XVI



XVI editar

Mas, ¡ay de mí!, cuán efímeras
las dichas del mundo son;
tras la alegría va el duelo,
tras el placer el dolor.

De repente, una campana
dobló con fúnebre son,
gritándonos, desde Azcoitia,
con su temorosa voz:
«¡Ha de los de Juin-Torrea!
—¿Quién va? —La que va en redor
de cuanto vive en acecho,
muda y sorda y a traición.
—La muerte! —Cerró un palacio
ayer y un nicho abre hoy.»

Condesa, a ti una campana
a un funeral te llamó,
y a mí un tirano telégrama
del trabajo a la prisión.

Tú al cementerio y yo al tren,
tú a orar y yo a mi labor;
tú para el bien has nacido
y para el trabajo yo.

Adiós, mi gentil condesa,
del viaje hecho de ti en pos
escrita a escape y al vuelo

{{sust:SUBPAGENAME}}



aquí va mi narración.

Manda otra cosa: yo a escape
a Valladolid me voy,
a ultimar Mi última brega,
que por ti se interrumpió.