atormentador del delfin, precursor y maestro que no han podido igualar los de Montjuich; ¡el judío! sanguinario como una hiena con Marat, el leproso inmundo cuyo corazón maldito empapado en alcohol adoran las turbas embrutecidas en la iglesia de los franciscanos de París, en vez del divino Corazón de Jesús; ¡el judío! ¡el judío! él recoge en el recinto de la logia todo lo que la iglesia arroja como podrido de su seno y se lo devuelve en forma de sacerdote heresiarca, apóstata ó concubinario de réprobo, que la maldice y que trata de lanzar á la frente de la Esposa del Cordero todos los crímenes y todas las abominaciones alimentadas en los cavernosos abismos de un corazón abrasado por el odio á Dios, atizado por todas las concupiscencias; ¡el judío! ¡el judío! que aúlla como un perro rabioso á la puerta de los establecimientos de enseñanza, ladrando ¡reacción! ¡reacción!, cuando se quiere enseñar la religión católica á la juventud de una nación católica que debe al catolicismo el ser y la vida y las glorias de la patria; ¡el judío! ¡el judío! unas veces semita de raza hebrea, otras semita morisco, otras semita de alma y corazón educado en las doctrinas y odios judaicos que pasan del espíritu á la sangre y cuerpo que el alma informa hasta el punto de que as haya podido observar profundamente como la impiedad sectaria imprime caracteres de siniestro semitismo en la fisonomía de sus víctimas, despojándolas del sello de nobleza real que distingue el rostro del indo-europeo, germano, eslavo ó latino; ¡el judío! ¡el judío!, que gritando hipócritamente libertad, emancipación de la conciencia, soberanía del pueblo, ha establecido la horrible centralización del Estado moderno, resurrección del Estado pagano, aniquilando todas las libertades corporativas en beneficio del poder omnipotente, y colocando enfrente del poder soberano, no jerarquías, y clases y organismos con vida propia que le limiten, sino muchedumbres sin vínculo, ni lazo, ni cohesión, polvo que agitan y levantan con sus palabras los sofistas y los retóricos, formando remolinos que la turba imbécil cree evoluciones del progreso, cuando unas veces son el simoun de los desiertos africanos, que todo lo sepulta, y otras las contorsiones del vil rebaño que forma ese soberano, sometido y esclavizado por cientos de tiranuelos, del cual dijo ya Proudhon que era más zoquete que el que Júpiter envió á las ranas; ¡el judío! ¡el judío y el masón, que vienen á ser ya una misma cosa, es el que ha jurado odio eterno á España, á la que no puede perdonar su fe católica, y á la que quiere crucificar como al Redentor, y á la que no se harta de darle hiel y vinagre y lanzadas, y quiere todavía, por medio de las garras del leopardo británico, que suelen ser las suyas propias, repartirse sus vestiduras!; ¡el judío! el judío francmasón, que organiza con la banca de los Morgan yanqui, dependiente los Morgan de Europa, el filibusterismo en las Antillas, y con sus logias el katipunam en Filipinas, y nos arranca todas las islas del Pacífico en el momento en que va á abrirse el canal de Nicaragua, para explotar el comercio universal de los dos mares, y preparar el despojo de las Baleares y Canarias, y hasta el de la Península, cuyas minas, vías férreas y Deuda exterior tiene en sus manos, temblorosas por la codicia insaciable que las agita como alas de gavilán sobre los pueblos que quiere despellejar; ¡el judío! el masón engendrador perpetuo de Riegos, Moraytas y Aguinaldos y Máximo Gómez, todos marcados con el triángulo de la secta y caballeros Kados que rugen ¡al fraile! ¡al jesuíta! ¡al cura!, tratando de dirigir los odios de los explotados, de los saqueados, de los oprimidos, de los deshonrados, para que se aparten de la banca judaica y de la prensa que los defiende y vayan á saciar sus iras y sus apetitos en piltrafas de religiosos y despojos de monjas, y en carnes de obispos, ¡el judaísmo masónico es el enemigo! es el que poniéndose al lado del judío traidor Dreyfus procura dividir á Francia y minar al ejército y escarnecer la vieja aristocracia que ahora se levanta bastón en mano y que no ha cometido más crimen que ser cómplice y apoyo de la revolución que la ha injuriado, en vísperas del choque con Inglaterra y Alemania, para poner á los pies de sajones y germanos á la primogénita de los pueblos latinos ensangrentada y deshecha, á fin de cantar un himno de triunfo á todo lo largo del Tajo, trocando á los pueblos mediterráneos en factorías de los antiguos bárbaros... Sí, sí, el judaísmo masónico, el masonismo judaico que tiene su expresión política en el liberalismo de todos los matices, ese es el enemigo,el que hay que expulsar de las leyes, de las costumbres, de las escuelas, de la prensa, de las instituciones, de la literatura, de la ciencia, de la industria, de la economía, de la hacienda, de todas partes, hasta que no quede ni raíz, ni semilla de sus abominaciones en la vida nacional.

 No puede haber paz entre los creyentes y los apóstatas. No pueden estar juntas la Iglesia y la logia, judíos y cristianos, el derecho y la usurpación. Mientras ellos estén en el Capitolio, nosotros estaremos en las Catacumbas.

 Ellos son los ricos, los poderosos, los que nos han explotado despojándonos de nuestro patrimonio moral y material.

 No olvidemos que si los judíos de otras naciones pertenecen á la tribu de Leví, los judíos y judaizantes españoles pertenecen todos á la tribu de Isacar.

 ¡Abajo los judíos! ¡Abajo la masonería judaica! Ellos quieren renovar la matanza de los religiosos, apartando el hambre y la rabia popular de sus arcas y de sus garitos, dirijámosla hacia ahí, enseñémosle al pueblo dónde están sus explotadores, para que se desborde como un torrente y arrastre entre las olas la muchedumbre enfurecida á los tiranos, á los ladrones y á los traidores.

 ¡El judaísmo masónico, el masonismo judaico, ese, ese es el enemigo!


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