Soliloquios: Marco Aurelio-Teofrasto-Epicteto-Cebes (1888)
de Marco Aurelio
traducción de Jacinto Díaz de Miranda
Libro XI
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

LIBRO UNDÉČIMO.


Las propiedades del alma racional son: que ella se vea[1] á sí misma, que se componga á sí propia[1] Si al modo que el alma racional vuelve sobre si la consideración para verse á sí misma, los filósofos del día volviesen también sus ojos sobre su alma, para considerar que la tienen y con qué fin se les dió, estoy persuadido que no seria tan numerosa la grey de los epicúreos materialistas, pues sola esta propiedad de poder el alma reflexionar sobre si misma, convence que no es corpórea, puesto que ninguna fuerza, ningún sentido del cuerpo es capaz de convertir su acción sobre si mismo. A no ser que alguno de estos bellos espíritus ó zohilicos ó suillos benè curata cute, nos salga algún día con un tubo ó prisma de nueva invención con que los ojos vean su visión, y con algún bálsamo que aplicado al olfato haga que las narices se huelan á sí mismas y á su propia olfacion. Si llega á ser asi, creo que entre estos materialistas no faltará quien convide á otro camarada, valiéndose de aquello que Catulo decía del ungüento, que Donarunt veneres, cupidinesque Quod cùm olfacies, deos rogabis, Totum ut te faciaut, Fabulle, nasum.

No pensaba así S. Agustín, cuando escribió, lib. 1x de Triy haga cual ella quiere; que coja el fruto que ella misma lleva (siendo así qgue otros recogen el fruto de las plantas y lo que hace veces de fruto en los animales); que ella, por fin, en cualquiera parte que acabare la carrera de su vida, llegue siempre á su término. Pues no se debe discurrir del alma como de la danza, de la representación y otras cosas semejantes, en las cuales quedaría de suyo imperfecta toda la acción si se cortase é interrumpiese en algo, sino que en todas partes y en cualquier lugar que la sorprendiere la muerte, puede plena y perfectamente cumplir con el encargo que se le había cometido, de modo que siempre podrá decir: á mí nada nit., cap. III: « Mens ipsa se novit: neque enim ut oculus corporis videt alios oculos, et se non videt; itá mens novit alius mentes, et ignorat semetipsam. Per oculos enim corporis corpora videmus, quia radios qui per eos emicant, et quicquid cernimus tangunt, refringere, et retorquere in ips08 non possumus, nisi cùm specula intuemur. Mens veró ipsa sicut corporearum rerum notitias per sensus corporis colligit; sic incorporearum rerum per semetipsam: ergo et 8emetipsam per semetipsam novit.» Es muy cierto que somos más linces para conocer los defectos de nuestros prójimos que los propios.

Por último, entonces ejecutará el alma lo que dice M. Aurelio, cuando delibere, dé su asenso, forme juicio y tome su resolución; acciones que no proceden de la materia, sino sólo de una sustancia espiritual que á un mismo tiempo se compenetre, con ideas diferentes, de donde se colige que el alma racional es espiritual é inmortal. Y no hay duda que quien hubiese formado la idea verdadera de lo que es la niateria, se verá precisado á confesar que ésta no es capaz de las propiedades que el alma racional descubre en sí por sus efectos. Ni porque sea tan excelente la dignidad natural del alma humana se deberá concluir que ella es divina; visto que no es alguna partícula estoica de la divinidad por si indivisible, ni la espinosiana sustancia de Dios omniscio, siendo ella tan limitada en el conocimiento de infinitas verdades.

me falta de lo que me pertenece. A más de esto, el alma corre y da vuelta á todo el uníverso; contempla el estado vacio ó imaginario que le rodea; ve la figura del mundo; extiende su consideración hasta lo infinito de la eternidad; comprende la generación periódica, ó sea palengenesia de todas las cosas del universo, y la considera; entiende con toda claridad que ni los venideros verán cosa nueva, ni los antepasados vieron más que nosotros ahora, porque en cierto modo el que haya vivido cuarenta años, por poco entendimiento que hubiese tenido y meditado en los sucesos, pudo haber formado concepto de todo lo pasado y lo venidero, según que es la uniformidad de lo uno con lo otro. Finalmente, es propio del alma racional la caridad para con el prójimo, la verdad, la nmodestia, no anteponer nada á sí misma, lo cual también es peculiar de la ley: de ahí se colige que la recta razón[2] del alma en rigor no se diferencia de la razón legítima de la justicia.

Menospreciarás la cantinela más deleitable al oído, el baile, el pancracio[3] ó juego de la palestra,[2] La sentencia de este lugar, al parecer obscura, es un puro estoicismo, á saber: que la razón en el alma y la autoridad en la ley son dos cosas de sumo aprecio, y que por consiguiente, debemos tenerlas en mucha estima. Examinada la cosa á lo estoico, por fin saldrá en limpio que el alma es la razon ; que la razón es la ley ; que la razón y la ley son la naturaleza divina; que la naturaleza divina es la Buma perfección en el ser, en el conocer y en el mandar.

Pero si se mira con las luces de la fe, siendo la ley natural la razón divina en cuanto ordena, será tanto más excelente que el alma criada de la nada, cuanto Dios infinito es mejor que una criatura reputada por poco menos que nada.

[3] El pancracio era uno de los juegos, ó sean ejercicios de la palestra antigua. Toda la fuerza del argumento con si en la voz sonora hicieres la división de sus tonos particulares, y en cada uno te preguntares á tí mismo: Acaso es esto lo que me encanta y leva tras si? Pues sin duda te avergonzarías confesarlo. Si por lo que mira al baile hicieres otro tanto en cada movimiento y gesto particular del cuerpo; y lo mismo á proporción por lo que toca al juego de la palestra.

Así que en todo, menos en la virtud y en las acciones virtuosas, acuérdate volver con la oonsideración á las partes tomadas por si, y con la división de ellas podrás llegar á conseguir su desprecio. Finalmente, haz la traslación de esto mismo á toda tu vida.

