¡A escape y al vuelo!/X
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editarLlovió un día, llovió dos,
llovió toda la semana;
pero al fin una mañana
salir al sol mandó Dios.
Y el sol alegró a la gente;
y como por más que llueva,
por terreno tan pendiente
corre el agua y se la lleva
al mar su misma corriente,
a poco que el aire corra
se seca el piso y se borra
la humedad rápidamente.
Sobre si se iba a aclarar
o iba a volver a llover,
se empezó a deliberar
lo que se había de hacer.
¡Que a dónde se había de ir,
no siendo posible andar!,
mas que era imposible estar
en Zarauz y no salir
por el campo a corretear.
Yo comencé a comprender
que todos otra carrera
deseaban emprender,
fuera posible o no fuera,
lloviera o no; y a mi ver
lo imposible en Zarauz era
vivir allí sin correr.
Y así se nos pasó el día
en si se corría o no;
pero al siguiente salió
un sol que daba alegría
y que todo lo alegró.
—«Vámonos; pongan el coche
y avisen a las muchachas,»
¡Y qué bullicio, qué rachas
de alegría, qué derroche
de apropósitos y chistes!
Y entre aquella batahola
dijo Carmen: —¡A Loyola!
Y ¡ay Zarauz!, tú que nos vistes.
¡Y qué bien rueda el carruaje
por carretera tan llana,
cruzando el verde paisaje
a quien da tan verde traje
vegetación tan lozana!
La tierra, ante el sol risueña,
sacudiéndose el rocío,
despierta; ya la cigüeña
baja a limpiar el plantío;
parece de oro la peña
y trenza de plata el río.
Aun húmedos verdeguean
los prados, y en la enramada
los pájaros aletean,
pían, trinan y gorjean
enviando a Dios la alborada.
La tierra entera, del sueño
al salir, a Dios se torna
con su aspecto más risueño,
como esclava que se adorna
para ir a ver a su dueño;
y alegre, fresca y lozana,
le saluda y felicita,
cuando su luz soberana
de la sombra ciega y vana
los velos negros la quita.
Ahí va, y haz lo que se ufana
la creación infinita
en hacer, Carmen cristiana:
y Dios te vuelva bendita
tu oración de la mañana.
plegaria
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«¡Señor, que me dejas ver
el mundo y en él vivir
de vivir con el placer,
¡que no me pese al morir
de lo que voy hoy a hacer!
Puesta en este mundo estoy
por tu designio profundo,
siendo por ti lo que soy:
¡que no me pierda en el mundo
por mi modo se ser hoy!
¡Dios, que los mundos mantienes
en tu mano soberana
y das y quitas los bienes,
acepta, pues mi fe tienes,
mi oración de la mañana!»
No temas lo que te digo
decir a Dios hoy conmigo,
Carmen: que al llevarme en pos
de ti, mi fe va contigo
y mi fe va puesta en Dios.
Por la tierra me perdí,
por los mares se perdió
el navío en que me fuí;
mas siempre a salvo salí:
Dios jamás me abandonó.
Y acaso es la última vez
que corro así por la tierra;
¡ay del poeta que encierra
entre muros sus vejez!
¡Dadme a mí en su esplendidez,
sol, ambiente, campo abierto,
la libertad del desierto,
aire de mar que me envuelva,
son de agua, rumor de selva…
del globo el almo concierto!
Aspira aquí al salud
a pleno pulmón mi aliento:
refrescarme el pecho siento
ráfagas de juventud.
Siento aquí en su plenitud
la fe de mi corazón;
Dios abre a mi inspiración
para mi último cantar,
el cielo, la tierra, el mar,
¡la infinita creación!
¡Incrédula ciencia, atrás!
Pobre razón, seca y fría,
¡si Dios es la poesía
y Dios no muere jamás!
Tendrá mañana, hoy quizás,
fin mi vida, que es ya corta;
mas si el alma vive absorta
de inspiración y de fe,
que Dios la muerte me dé
mañana u hoy, ¡qué me importa!
Negarme un alma inmortal
y discurrir y andar vivo
sólo por ella, concibo
que es hacerme al bruto igual.
Oye, sabio irracional,
cuando del cuerpo al salir,
sientas a tu alma ir
de Dios arrastrada en pos,
creo que más que morir
sentirás morir sin Dios.
Yo he vivido vagabundo
del mar por ambas orillas,
cantando las maravillas
de que Dios ha henchido el mundo.
Mi saber no es muy profundo,
mas infinita es mi fe:
cuándo he de morir no sé,
mas sé cómo si no cuándo:
pues que viví a Dios cantando,
cantando a Dios moriré.
Y a quien, pasando a Dios canta,
se le adhiere, vaya o vuelva,
cuando vegeta en la selva
brota, anida o se amamanta;
ave, insecto, bruto o planta,
todo va tras el encanto
de aquel vivífico canto
y se une a su ritmo y verso;
el rumor del universo
no es más que eso: un himno santo.
Siga, pues, la caravana
de Zarauz campo adelante,
y conmigo a Dios levante
la oración de la mañana.
Somos gente algo mundana,
que va un poco a la ligera
pro el mundo a la carrera:
mas de raza que no olvida
en su viaje por la vida
la fe de edad primera.
Mas reflexiones atajo
y alardes y altanerías:
hoy vuelo en aire más bajo,
y quien por aquí me trajo
me trae a sus correrías.
Con que ¡otra vez a correr!
¿Por qué no satisfacer,
pues no podemos volar,
de corretear el placer
de ver y mariposear?
Más vale que recorramos
y estudiemos el país
español en donde estamos,
que a desperdiciar vayamos
tiempo y dinero en París.