Ruinas (Guerra Junqueiro)

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

Ruinas

A Miguel Escalada.


Era una noche tenebrosa, obscura,
De esas noches de horror que Dios mandaba
Sobre la vil generación esclava
De un siglo, por sus crímenes, maldito.
La gran ciudad, la meretriz impura,
Reposaba en su lecho de granito,
El lecho colosal de mil orgías.
De los vientos la música sonora
Retumbaba tremenda, como otrora
La férrea voz del lívido Isaías.

Era la hora en que sueños pavorosos,
Como fetos monstruosos,
Habitan las nocturnas
Soledades funestas.
En que gimen las almas doloridas
Cual fantásticas vírgenes, perdidas
En umbrosas florestas.
Hora fatal en que germina y crece
La cicuta del mal, y que aparece
En las del corazón mustias colinas;
En que malditas hierbas venenosas
Se extienden silenciosas
Sobrela verde lepra de las ruinas.
Con silencio profundo en los hospicios
Abríanse las flores de los vicios,
Plegábanse las flores de los llantos;
Y el enfermo, á través de su agonía,
Miraba con horrenda fantasía
La nocturna legión de los espantos.

En las plazas desiertas
Miles de luces trémulas, inciertas,
Oscilaban con brillo sepulcral;
Creyérase, en las calles solitarias,
Ver cruzar procesiones funerarias

Para aplacar las cóleras del mal.
Mas de aquella mudez en el arcano
Había un sordo fermentar de oceano,
Una vaga inquietud, torva y extraña:
Era el asombro y el temblor latente
De Mesalina lúbrica que siente
La agitación del crimen en su entraña.
Entre el hondo silencio tumular,
Cual roja homalla ardiente,
Erguíase febril, resplandeciente,
El vasto lupanar.
Enfrente del burdel habia un templo
Triste como el desierto,
Grande como un ejemplo.
El vetusto portal estaba abierto.
Dentro, silencio inerme;
Silencio pensativo y formidable,
Como un asceta lívido que duerme.
En torno, obscuridad espesa y vasta;
Y al fondo un Cristo pálido, inefable,
De una tristeza luminosa y casta.
Sobre las piedras húmedas, impuras,
Negras cajas mortuorias,
Cerradas sepulturas.
En la sombra agitábanse sudarios.

Flotaba en torno, y en el aire ledo,
Un no sé qué de trágico y sombrío...
Los ojos tenían miedo,
Las almas tenían frío.
Y en la profunda bóveda imponente
Amortiguada, triste, adormecida,
Oscilaba una lámpara doliente
Cual lágrima de sangre suspendida.

El poeta (arrodillándose ante un altar)

Oh! el inmortal espíritu!
Oh! la inmortal miseria!
Y pensar que un puñado de materia
Crapulosa y gentil,
Puede con sólo un beso, entre sus brazos
Los resortes de acero hacer pedazos.
De un corazón viril!
Oh! el inmortal espíritu!
Oh! la inmortal miseria!

...............

Con cosas transparentes, fabulosas,
Con oro y luz y pedrería y flores,
Levanté sobre nubes caprichosas

Un palacio de olímpicos amores.
Tuvo grandes ventanas enrejadas,
Por de entraron los vivos resplandores
De alegres alboradas:
Tuvo aéreos, flotantes miradores
Do las almas serenas, impecables,
Como banda de alondras inefables,
Bebieron en la azul inmensidad;
Tuvo vastas penumbras pensativas,
Torres maravillosas, fugitivas,
Cual la noción febril de libertad...

...............

Todo, á su paso, derribólo el viento.
Son así los castillos ideales
Que edifica en la luz el pensamiento!
Y sobre las tristísimas ruinas
De aquellas altas torrts cristalinas
Despeñadas al soplo del nordeste,
Latió mi corazón estremecido
Como si hubiera sobre mí caído
La inmensurable bóveda celeste.

...............

¡Oh Jesucristo, oh sabio!
Para irte al paraíso
Mataste la sonrisa, flor del labio,

Mataste, con el beso, todo hechizo;
En girones, tu manto,
Piadoso dividiste,
Y los divinos ojos convertiste
En raudales de llanto.
Si es verdad, redentor del desdichado,
Si tu mano, que es luz y es esperanza,
Curar sabe las lepras del pecado,
Arráncame del alma este cariño
Como se arranca el hierro de una lanza
Del pecho de un soldado.

...............

Pero, ¿de qué me sirves, flor celeste,
De qué me sirves, di, si no has sabido
Qué es el amor brutal?
Si sobre el labio reprimido y triste
Nunca en vida sentiste
Tibio roce de un beso acre y sensual!

(Se levanta)


Un Dios cadáver, un cadáver frío!
De qué nos sirve un Dios yerto y sombrío,
Con labios mudos y mirar sin luz?
Cómo puede amparar los desgraciados,

Si están sus brazos lívidos clavados
Entre los de una cruz!

(Siéntase sobre un ataúd. Silencio prolongado.
Continúa)

El escalpelo agudo del ávida experiencia,
De la razón la lanza, inquebrantable y fría,
Pasó de lado á lado tus ojos, Providencia:
La bóveda celeste ya es órbita vacía.
La crítica insensata de antigua decadencia
Divinidad te niega, pobre hijo de María.
La fe nos abandona. Tan sólo la conciencia
Respeta, simplemente tus leyes, geometría.

El tiempo, el gran gusano, rompió la escala hermosa
Por donde el visionario en noche esplendorosa
Vió descender los ángeles de la sublime esfera.

Allá sobre su lecho del amplio azul tendido,
Hace ya mucho tiempo, lanzó el postrer gemido
El Dios omnipotente — esa ideal quimera.

...............

Llevamos en nosotros inmundos animales :
Palomas de lujuria y elásticas panteras,
Vampiros y reptiles y sueños y chacales,
Brillantes como rayos de sol en las praderas.

El sabio varonil de instintos ideales,
Para expulsar del cráneo las lívidas quimeras,
Para cortar del vicio las garras sensüales,
Necesitara ser un domador de fieras.

Del mal en la floresta, y en nuestros corazones
Hoy tigres y reptiles y sapos y leones,
Más que astros inmortales en el azul profundo.

El héroe intransigente, inquebrantable y recto,
Que dominar consiga su corazón abyecto
Será como Jesús, dominador del mundo.