¿Cuál es aquella alma que se hallará pronta á desprenderse del cuerpo, si al momento la fuere necesario, ó bien sea para extinguirse, ó bien para disiparse, ó bien para subsistir después? Pero esta prontitud debe ser tal, que provenga de la cordura del propio juicio, no de una mera obstinación, como se ve en los cristianos[4]; antes bien, de una reque M. Aurelio quiere persuadirnos que la música, el baile y la palestra no son diversiones acreedoras á nuestra estiinación, estriba en el dictamen de que el todo no es otra cosa que sus misınas partes unidas, y por lo mismo, si cada tono, movimiento y gesto no tiene su mérito peculiar para captarnos la voluntad, no lo comunicará á la música, al baile ni á la palestra , conociendo uno, quid distent æra lupinis.

Pretende, pues, corregir la idea que atribuya al todo la propiedad que no se hallare en alguna de sus partes, idea que suele en infinitas cosas engañar á los hombres. Sócrates, valiéndose del mismo argumento, persuadió á un discipulo suyo, temeroso de arengar al pueblo de Atenas, haciéndole confesar que si no temía al tal zapatero, ni al tal zurrador, ni al tal y tal artesano, tampoco debia intimidarse con el pueblo.

[4] Aunque nuestro Emperador era un filósofo muy racional, con todo no dejaba de tener sus preocupaciones, goflexión madura y gravedad respetable[5], de modo que sin ostentación[6] pueda también persuadir lo mismo á otro.

Hice algún beneficio en pro de la sociedad? Pues ya con eso estoy premiado[7]. Procura siempre tener á mano esta consideración, y no dejes de ejercitarte en ellabernándose por los clamores del vulgo, como lo da á entender en este lugar, repitiendo los ecos del pueblo pagano, que no gritaba otra cosa, sino que la constancia cristiana en el martirio era una terquedad é insania : así nos lo refiere Tertuliano ad Nation., lib. 1, cap. XVII, XVIII y xix. No necesita la gloria de nuestros mártires que se les haga la apología contra un Emperador g-ntil, puesto que no hay cordura mayor que que la gracia de todo un Dios, caya fe confirmada con tanto prodigio confesaban, conociendo ser debido el que ellos consagrasen á la gloria del Salvador la vida que debian á la Naturalezn, y teniendo bien presente aquel precepto expreso de no temer á quien puede privarnos de la vida corporal, sino sólo á quien puede perder cuerpo y alma en la otra vida. Es cuerdo quien muere por el bien caduco de la patria, cuando ésta lo manda; ¿y será necio, imprudente y temerario quien se deja sacrificar por el bien eterno de su alma cuando Dios lo ordena?[5] Puntualmente esta gravedad era la virtud característica de nuestros mártires, los cuales no por pasión ó capricho se precipitaban al martirio, sino que compelidos de la fuerza tiránica no la huían cobardemente. Esta acción valerosa, que en un soldado muerto en el asalto de una trinchera se llamaría y reputaría por un efecto de la fortaleza más constante y prudente, ¿por qué en un mártir cristiano no mereeerá igual calificación?[6] M. Aurelio podía haber añadido: como se suele ver en un filósofo que corre á la muerte, convocando la gente de antemano á que contemple la pira que él mismo se habia erigido, como lo hizo Calano el gimnosofista y después Peregrino el cínico.

[7] La razón es, porque Benefacit sibi ipsi vir beneficus8.

Prov., cap. XI, v. 17.

firme resolución de perder antes la vida ¿Qué arte profesas?[8] el de bien vivir. Pero ésta ¿de qué otra suerte se puede ejecutar mejor, que gobernándose por los preceptos, que parte miran á la Naturaleza del universo, parte á la constitución propia del hombre? Inventóse en primer lugar[9] la tragedia, instructora de los acontecimientos humanos, con la mira de que los hombres estuviésemos advertidos de que éstos naturalmente suceden así, y para que en este gran teatro del mundo no llevásemos pesadamente aquello mismo que nos serviría de diversión representado en las tablas : porque sabemos por la experiencia que todo necesariamente tendrá este paradero, y que toleran eso mismo aun aquellos que hayan exclamado: ¡Oh Citerón![10]. Y en realidad los autores del drama dicen algunas cosas muy útiles, cual es principalmente aquello[11]:[8] Que la filosofía sea el arte de bien vivir nos consta de Plutarco, Sympos., lib. I, ap. 1. Cicer. Tusc., lib. II. Ars bene vivendi. Los estoicos decian, según se explica Séneca, ep. 9: Ars est bonum fieri: ad hoc, sed non cum hoc nascimur.

S. August., De Civit. Dei, lib. Iv, cap. xXı: á Virtus ars est bene vivendi. Neque enim dat natura virtutem, neque contingit ea animo nisi instituto, et edocto, et ad summum asidua exercitatione perducto.»

[9] Aun no están acordes los eruditos sobre cuál fuese más antigua, si la tragedia ó la comedia.

[10] Sofocles in Oedip. Reg. pone estas palabras en boca de Edipo, aludiendo al Citherón, monte de Beocia, en donde fué expuesto: ¿Por qué, oh Citherón, me recibiste? Solin. Polyhist., cap. xII: Apud Thebas Helicon locus erat, Cithæron sallus, amnis lsmenus, fontes Aganippe et Hippocrene. Mela, de Sit. Orb., lib. 111, cap. 11: Cithæron fabulis, carminibusque celeberrimus.

[11] Véase el lib. vI1, § 41.

No sin causa ni razón los dioses Desestiman á mí y á mi linaje.

Y en segundo lugar estotro: El enojo volver contra las cosas No es razón, pues de enojos no se cuidan.

Y esto tambien: Se debe á guisa de madura espiga Una vida cortar y dejar otra.

Y otras muchas cosas de esta clase. Después de la Tragedia se introdujo la Comedia antigua[12], la[12] Para formar idea de lo que ha sido la Comedia antigua, basta lo que escribe Jul. Salig., Poetic., lib. 1, capitulo xcıv. Veteris comædia argumenta omnia falsa, festiva, mordacia, maledicu: ut quocunque verbo pronuntiato illico capiatur occasio ad aliquid subsanandum. Con todo, Horacio, Arte Poética, dice: Successit vetus his Comodia, non sine multa Laude...

