Elenco
Primero y segundo Isaac
de Pedro Calderón de la Barca
Auto

Auto

Sale la DUDA, como trayendo por fuerza tras sí al LUCERO.
LUCERO:

¿Adónde, Duda, me llevas?

DUDA:

No me admiro que te turbe,
siendo plenitud de ciencias
(que es lo mismo que querube)
en quien todavía es fuerza duren
reliquias de aquellas altas plenitudes,
ver que la duda te arrastre.

LUCERO:

Es verdad, porque yo pude
en aquella primer lid
en que comunero puse
los ejércitos en arma
de vicios y de virtudes,
perder gracia y hermosura;
la ciencia no, que la tuve
como dote natural
y así tras mí me la truje.
Conque, como has dicho, es fuerza que dude
ver que tú lugar en mi pecho ocupes,
siendo tú la Duda.

DUDA:

Pues ya que una vez me introduje
en él, arrójame dél,
si de tan sabio presumes,
con responderme.

LUCERO:

Sí haré.
¿Qué me quieres?

DUDA:

Que me escuches.
¿Conoces aqueste monte
a cuya eminente cumbre
listada a volantes de sombras y luces,
de hebreo tocado se sirven las nubes?

LUCERO:

De siete montes en quien
quiso Jebús que se funde
la Salén, ciudad de Dios,
porque de dos nombres use
-Salén y Jebús- el que
Jebusalén la pronuncie,
éste es Calvario, a quien
en tradiciones comunes
dio este blasón del cadáver
de Adán la parte que ilustre
cupo, como a mayorazgo,
a Set; de donde se arguye
(por ser de su calavera
la tumba que le sepulte),
el ser Calvario su nombre.

DUDA:

Pues ése que a escalar sube
estrechando el viento con la pesadumbre
de sus verdes pompas los campos azules,
teatro hoy del mayor, más grave
espectáculo que esculpe
en los cuadernos del tiempo
del tiempo el veloz volumen,
de mi razón de dudar
motivó las inquietudes
tanto que aun cuando no fuera
yo aquella pasión que infunde
en los ánimos discordias
siempre que a elegir acude,
pues a dos partes afecta
a ninguna se reduce,
sino la tranquila paz
del ánimo, que no sufre
cuestiones en la elección,
dudara el pavor que incluye.

DUDA:

Mira cuál será para que la apures,
duda, que aun certeza te hiciera que dudes.
Abrán (que «padre excelso»
la frase hebrea traduce;
y si pronuncia Abrahán
«padre de la muchedumbre»),
después que por obediencia
de su Dios se destituye
de casa y patria y saliendo
de Ur, ciudad de Caldea huya
a tierra de Canán, donde
tan peregrino discurre
que el vulgo de sus ganados,
que valles y montes cubre,
en ajenos lindes es fuerza que busque
prado que la paste, redil que la oculte;

DUDA:

en Sara, su anciana esposa
(de cuyo nombre se induce
misterio también, pues Sara
sin más letra se construye
«dominatriz» o «señora»;
y como Sarra articulen
se añade al «señora» ser
«señora de los perfumes»,
siendo el buen olor la fama
que al cielo en aromas sube),
tuvo un hijo, a quien, temiendo
que su deseo la burle,
llamó Isaac, que decir quiere
«risa», como que la anuncie
ser risa del siglo que en sus senectudes
conciba cuando era tiempo que caduque.

DUDA:

Este, pues, hermoso infante
en sus jóvenes costumbres,
ejemplo creció de todas
sus iguales juventudes
tanto, que al culto de Dios
atento, sin que disculpe
que en sus juegos Ismael
de unos idolillos use,
no lo recató de Sara.
Y viendo cuánto deslustre
la esclava sangre de Agar
la noble que en su hijo luce,
le delató ante su padre,
que oyó apenas que le acuse
de idólatra cuando al punto
de sí y de su casa lo excluye,
porque aun en los padres, como Dios se injurie,
no ha de haber amor que la fe no frustre.

