Ribera un dulce río, a mediodía

Ribera un dulce río, a mediodía
de Hernando de Acuña


 Ribera un dulce río, a mediodía,   
 con un peine de plata se peinaba   
 sus cabellos una ninfa que quitaba   
 con ellos el poder que el sol tenía.   
 

 Y así podéis juzgar que sentiría  
 un pastor que de lejos la miraba,   
 que sin poder llegar donde ella estaba,   
 con suspiros y lágrimas decía:   
 

 «Si tantas como tú tienes cabellos   
 tuviera vidas yo, me las llevaras  
 colgada cada cual de uno de ellos;   
 

 y pues que tú a quitármelas bastaras,   
 verás no es mucho darte una por vellos   
 de tantas como en tantos me quitaras».