M, DAcier asegura que la Comedia Vieja durase hasta que Lisandro dominó en Åtenas; la Media hasta Alejandro Magno, y la Nueva hasta hoy dia. En la Comedia Media no se permitia faltar en un ápice á la verdad, aunque era lícito el uso de tomar nombres fingidos, que representaban muy al vivo las costumbres de los ciudadanos de más fama, por estarles prohibida la mordacidad y la maledicencia. La Comedia Nueva, desdeñándose de seguir estas huellas, y creyendo serla licito añadir algo más, no se cuidó de la realidad de los hechos, fingiéndose á su capricho las personas y los argumentos, por lo cual con razón se llama y pasó á ser una pantomima, no imitando la vida común, sino siendo una sombra, según el mismo DAcier. Por último, Apud., Florid., 1, se explica así: Cumprimis hoc spectandum, quid in theatro deprehendas. Nam si mimus est, riseris; si funirepus, timueris; si Comædia, faneris; si philosophus, dediceris.

cual tenía una libertad y censura magistral, que sin rodeo ni rebozo amonestaba no sin provecho á que se evitase la insolencia y fausto en la vida, para cuyo fin también Diógenes se solía servir de algunos pasajes de ella. Pasa después á considerar cuál haya sido la Comedia que llamaron Media, y á qué fin más adelante sucedió á ésta la Comedia Nueva, la cual poco á poco vino á parar en la pantomima artificiosa. Ninguno ignora que realmente en estas representaciones se diga[13] algo que pueda ser útil, por cuya razón debemos reflexionar cuál sea el alma de este género de poesía, y cuál es el objeto á que pudo mirar el arte del drama.

¿ Cómo sabes con evidencia que ningún otro género de vida es tan á propósito para la profesión de la filosofía como el presente en que te hallas ahora? Un ramo cortado de otro ramo con el cual estuviese unido, no puede menos de quedar cortado del árbol entero: á este modo, pues, también el hombre separado de otro hombre, no puede dejar de quedar separado de toda[14] la sociedad. Además de que es[13] De este parecer fué Séneca, ep. 8: Quam multa Poete dicunt, quæ á Philosophis aut dictu sunt, aut dicenda? non attingum tragicos aut togatas nostras; habent enim hæ quoque aliquid severitatis, et sunt inter comædias et tragædias media: quantum disertissimorum versuum inter Mimns jacet? quam multa Publii non excalceatis, sed cothurnatis dicenda sunt?[14] S. August., de Verb. Dom., conc. 57: Non potest concordiam habere cum Christo, qui discordare voluerit cum christiano. Por lo mismo, siempre ha sido muy recomendada la unión de los fieles cristianos entre sí, y mucho más con la Cabeza de la Iglesia; unión que pide por necesidad una misnia profesión de fe y obediencia al Vicario de Jesucristo.

otro el que divide el ramo; pero el hombre se aparta á sí propio de su prójimo aborreciéndole y siéndole contrario, sin hacerse cargo que al mismo tiempo queda separado de todo el cuerpo de la sociedad. No obstante, tiene á su favor aquel gran privilegio concedido por Júpiter, autor de la sociedad, para que podamos incorporarnos[15] otra vez con quien habíamos estado unidos y llenar de nuevo aquel lugar que nos había cabido en el universo; bien que el repetir á menudo esta separación[16], hace que sea bien difícil y mala de soldar la reunión en lo porvenir.

Y sobre todo, finalmente, el pimpollo que desde el principio brotó y fué creciendo naturalmente con el árbol, se diferencia del vástago que después de cortado se ha vuelto á ingerir en otro árbol: que es lo que los arbolistas suelen decir que el ingerto puede al mismo tiempo dar su fruto con el árbol, pero no tendrá la misma figura con el tronco[17], y serán distintas las ramas..

[15] M. Aurelio habla de una penitencia natural; pues la reconciliación y reunión del alma con el Espíritu Santo, para que sea saludable, debe ser un don de Dios que lo ofrece á todos por su divina Providencia.

[16] La razón mostró á este estoico lo que la Religión enseña á todo cristiano: que la reincidencia hace más dificil la cura, ya porque se debilitan los buenos hábitos y cobran mayor fuerza los malos, ya porque el Señor en pena de tanta infidelidad retira poco á poco los auxilios que con mayor abundancia suministraba primero, y hace que el nuevo pecado permitido sea castigo de los pecados.

[17] Sobre las últimas palabras de este párrafo hay varias correcciones é interpretaciones. Xilandro, omitiendo aquellas palabras 8, t! rote Aéyovor dr putoupyol, traduce: oportet igitur in eadem arbore esse, etsi non idem cum omnibus semius.

Casaubono, á quien sigue el anónimo francés, las separa del articulo lo antecedente. Salmasio corrige el ipodoyuatelv en Al modo que no te podrán hacer desistir de una buena obra los que se te opusieren, cuando siguieres la recta razón; así tampoco deberán apartar de tí la benevolencia para con los mismos; por cuya razón procura observar con igual constancia ambos á dos propósitos, de no sólo mantenerte firme en la resolución de llevar adelante lo comenzado, sino también en la de conservar la[18] apacibilidad con los que intentaren impedirte la acción ó de otra manera te fueren molestos. Porque igual debilidad de ánimo es el enojarse contra ellos, que consternándose retirarse de la empresa y darse por vencido, siendo á la verdad no menos desertor de su puesto y profesión el que atemorizado dejó de cumplir con que quien separándose se mostró ajeno con el que es su pariente y amigo por derecho de Naturaleza.

Ninguna Naturaleza es de condición más inferior que el arte[19], puesto que las artes imitan á la Naturaleza: si esto es así, lo será también que la Naturadeber, buoowuatetv. El Gatakero hace también su corrección, mudando el mismo ouodoytetv en ouoxnuatetv, y en este sentido procede nuestra versión; pues no hay duda que en el árbol ingerto queda siempre alguna señal por la que se distingue inmediatanente; además de que las ramas son totalmente diferentes. Querrá decirnos M. Aurelio que la enemistad, una vez contraída, por más que se deponga por medio de la reconciliación, siempre durá indicios de lo pasado.