DUDA:

Dejemos que, desterrado
Ismael, hacer procure
en los montes de Farán
bando aparte, donde usurpen
en sucesivas edades
-que aun el tiempo no destruye-,
su culto a Dios, agarenas
y ismaelitas inquietudes;
y vamos a que creciendo
Isaac manso, afable y dulce
hasta cinco lustros casi
-pues veinte y cuatro años cumple-,
le manda Dios a Abrahán
que en ese seno lugubre
del Monte de la Visión
(nombre que se le atribuye
por una señal del fuego
con que el sitio le descubre),
se le sacrifique, siendo
cuando él mismo lo ejecute
su mano la misma que el acero empuñe,
encienda la arista y la leña junte.

DUDA:

Bien presumirás tú agora
que solamente se funde
mi duda -como primera
razón que al discurso ocurre-
en que cómo puede ser
que a Abrahán Dios asegure
que tanto su descendencia
se propague y se fecunde
que de estrellas y de arena
exceda las multitudes,
por una parte; y por otra
la sentencia le promulgue
de que muera el hijo, en quien
esta esperanza se anule,
siendo así que a Dios nada hay que le inmute
y siempre infalible su palabra cumple.

DUDA:

Pues no, no es esta la duda
que en mí dominante influye,
pues podrá con otros hijos
ver que esta falta le suple,
y aun con el mismo, que bien
cabe en su fe, cuando juzgue
aunque a una vida anochezca
el que a otra vida madrugue.
Tampoco es que, como padre,
ni replique ni se excuse
de ser él mismo el que haya
de cortar el disoluble
lazo de una vida que
tanto a la suya se une,
obligándose, después
que el monte de sangre inunde,
a asistir al holocausto
hasta que el fuego supure
el tierno cadáver que voraz consume
dejando que arda hasta que no ahúme.

DUDA:

Tampoco es que, caminando
tres días, no le pregunte
Isaac dónde va, hasta que
viendo el cuchillo y la lumbre:
«¿Qué es de la víctima -dice-
que sacrificar presumes?»
A que sólo le responde
(procurando disimulen
las canas el llanto, si es
que hay nieve que nieve enjugue):
«Dios proveerá». No es tampoco
que cuando claro le escuche
que él la víctima ha de ser,
ni se asombre ni se asuste,
ni se estremezca, sino
que a la voluntad se ajuste
tanto del padre que, prompto,
sin que apele ni repugne,
ni el puñal resista ni el fuego rehúse.

DUDA:

¡Oh misterio, cuánto descubres y encubres!
Y, asentado que obedezcan
iguales sus promptitudes
con tal fe que haya quien diga
que de la esperanza triunfe,
pasemos a una pequeña
circunstancia. No murmure
nadie, que a vista de tanto
sacro misterioso numen
una circunstancia me turbe y perturbe
tanto que ella sola mis sentidos ofusque.
Que obedezca Abrahán a Dios;
que Isaac a Abrahán no impugne,
vaya; que todo en la fe
cabe con que ambos acuden
a su obediencia, sin que
los motivos le disputen.

DUDA:

Que se prevenga Abrahán
(ya que a obedecer se ajuste)
de todos los ministerios
que al sacrificio consumen,
vaya también; pues llevar
el cuchillo acción es útil;
que aunque es verdad que en los montes
acero y hierro se funden,
no templadas las cuchillas
ni labradas las segures.
Que lleve al monte la llama
que prenda en la arista lumbre,
vaya; que el fuego en los montes
si no le encienden no luce.

