Soneto de Manuel
de Félix María Samaniego

 Ardiente una muchacha el otro día,
 en tanto que su madre en misa estaba,
 llena de miedo y turbación dudaba
 si a su amante Manuel se lo daría.
 

 Temiendo si preñada quedaría,
 entre darlo y no darlo vacilaba,
 y el valiente mozuelo la animaba
 diciendo que al venir lo sacaría.
 

 Fueron tan poderosos los ataques,
 que consiguió, por fin, verla en el suelo,
 y dijo al derramar de los zulaques:
 

 -Qué suave es la sustancia del ciruelo:
 por tu vida, Manuel, no me la saques,
 y más que llegue la barriga al cielo.