[18] Los hechos ajenos, por más injuriosos que nos sean, nunca nos dispensan de las obligaciones esenciales que por derecho de sociedad debemos á nuestros prójinos, en lo cual está fundado el precepto que nos impuso el Salvador de amar á los enemigos.

[19] Es innegable lo que nos dice M. Aurelio, constándonos por la experiencia, como se ve en los ejemplos de que se vale Aristóteles, Ethic., lib, 11., cap. II.

leza es la más perfecta, y que abrazando en si todo lo demás, no la cederá en habilidad y destreza á otro algún artifice. Siendo, pues, cierto que todas las artes hacen lo menos perfecto con relación á lo más sobresaliente, es consiguiente que también lo hace asi la Naturaleza común. Y en realidad de aquí mismo se colige el origen de la justicia, de la cual proceden las demás virtudes. Porque no se podrá observar lo justo y equitativo, si anduviésemos afanados y perdidos en busca de las cosas medias é indiferentes, no contando con las honestas, ó si temerarios é inconstantes en nuestros juicios, fuéremos fáciles en dejarnos engañar, no dando á cada cosa su justo valor.

Si las cosas cuyo deseo ó aversión te causa inquietud ó te turba la paz no te vienen á buscar á tí, sino que tú en cierto modo las vas á buscar, manteniéndose ellas inmobles; por lo mismo debe dejar de hacerlas la guerra, y con eso no las apetecerás más, ni las huirás en adelante.

La esfera es una viva imagen del alma, cuando ésta no se extiende á lo que está fuera de sí, ni consiente interiormente, ni se hace una con la idea que se la presenta, sino que se deja iluminar con aquella[20] luzcon la cual ve la verdad de todas las cosas y la de lo que encierra dentro de si mismajuicio[20] Este paso, bien entendido, contendrá una sentencia teológica;y como otros querrán una verdad canónica, porque puede reducirse á lo que nos consta del cap. I, v.

Juan, v td pac td áánôvdv, 8 qotllu návta dv Opwrov, y á lo que enseñan los teólogos, que Dios ilustra á todo hombre adulto con su gracia, para que cooperando con ella llegue al conocimiento eterna, M. Aurelio es de parecer que el alma, particula dide San la verdad revelada, necesario para la salud 16 ¿Me despreciará alguno?[21] él se verá el nmotivo: yo por mi parte me prevendré bien para que no sea cogido haciendo ó diciendo cosa digna de menosprecio. Me aborrecerá el otro ? él se lo sabrá. Sin embargo, yo por lo que á mí toca proseguiré siendo afable y benévolo con todo el mundo, aun para con ese mismo, estando pronto á manifestarle su error, no contumeliosamente[22], ni como que deseo hacer alarde de mi sufrimiento; antes bien, ingenua y amigablemente, al modo que lo hizo aquel Foción[23], vina por si misma, descubre la verdad cuando no se ofusca con las tinieblas voluntarias de sus falsas opiniones y desordenados afectos; lo cual alegaban los estoicos para confirmar la divinación ó profecía natural que ellos admitían. Véase á Cicerón en los líbros de Divinatione.

[21] Los filósofos han visto por la experiencia que quien desea ser bueno de veras, es necesario no haga caso del desprecio, al cual no haya dado motivo legitimo. Séneca, ep. 76: Ad honesta vadenti contemnendus est contemplus iste. Cuál fuese éste, lo había dicho, ep. 71, Si vis bonu8 esse, si fide bona vir bonus, sine contemnat te aliquis.

[22] El mismo consejo nos da San Ambrosio, de Off., libro 1II, cap. xVI. Neque monitio aspera sit, neque objurgatio contumeliosa; y Epicteto, lib. II, cap. XII.

[23] No consta á qué hecho ó dicho de Foción aluda M. Aurelio: puede ser que haga referencia á lo que dijo al tiempo de ser llevado al suplicio; pues habiéndole uno de los circunstantes cargado de desvergüenzas, hasta la de escupirle en la cara, vuelto á los magistrados prorrumpió en estas palabras: ¿No reprimirá alguno á ese desvergonzado? Plut., in Apophthet in Phoc., en donde también añade que, estando para morir, sólo encargó á su hijo, Ne quid eorum meminisset, que adversus ipsum Athenienses iniquè egerant. Gatak. Pero DAcier refiere otro hecho de Foción que viene más al intento, cuando nota sobre el particular: «Cicutæ nempe poculo, á quatuor aliis, quibus moriendum erat una epoto, et curnifice nisi 8oluto vemine pretio miscere denuo recusante, ex amicis illum quendam allocutum, Argenti ut id paululum homunsi es que en su proceder no disimulaba el rencor, porque conviene que estas acciones sean tales interiormente[24], y que los dioses puedan ver que eres un hombre que nada lleva á mal, ni recibe pena cosa alguna. Y en efecto, iqué mal te podrá venir, .si tú haces lo que corresponde á tu naturaleza? ¿Pues tú no has de saber abrazar aquello que ahora parece oportuno á la Naturaleza universal, siendo hombre, por naturaleza encargado de hacer de todos modos cuanto sea conducente á la sociedad? de Aquellos hombres que ahora se desprecian[25] mutuamente, después se lisonjean los unos á los otros; y los que al presente quieren recíprocamente disputarse la preeminencia, esos mismos se humillan los unos á los otros em lo venidero.

|Qué intención tan dañada y ánimo fingido tiene quien dice: «Yo quisiera hablarte con ingenuidad!»

¿Qué haces, buen hombre? No es necesario usar de este preámbulo; la cosa por sí misma lo dirá; las palabras deben al instante leerse escritas en tu frente, cioni numeraret orasse, quando Athenis ipsa mors daretur venum.» Con todo; Valerio Max., lib. 111, cap. VIII, hace el siguiente elogio de Foción: á Placidi, et misericordes, et liberales, omnique suavitate temperati mores Phocionis, quos optimė profectò consensus omniam bonitatis cognomine decorandos censuit; itaque constantia, quæ natura rigidior videbatur, lenis è mansueto pectore fluxit.» Con lo cual se desvanece la sospecha que tenia M. Aurelio.