DUDA:

Que se prevenga del lazo
con que las manos le añude,
porque en natural acción
el temor no le calumnie;
que en la defensa del cuello
la mano se le apresure,
vaya, que el cáñamo en yerba
las montañas le producen,
mas no hilado sin el torno
atormentado del yunque.
Que se prevenga de venda
que la luz del sol le anuble,
porque no muera de tantas
veces cuantas tema y dude;
que ya la caduca mano
el blanco acero desnude
y abandone la obediencia
muriendo a la pesadumbre,
vaya; que el monte no da
del lino la servidumbre
si el arte no se le trama
o el telar no se le urde.

DUDA:

Y así vengo en que el llevar consulte
la venda, el acero, el dogal y la lumbre.
Pero que lleve la leña
al monte que la produce,
afligiendo desde luego
con carga para él inútil
al joven, que fatigado
la intrincada senda sube
dando de ojos con el peso
del haz que en el hombro sufre
es circunstancia que más
que la esencia me confunde.
¿Leña al monte, donde apenas
llegue cuando le tributen
la menos cortés encina,
el menos noble acebuche
las cortezas que despiden
o las hojas que sacuden?

DUDA:

Y cuando robustos troncos
a su edad se dificulten,
¿faltan las brozas que, secas,
yela el aire, el agua pudre,
para llevar prevención
de aquello que cuando cruce
de una a otra parte el cansado
joven le haga que trasude
viendo que en el pie le hiera
lo que en el hombro le angustie?
Pues cuando quieran las manos
que el peso a la espalda ayuden,
el tropiezo de los pies
es fuerza que le disguste,
y pies y manos padezcan
de entrambas leñas las cruces.

DUDA:

Y pues esta circunstancia
es la que me constituye
duda y duda sospechosa,
siendo preciso resulte
contra la fe de Abrahán
haciendo que él crea y yo dude,
sáquenme de ella tus ciencias
porque sepa, porque apure,
porque vea, porque alcance,
porque inquiera, porque escuche,
ya que es todo visos, rasgos y vislumbres,
cuándo destas sombras llegarán las luces.

LUCERO:

Duda que, mil veces Duda,
tanto pavor introduces
en mí, tanto horror engendras
y tanto escándalo infundes
que no sé qué te responda,
no me atormentes ni angusties;
no me sobresaltes, no
me aflijas y me atribules,
que yo te doy por vencidas
todas mis ciencias si arguyes
de tu razón de dudar
las que en mi pecho concurren.

LUCERO:

Padre que dé al sacrificio
el hijo; hijo que se ajuste
a la voluntad del padre;
tizón que abrase y no alumbre
cordel que las manos ate;
cendal que la vista turbe;
leña que al hombro le enferme
y que al pie le desahucie,
son tantas cosas que aun yo,
con ser yo, no hay cómo apure
sus misterios. Y así, Duda,
no te admire, no te asuste
que en mares de ansias, golfos de inquietudes
mi ingenio zozobre, mi saber fluctúe.
Lo que más puedo ¡ay de mí!
hacer (pues con cuanto supe
no supe lo venidero
si no es que lo conjeture),
es asistir hasta el fin
a ese horror, por si descubre
en alguna circunstancia
mi ciencia alguna vislumbre
que de algo me advierta.

DUDA:

Pues estas ramas nos oculten
desde donde ver podremos
a qué el acto se reduce.

LUCERO:

Ya junta la leña.

DUDA:

Ya el ara construye.

LUCERO:

Ya levanta el brazo.

DUDA:

Ya el golpe sacude.

(Ábrese el primer carro, que será una montaña, y vense en ella ISAAC, vendados los ojos y atadas las manos, y ABRAHÁN levantando el brazo con el cuchillo. Y a su tiempo sale del reverso del carro el ÁNGEL en el aire, suspendiendo la acción, como ordinariamente se pinta.)
ABRAHÁN:

Señor, éste de fe y amor indicio...

ISAAC:

Este, Señor, de amor y fe traslado...

ABRAHÁN:

...como amor, ciego; y como fe, vendado...

ISAAC:

...como amor, pronto; y como fe, propicio...

