Los jardines interiores de Amado Nervo
Tritoniada

¡Cómo surgen mis memorias ante el triar alborotado!
El mar es mi padre augusto... Deja, deja que recuerde:
en los viejos episodios fui tritón, enamorado
de una joven oceánida oji-verde.

Sus cabellos impregnaban de su olor mi cuerpo todo,
cuando trémulos mis brazos musculosos la ceñían;
sus cabellos algas eran, verdinegras, que de iodo
y de ozono, los perfumes embriagantes despedían.

¡Qué dichoso si los besos de sus labios escarlata
se posaban en mis labios, descendían por mi tronco
y erizando de deleite mis escamas de oro y plata,
inspiraban a mi oblicuo caracol su canto ronco!

Cuántas veces en la noche, de la luna a los reflejos,
en la roca hospitalaria más distante y más esquiva
constelada de rojizos carapachos de cangrejos,
entregábase a mis ansias, melancólica o lasciva...

¡Cómo hendíamos las olas irritadas o serenas,
con su mano entre mi mano y en la suya mi pupila
y qué dulces serenatas nos brindaban las sirenas
en los hoscos arrecifes de Caribdis y de Scila!




¿Quién dio muerte a mis venturas? Un delfín gallardo y bruno.
-¿Te burlaron? -Me burlaron. -¿Te vengaste? -¡Sabiamente!
Demandando su tridente formidable al dios Neptuno,
los clavé sobre mi lecho de coral con el tridente!
 
 * * *
 
¡Cómo surgen mis memorias ante el mar alborotado!
El mar es mi padre augusto... Deja, deja que recuerde:
en los viejos episodios fui tritón, enamorado
de una joven oceánida oji-verde...