[24] Lo mismo aconseja Epicteto, lib. II, cap. XIII. Da la razón San Ambrosio: Multi hominibus justi videntur; pauci Deo; aliter enim hominibus, et aliter Deo: hominibus secundum faciem, et speciem externam; Deo secundum veritatem, •et virtutem internam.

[25] Con esto quiere hacernos ver la inconstancia humana y la diversidad de acciones nacidas de la pasión.

y al punto manifestarse en los ojos cuál sea tu interior[26], al modo que un amante al momento lo conoce todo en los ojos de la persona amada. En suma, conviene que el hombre sincero y bueno sea tal cual es el que huele mal, para que al mismo tiempo de acercarse á él conozca y eche de ver, quiera ó no quiera, su candor, pues la ingenuidad afectada es de persona doble, y nada hay más abominable que la amistad de lobo. Huye de este viciocon más particularidad que de los demás. Un hombre de veras bueno, sencillo y benévolo manifiestaesto propio en los ojos, sin que pueda ocultarlo.

El alma tiene en su mano el poder vivir una vida felicisima, si mira sin distinción lo que es indiferente; pero se portará con indiferencia si á cada cosa la considerare ya por partes, ya en general, y se acordare que ninguna nos obliga á formar juicio sobre ellas, ni menos nos sale al encuentro, sino que se está muy quieta, siendo en realidad nosotros los que hacenos nuestros juicios acerca de ellas, y como que los esculpimos en nuestra alma, pudiendo no sólo no grabarlos, pero aun borrarlos al punto, si por descuido se nos hubiese impreso alguno. Pero qué dificultad hay en que esto se haga bien, reflexionando que semejante cautela darará por poco[26] La sentencia está bien fundada, y como tal puede corroborarse con lo que habla escrito Cicerón, De orat, perfect : « Ut inago est animi vultus, sic indices oculi. » San Ambr., Hxam., lib. VI, cap. IX: « Imago quædam animi loquitur in vultu, > Lactant., De Opiffic. Dei, cap. VII1: « Mens est quæ per oculos ea, que sunt opposita, transpicit. quasi per fenestras lucente vitro, aut speculari lapide obductas, et idcircò mens et voluntas ex oculis sæpe dignoscitur. »

tiempo, y que al cabo se terminará la vida? Pues si ello es conforme con la Naturaleza, alégrate con eso mismo, y luego se te hará bien fácil de llevar; pero si es contra la Naturaleza, examina lo que te corresponde según tu propia naturaleza, y al punto corre tras ello, aunque no sea cosa de mucho honor; porque se debe disimular con cualquiera[27] que busca „su bien propio.

Examina de dónde ha salido cada cosa, de qué está compuesta, en qué otra cosa se mudará, cuál será después de mudada, cómo por fin ningún mal la sucederá por la mutación.

Pero es digno de mayor examen lo siguiente: en primer lugar, cuál sea la conexión que yo tengo con los mismos hombres, ya porque hemos nacido para .ayudarnos recíprocamente, ya porque yo por otro título especial les estoy obligado[28], habiendo sido encargado de conducirlos, como el morueco guía el rebaño y el toro la vacada. Luego después remonta[27] Dos sentidos, y anibos á dos legítimos, puede tener esta sentencia : el uno, que se debe perdonar al que obrando mal se persuade que en ello busca su bien, aunque con su injuria nos cubra de infamia ; el otro, que es razón disimular con todo aquel que, con el fin de buscar su bien en una acción conforme á su conciencia, se abate á lo que se tiene á menos valer; y esto es más adaptado al asunto.

[28] Las palabras mpootnodutvoc ávtov yiyova pueden tener dos interpretaciones: la una, que M. Aurelio, como emperador, tenía la obligación de gobernar á los hombres, y parece que este es su intento; la otra, que como filósofo debia sobresalir por su buen ejemplo entre todos. Hace bien nuestro Emperador en no desdeñarse de la comparación insinuada, siendo los príncipes unos pastores consagrados al cuidado de sus pueblos. Homero, hablando de Ulises puesto al frente de sus tropas, lo comparaba á un carnero.

más alto la consideración, que si los átomos no reitodo por consiguiente lo gobierna la Naturaleza: si esto es así, lo inferior se hizo por causa de lo superior, y las cosas sobresalientes las unas por razón de las otras.

En segundo lugar, qué tales son á sus mesas, en sus camas y lo demás. Pero reflexiona con particularidad en qué necesidad tan dura les ha puesto su mismo modo de pensar, y con cuánta ostentación y pagados de su dictamen prosiguen en sus errores.

En tercer lugar, que si éstos ejecutan eso con larectitud debida, no es razón que nos indignemos contra ellos; pero si no obran rectamente, ya se ve que lo hacen sin plena libertad y por su ignorancia.

Pues todo hombre, del mismo modo que mal de su grado carece de la verdad, así también se halla faltodel conocimiento con que debe portarse con cada uno según lo merece; por eso llevan con impaciencia[29] el oirse llamar injustos, ingratos, avaros, y, en una palabra, faltos de caridad para con el prójimo.

En cuarto lugar, que tú también cometes muchos yerros y eres otro tal como ellos[30]; y aunque te nan,[29] | Ah! que no es esa la razón las más de las veces, sino que nadie consiente que le den en público esos bellos titulos de infamía, aunque conozca bien que le son debidos por lo que en su interior comete adredemente. Los hombres noquieren ser buenos é intentan parecerlo; eligen ser malos y rehusan pasar plaza de tales.

[30] Yo no sé lo que M. Aurelio tendría en su pecho; lo que veo es que esta confesión está llena de la más profunda humildad, virtud que si no la alcanzó la Filosofia, por lo menos conocida la aprobó, y aprobada la recomendó: « Nemo invenitur, qui se possit absolvere: et innocentem quisquis abstienes de caer en ciertas faltas, con todo, tienes en tu interior[31] una tácita disposición para hacerlas, bien que por cobardía, ó por el qué dirán, ó por otro fin siniestro dejes de incurrir en semejantes delitos.

En quinto lugar, que tú no estás bien cierto y seguro si ellos pecan ó no, porque muchas cosas se ejecutan por vía de providencia, ó sea razón de economía[32], y sin duda es necesario enterarse primero se dicit respiciens testem, non conscientiam.» Séneca, De Ira, lib. 1, cap. xIv. Hor., sátir. 3: Vitia habes alia, etiam haud fortassè minora.