ABRAHÁN:

...creyendo, aunque es dolor, que es beneficio...

ISAAC:

...y aunque rigor parezca, que es agrado...

ABRAHÁN:

...os ofrezco en púrpura bañado...

ISAAC:

...a vos, por vos, os doy en sacrificio...

ABRAHÁN:

...que cumpliréis vuestra palabra crea...

ISAAC:

...pues aunque en la esperanza haya mudanza...

ABRAHÁN:

...vuestro amor no es posible que no sea...

ISAAC:

...premiado, pues, en los dos la confianza...

ABRAHÁN:

...y vea mi fe...

ISAAC:

...y mi obediencia vea...

LOS DOS:

...creer contra la esperanza a la esperanza.

(Sale el ÁNGEL cantando.)
ÁNGEL:

Suspende el acero
que más vale, Abrahán,
el obedecer que el sacrificar.

(Dentro.)
MÚSICOS:

Suspende el acero,
que más vale, Abrahán,
el obedecer que el sacrificar.

ABRAHÁN:

Cielos, ¿qué miro y qué escucho?

ÁNGEL:

De Dios la inmensa piedad
que acrisolar la fe tuya
y la obediencia de Isaac
sólo ha querido, porque
se vea que en Dios es más...

ÁNGEL Y MÚSICO:

S el obedecer que el sacrificar.

(Representando.)
ÁNGEL:

Basta el amago, suspende
el golpe; y para señal
de darse Dios por servido
de que a tu hijo le das,
porque imperfectos no queden
ni sacrificio ni altar,
aquella res que en la zarza
que miras no acaso está,
la víctima sea que hoy
le sacrifiques. Verás
que el mérito en la obediencia
consiste, y no en el caudal,
porque en Dios siempre es más...

ÁNGEL Y MÚSICOS:

...el obedecer que el sacrificar.

(Representando.)
ÁNGEL:

Y en premio desta fineza
y esta fe, vuelve a afirmar
que exceda tu sucesión
a las arenas del mar
y a las estrellas del cielo,
de quien al mundo vendrá
la salud del mundo cuando
en más sucesiva edad
cuaje el vellón el rocío
y los montes el maná;
y borrando Adán Segundo
culpas del primer Adán
vea el cielo en luz y sombra
Primero y Segundo Isaac.
Y en muestras deste favor,
y en prendas desta verdad...

ÉL Y MÚSICOS:

...suspende el acero
que más vale, Abrahán,
el obedecer que el sacrificar.

(Desaparécese el ÁNGEL.)
ABRAHÁN:

Oye, aguarda, escucha, espera,
paraninfo celestial.
¡Oh, Señor, qué presto sabes
hacer placer el pesar!
Levanta, Isaac, y los brazos
una y mil veces me da.

(Desátale la venda y lazo.)
ISAAC:

Pues, ¿qué es esto? ¿Por qué, padre,
el bien me quieres quitar
de ser víctima de Dios?

ABRAHÁN:

Porque sé que vale más
el obedecer que el sacrificar.
Ven adonde el holocausto
hagamos, que en tu lugar
sostituye el cielo, no
sin gran misterio.

ISAAC:

¿En qué está?

ABRAHÁN:

En que habiéndome Dios dado
palabra de que vendrá
de mí y de tu descendencia
el arco al mundo de paz
en la salud de su hijo,
al verte sacrificar
y volver a nueva vida,
poniéndose en tu lugar
cándida víctima, no
sé qué vislumbre me da
de que en otro sacrificio,
otra leña, otro altar,
aunque la humanidad muera,
viva la divinidad.

ISAAC:

Si tanto esplendor ilustra
tu espíritu, mal podrá
suplicarte mi obediencia
que la alta felicidad
de morir sacrificado
no me niegues; y así habrá
de decir mi voz con todas.