[31] La sentencia dice dos cosas muy al caso: la una, que atendiendo cada uno á su flaqueza, hará bien en ser antes benigno que severo con quien comete alguna fragilidad, y más ignorando si le sucederá igual desgracia, lo que confirma Aristót., De Rhet. ad Alexand., cap. XXXVII; la otra, que la virtud no está absolutamente en dejar de hacer una acción mala, ni la injusticia en abstenerse precisamente de hacer injuria, sino en no querer hacerla, por más que pueda , llevado del amor del bien.

[32] La economia de que habla M. Aurelio, muy usada entre los filósofos antiguos, pide mucha cautela para que no degenere en vicio. Ella consiste en una acción lecha con buen fin, pero no siempre sin alguna apariencia de mal á los ojos del vulgo. No es necesario manifestar el intento, siendo de suyo constante y claro que si la acción es por sí misma coutra la ley natural, ó absolutamente ilícita, toda economía será una prevaricación verdadera; mas si sucede que el hecho sólo en lo exterior tenga visos de malo, y por las circunstancias ocultas á los que lo miran, y bien meditadas por quien lo ejecuta pueda referirse á mayor bien, podrá cohonestarlo la economía : ni deberán los que lo miran condenar lo que no entienden, sino pensar que algún bien oculto es el resorte que mueve á obrar con una irregularidad aparente. Quien quisiere ver esto confirmado con varios ejemplares, lea el Gatakero, el cual cita á Origenes, San de muchas particularidades para que uno pueda echar el fallo sobre una acción ajena.

En sexto lugar, que cuando te indignares sobremanera ó recibieres algún pesar, debes acordarte que la vida de los hombres es momentánea[33], y que dentro de poco todos desapareceremos.

En séptimo lugar, persuádete que no son las acciones ajenas las que nos inquietan, puesto que ellas se quedan allá dentro del alma del otro, sino que realmente son nuestros modos de opinar; deponlos, pues, de tu imaginación, y resuélvete á echar de tí ese juicio formado como si hubiera sido acerca de una cosa en la realidad grave, y con eso sobre la marcha se te habrá ido la cólera.-Pero cómo me lo quitaré de la cabeza?-haciéndote la cuenta que aquello no te causó infamia; porque si no fuese verdad que lo infame sólo es mal á quien lo comete, seria necesario[34] que tú sin culpa tuya pecases en infinitas cosas; que fueses un ladrón y un malhechor rematado.

Lo octavo, que la ira y el dolor concebido por la culpa ajena, nos acarrean más grave daño[35] del Crieóstomo, San Jerónimo y San Agustin, quienes reconocen la dicha economía en la altercación de San Pedro y San Pablo, cuando éste en Antioquía reprendió á aquél públicamente.

[33] Eurípides, Supplic., fué del mismo parecer.

[34] La consecuencia que M. Aurelio saca de esta doctrina es evidente, si se habla del delito personal; porque claro está que siendo tantos y tan varios los pecados ajenos, si éstos fuesen culpa de quien no los comete, aun el mayor santo sería un grande diablo.

[35] Es cierta la sentencia, visto que por la experiencia sabemos que los movimientos de las pasiones 8on los que más nos mortifican.

que nos podrían causar aquellas mismas faltas por las cuales nos irritamos y resentimos.

Lo nono, que la muchedumbre, si fuere natural, sin afectación ni fingimiento será invencible. Porque ¿qué te podrá hacer el hombre más insolente si tú perseverares siéndole benévolo y si lo permitieren las circunstancias lo exhortares con mansedumbre, y en aquella misma ocasión en que intentare hacerte mal, lo amonestares con mucha paz[36] dándole el desengaño siguiente?No, hijo mío, no; para otro fin hemos nacido; tú á mí no me acarreas mal alguno; á ti si que te perjudicas, hijo mio!- Haciéndole tambien ver con discreción y en general, que ni las abejas suelen proceder así, ni otra especie de animales, por naturaleza sociables, se porta de esta manera; conviene, pues, hacerlo sin ironía ni improperio, antes bien, con un amor muy sincero y un ánimo nada exasperado[37], ni menos como maestro que reprende en pública escuela[38], ni con el fin de causar admiracíón á quien estuviere — [36] Platón, Polit., lib. xIv, era del mismo dictamen.

[37] Nada es tan necesario como la caridad y buen modo en la corrección; y asi, escribe Séneca, de Clem., lib. 1, capítulo XVII. Agat princeps curam non tantum salutis, sed et honestæ cicatricis. Y San Agustín, Ep. 159: Sic succense iniquitati, ut consulere memineris humanitati.

[38] Kat ui os iv oyoli, puede aludir á la aspereza de un maestro, triv Tappnolav nadayuyıxiv, que en presencia de los estudiantes reprende á un diseipulo; ó si no, se puede aplicar á la costumbre de las declamaciones que se recitaban públicamente en las escuelas, teniendo no pocas veces por asunto una invectiva que se llevase el aplauso de los circunstantes, á lo cual, sin duda, hacen alusión aquellas palabras: unot Yva aos napaoraç Ozuuson.

á su lado, sino como si le hablases á solas[39], por más que algunos otros se hallen presentes.

Ten presente en tu memoria estos nueve capítulos como otros tantos dones recibidos de las Musas, y empieza alguna vez, mientras te dura la vida, á ser de veras hombre; pero igualmente debes guardarte de enojarte contra los hombres que de adularlos, pues ambas cosas violan[40] el derecho de sociedad y causan infinito daño al público. Mas contra la ira debes tener pronta la reflexión de que no es propio de un hombre el enojarse; antes bien, así como es más humano, también es más varonil el ser manso y sosegado, participando éste de gran vigor, resistencia y fortaleza, no aquel que se impacienta y da por ofendido, porque cuanto más uno se acerque á la inmunidad y exención de pasiones, serán tanto mayores sus fuerzas. Y á la verdad, al modo que la tristeza es propia de un ánimo débil[41], así también[39] Así quiere el Salvador, que se haga la corrección antes que se propale la falta del prójimo que necesitare de este remedio. Matth., cap. xVIı, v. 15. Platón, viendo que Sócrates estando á la mesa reprendía á un doméstico, le dijo: ¿No seria mejor que eso se lo dijeses á solas? Y Sócrates le respondió : Y tu no hubieras hecho más bien diciéndome esto mismo en secreto?[40] No es fácil de resolver cuál vicio sea más pernicioso á la sociedad, si la ira ó la lisonja: ambos son perjudiciales, visto que sirven de obstáculo á quien debe seguir el camino de la verdad; y la lástima es que siempre reinaron entre los hombres. Livio, Hist., lib. XLV, hablando de los que servían al rey Perseo, dice: Servire regibus humiliter, aliis superbė imperare assueti.

[41] Aristóteles, Rhet, lib. I1, cap. 1v, supone por inseparable la ira del dolor. Y no hay duda que el iracundo da indicios de un ánimo pusilánime, no hallándose con valor para reprimir la ciega pasión de la cólera.

lo es la ira, pues uno y otro son heridos y se dan por vencidos de semejantes pasiones.

Pero si quieres, puedes también recibir del presidente[42] de las Musas el décimo regalo, á saber: que es propio de un maniático el pretender que no pequen los malos, porque esto es desear un imposible; pero el consentir que ellos sean tales como los demás, y al mismo tiempo querer que no te perjudiquen á tí en cosa alguna, esa es una pretensión inicua y tirana.

Debes principalmente estar observando de continuo cuatro inclinaciones del espíritu[43], y después que dieres con ellas, procurarás echarlas de tu imaginación, hablando así con cada una en particular: con la sospecha , no viene al caso ese juicio vano; con la murmuración, esa de suyo es destructiva de la sociedad; con la ficción, eso que vas á decir no es conconforme á lo que sientes; debes, pues, reputar por una de las cosas más absurdas el hablar contra tu propio sentir; queda, finalmente, en cuarto lugar la intemperancia, con la cual te afrentas á tí mismo, porque con ella se da por vencido el espíritu, parte la más divina, y se pone bajo los pies de tu cuerpo,[42] M. Casaubono honra con este titulo de Musegeta á Hércules; pero vista la autoridad de Máximo Tirio, no queda duda que sólo conviene á Apolo.

[43] Con razón escribe M. DAcier, que este artículo necesita de mayor luz de la que le habian dado los intérpretes, porque ninguno de éstos nos habia mostrado las cuatro inclinaciones, ó sean pasiones del ánimo, que M. Aurelio intenta reprimir, por lo cual he puesto de letra bastardilla en el texto la inclinación contra que habla M. Aurelio, según es la conjetura de M. DAcier.

parte la más vil y perecedera, haciéndolo esclavo de sus brutales placeres.

Todo lo aéreo é igneo que se te ha infundido, por más que naturalmente se incline á subirse á lo alto, con todo, obediente á la disposición de la Naturaleza universal, se detiene aquí abajo en esa masa del cuerpo. También cuanto hay en tí de térreo y húmedo, aunque por si se incline hacia abajo, sin embargo, es elevado y ocupa un puesto que naturalmente no le corresponde. Y es de advertir, que á este modo, los elementos obedecen también á la Naturaleza del universo, puesto que permanecen en donde fueron colocados con violencia, hasta que allí mismo se les haya dado de nuevo la señal[44] de la disolución. Pues no es una enormidad[45] que sola tu parte intelectiva sea desobediente y que no se halle contenta en su destino? Y más, que á ésta no se la encarga cosa alguna violenta, sino sólo lo que es conforine con su naturaleza; pero ni aun por eso se contiene, antes bien, sigue el partido contrario, porque ese movimiento que la inclina á la injusticia, al lujo, á la tristeza y al miedo, no es otro que[44] Aquel td tvdóauov, á juicio de Gatakero, puede ser en la música la señal que se da para empezar el canto; en la náutica aquel celeusma ó contraseña hecha para maniobrar, y en la milicia será aquel ávaxántuxdv aviso para retirarse ó envestir.

[45] El argumento es eficacísimo contra la desobediencia de una naturaleza racional, la cual, hecha libre con el fin de que voluntariamente se sometiese á las órdenes de su autor, y que por este singular beneficio se reconociese más obligada al obsequio, sin embargo, se levanta contra quien la hizo, no sirviendola de ejemplo el ver todas las demás criaturas rendidas á la voluntad de su Criador.

una separación del camino recto de la Naturaleza.

Y en realidad el espíritu, cuando lleva á mal alguno de los sucesos, entonces también desampara su puesto, ya porque él no menos ha sido hecho para mantener la conformidad y piedad que para guardar la justicia, ya porque también esas virtudes contribuyen al buen orden y conservación de la sociedad, además de ser más antiguas[46] y de mayor mérito que los oficios de la misma justicia.

Aquel que no se propone siempre un mismo blanco en el vivir, no puede ser uno mismo en todo el curso de su vida, y á no añadir también cuál deba ser ese blanco, tampoco basta lo dicho. Porque así como no[47] es una misma la opinión acerca de todas aquellas cosas que general y vulgarmente parecen buenas, por más que sea muy semejante la idea formada respecto de algunas otras, á saber, de las que se refieren al común de los hombres; á este modo también conviene que uno se proponga un blanco conducente al bien público y útil á la sociedad, pues el que dirija á este fin todos sus intentos y conatos, guardará uniformidad en to- [46] Antes nos había dicho M. Aurelio que la justicia era la más antigua de todas las virtudes, y que de ella procedían las demás; pero entonces la tomaba en un sentido general, y ahora habla de la piedad en todo rigor, reputándola por la virtud que se ejercita en acciones más sublimes, atendiendo al objeto á que se dirigen.

[47] La suma de este articulo se reduce á que el objeto de nuestras acciones deba ser un bien no opinado, sino verdadero y reputado por tal de todos, oual es el bien conducente á la sociedad, sobre lo que concuerdan aun aquellos que no opinan así respecto de otros bienes, como tiene dicho M. Aurelio en otras partes.

das sus acciones, y con eso será siempre uno mismo.