ABRAHÁN:

Yo con ellas y las demás

LOS DOS Y MÚSICOS:

Suspende el acero
que más vale, Abrahán,
el obedecer que el sacrificar.
(Ciérrase el carro.)

DUDA:

¿Qué es esto? ¿Qué suspensión
te deja tan sin sentido?

LUCERO:

No sé, no sé qué ilusión
trae que el Calvario haya sido
el Monte de la Visión
hoy para mí, pues en él
no sé qué me considero,
a cuyo letargo infiel,
a cuyo frenesí fiero
y a cuyo pasmo cruel,
ciego, absorto, helado y mudo
sé que creo y sé que dudo,
y qué dudo y creo no sé
víctima superior que
suplirla la inferior pudo;
vivir de una la piedad,
morir de otra la sincera
vida, ¿si será verdad
que aunque la humanidad muera
viva la divinidad?

DUDA:

¿A quién, si la Duda fui,
se lo preguntas?

LUCERO:

A ti.
Que ya no eres tú -sospecho-
la Duda, pues en mi pecho
tú eres la que vive en mí.

DUDA:

Si tan iguales estamos
que somos uno los dos,
a este joven asistamos
y en sus progresos veamos
qué quiere decirnos Dios.

LUCERO:

Dices bien. Siempre a la mira
de sus acciones andemos;
podrá ser que en él notemos
algo que templen sus iras
las dudas que padecemos.

DUDA:

¿Cómo podremos hacer
(pues en tierra de Canán
viven hoy, adonde dan
a la idolatría poder
los descendientes de Can)
que en ella le diese esposa
su padre? Porque si en ella
con idólatra desposa
sería fácil que amorosa
le prevaricase della.
Y una vez muera su fe
poco temor nos darán
sus descendientes, porque
siendo herederos de Can
(maldito hijo de Noé),
claro está que, comprehendidos
en aquella maldición,
dél no vendrá el prometido,
aunque desde Adán ha sido
prevista su sucesión.

LUCERO:

No sé, pero si ganamos
sus criados, podrá ser
que con ellos dispongamos
que alguna hermosa mujer
le propongan.

DUDA:

Pues lleguemos
a vista de estos dos, que
al subir ellos miramos
de aquesa montaña al pie,
la plática trabaré.

(Salen ELIAZER, de galán, y SIMPLICIO, de villano.)
SIMPLICIO:

¿Qué harán, Eliazer, los amos
tanto tiempo allá?

ELIAZER:

Simplicio,
quien sirve no ha de apurar
nada al dueño. Nuestro oficio
sólo es ver, oír y callar.

SIMPLICIO:

Pues fuera lindo ejercicio
el servir, si sólo fuera
que viera, oyera y callara.

ELIAZER:

Pues ¿qué más hacer esperas?

SIMPLICIO:

Murmurar; que no sirviera
yo si yo no murmurara
de mi amo. Porque ¿qué
desquite tiene un criado
que comiendo a su amo ve
muy despacio y muy sentado,
muy hambriento y muy en pie
estarse hecho un mentecato
quitando y poniendo el plato,
pagando el pesar del vello
sin comello ni bebello,
sin poder de allí a un rato
murmurarle si comió
poco o mucho, si bebió
más o menos? Y esto en todo
cuanto hace y no hace. De modo
que para mí, Eliazer, no
tiene otro premio el servir
que ser de todo testigos
para tener qué decir.

DUDA:

¿Sabréisme decir, amigos,
si visteis perdida ir
una res que allí prendida
se me quedó en un zarzal?

ELIAZER:

No la hemos visto.

SIMPLICIO:

Sí tal;
yo he visto una res perdida.

DUDA:

¿Dónde?

SIMPLICIO:

En vos.

ELIAZER:

Calla, animal,
no trabes conversación
con tal gente.

SIMPLICIO:

¿Quién lo quita?

ELIAZER:

¿No ves que idólatras son?

SIMPLICIO:

¿Y quién a una idolatrita
quita la idolatración,
y más tan bella, Eliazer?