Reflexiona sobre la fábula[48] de los dos ratones, el uno silvestre, y el otro doméstico; y observa el temor é inquietad de éste.

Á las opiniones del vulgo solía Sócrates[49] 1lamarlas cuentos de brujas y espantajos de niños.

Los Lacedemonios en sus espectáculos solían poner á la sombra asientos para los extranjeros[50]; mas ellos se sentaban donde quiera que se les proporcionaba.

Sócrates reconvenido por Perdicas por qué no le iba á visitar: «Por no tener, dijo, un fin el más desgraciado; esto es, por no verme en la dura necesidad[48] Esta fábula se halla escrita con todo el primor y gracia posible en Horacio, Serm., 1, 2, sát. 6.

[49] Sócrates, en los díálogos de Platón in Critone, enseña que las opiniones del vulgo se deben despreciar. Pero Epicteto, Dissert., lib. 11, cap. 1, se explica mejor, diciendo que el destierro, trabajo y la muerte en sí no son temibles sino por los juicios formados acerca de ellos, y que por lo misino hacía bien Sócrates en llamarlos espantajos.

[50] Con el ejemplo de los Lacedemonios, que ponian todo su esmero en obsequiar á los forasteros, descuidando absolutamente su propia comodidad, sin duda nos quiere persuadir M. Aurelio que debemos usar severidad con nosotros mismos, estando muy lejos de tratar asi al prójimo. Esta atención con los huéspedes en Esparta sólo tiene lugar en los últimos tiempos de la República, cuando ya se les permitía entrar en ella, como se ve por el decreto que refiere Eliano, lib. 11, cap. xv, y fué publicado por los Éforos: Se da permiso á lo8 Clazomenios de faltar al decuro; aludiendo á que éstos se habían portado indignamente con los magistrados. Porque á los principios Licurgo había prohibido admitir en Esparta á los forasteros; 8nws dt Taps.optvtes uh Sedáoxado xax tivoc totc nodltans únápywar, para que, concurriendo ellos, no fuesen de algún mal ejemplo á los ciudadanos. Plutarco, in Inst. Lacon., trae esta ley.

de no poder corresponder al beneficio que hubiere recibido.»

En los escritos de Epicuro se hallaba este aviso: que debe uno de continuo llevar presente en la memoria alguno de aquellos hombres antiguos que se dedicaron con esmero al ejercicio de la virtud.

Los Pitagóricos encargaban que bien de mañana mirásemos al cielo, para que, haciendo memoria de aquellas sustancias que siempre siguen un mismo curso y concluyen de una misma manera su obra, nos acordásemos de su orden, pureza y desnudez; porque los astros no tienen velo alguno con que cubrirse.

Imagínate cuál estaría Sócrates medio envuelto con una piel, cuando su mujer Xantipa[51], tomándole sus vestidos, se salió de casa con ellos; y acuérdate de lo que Sócrates dijo á sus compañeros, corridos y resueltos á retirarse cuando le vieron en semejante traje.

No podrás ser maestro en el arte de leer y escribir sin que primero hayas sido buen discipulo: esto con mucha mayor razón se deberá aplicar al arte de vivir[52].

Tú naciste siervo; no debes hablar[53].

[51] Eliano, Hist. var., lib. VII, cap. Ix, pone en duda el hecho de Xantipa, asegurando que esto se ha verificado varias veces en la mujer de Foción, pero que la mujer de Sócrates no hizo semejante cosa.

[52] Cicerón, de Leg., lib. III: Qui benè imperat, paruerit aliquando necessè est: et qui modeste paret, videtur, qui aliquando imperet, dignus esse.

[53] Este es un senario proverbial que trae Filón in libde Libert. viri boni, y que confirma Gatakero con otros varios ejemplares.

Se alegró interiormente mi corazón[54].

A la virtud insultan[55] con denuestos.

Es propio de un loco buscar[56] higos en el invierno: cerca le va aquel que clama por el hijo perdido, cuando ya no se lo restituirán jamás.

Epicteto persuadía á un padre que estaba besando á un hijo chiquitito, para que dijese dentro de sí: tal vez morirá mañana.-jAh, que eso es un mal agüero!

—Nada, respondió Epicteto, de cuanto significa un cfecto natural puede ser cosa infausta, sino es que tengas por mal agüero el que las espigas hayan sido segadas.

La uva verde, la madura y la pasa, todas son mutaciones, no en la nada, sino en lo que entonces no existe aún.

Es sentencia de Epicteto que la voluntad no está expuesta á ladrones.

Decía el raismo Epicteto que debía uno aprender el arte de dar su consentimiento. Y á los impetus de las pasiones, convenía poner mucha atención para obrar con la reserva debida, con el fin de que las acciones miren al bien público y para que tengan por objeto el mérito correspondiente á cada cosa; y así es igualmente necesario abstenerse en un todo del deseo como de la aversión á nada de cuanto no penda de nuestro arbitriopor lo que toca[54] Este es un emistiquio de Homero, Od. t, v. 413, en donde Ulises se alegra de ver que había burlado al Ciclope con su nombre oúteç.

[55] Alude al verso que trae Hesiodo, lib. 1,Epy, v. 184.

[56] Con esta especie de proverbio: 2oxov zeyuovoc (ntetv, conjetura DAcier que M. Aurelio se consolaba en la temprana muerte de su hijo Vero.

Luego no son nuestras porfías, aseguraba el mis- . mo, sobre cosas de poco más ó menos; sino sobre si somos ó no somos locos.

Sócrates hacía el siguiente argumento[57]: ¿Qué apetecéis? ¿Deseáis tener almas de racionales ó de irracionales?-Las queremos de racionales.-¿De qué racionales, de los buenos ó de los malos?-De los buenos.-¿Pues por qué no las buscáis?-Porque las tenemos ya.-Luego ¿por qué andáis riñendo y porfiando?[57] No consta en qué lugar haya dicho esto Sócrates, según la opinión de Gatakero, el cual tampoco se atreve ádecidir si ha escrito M. Aurelio oc ó Ewxpárnc Ehrye, haciendo relación á las palabras antecedentes; de las que se halla algún rastro en el Alcib. 11 de Platón.

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