ELIAZER:

Aparta. Aquí no ha llegado
cosa que hayáis menester.
Id en paz.

LUCERO:

Hasta el criado
da que dudar y temer.

DUDA:

¿En qué?

LUCERO:

¿Dijo «Eliazer»?

DUDA:

Sí.

LUCERO:

Pues no en vano de los dos
se retira.

DUDA:

¿Cómo así?

LUCERO:

Como Eliazer es...

DUDA:

¿Qué? Di.

LUCERO:

«Favor y ayuda de Dios».
Y así, Duda, por sin duda
ten que con éste perdamos
tiempo.

DUDA:

¡Que tanto le acuda
Dios, que es su «favor y ayuda»
lo primero que encontramos!

LUCERO:

Pues no por eso has de ver
el que me doy por vencido.

DUDA:

No, que nuestro empleo ha de ser
la mujer que haya nacido
para ser de Isaac mujer.

(Vanse.)
SIMPLICIO:

Huyendo va tu rigor.

ELIAZER:

Si es idólatra, ¿qué quieres?

SIMPLICIO:

¿Cuándo no ha sido el amor
idólatra en las mujeres?

(Salen ABRAHÁN y ISAAC.)
ABRAHÁN:

¡Simplicio, Eliazer!

ELIAZER:

Señor.

ABRAHÁN:

¿Hemos tardado?

SIMPLICIO:

No y sí.

ABRAHÁN:

Sí y no, necio, ¿cómo así?

SIMPLICIO:

Sí por lo que habéis estado;
no, porque hemos murmurado.

ABRAHÁN:

¿De quién?

SIMPLICIO:

De Isaac y de ti.

ABRAHÁN:

No me espanto, que ambos damos
hartas razones de qué.

SIMPLICIO:

Aunque acá no las sepamos,
para murmurar, ¿ser amos
no basta?

ELIAZER:

Seguro esté
de mis lealtades tu amor;
y que donde estoy, señor,
no habrá la plática sido
esa.

ISAAC:

Ni otra en que haya habido
el escrúpulo menor;
que es un ángel Eliazer.

ABRAHÁN:

Ángel no, mas puede ser
que tenga de ángel la fama
quien «favor de Dios» se llama.

SIMPLICIO:

Eso me huelgo saber
por tenerle desde aquí
por más que hombre.

ABRAHÁN:

Isaac.

ISAAC:

Señor.

ABRAHÁN:

Otra y mil veces en ti
vuelvo a verme. Hoy en mi amor
has nacido para mí.

ISAAC:

A tus pies me basta ver,
que aunque no haya merecido
víctima del cielo ser,
en lo atado y lo rendido
siempre lo he de parecer.

ABRAHÁN:

Levanta. Llega a mis brazos.

ISAAC:

Qué ajeno estaba, señor,
de verme en tan dulces lazos!

ABRAHÁN:

De Dios ha sido el favor.
¡Oh, amor, no abrevies los plazos
de mi vida, hasta que vea
en quién tal virtud se emplea!
Cansado del ejercicio
estarás; ve, y con Simplicio
te adelanta hasta la aldea
en ese bagaje en que
destos días el sustento
trujimos.

SIMPLICIO:

Señor, ¿por qué
pones nombres al jumento?
Jumento es, jumento fue
y jumento será quien
no lo creyere.

ISAAC:

No es bien
que repare yo mis daños;
mejor estará a tus años
el pequeño alivio. Ven,
que yo sirviéndote iré.

ABRAHÁN:

Eliazer y yo podremos
irnos más despacio a pie,
que hablar a solas tenemos.

ISAAC:

Porque no diga mi fe
que en todo no obedecí,
me adelanto. Ven, Simplicio.

SIMPLICIO:

Ya espera el jumento allí;
y pues que no hablo de vicio,
nadie lo entienda por sí.

(Vanse.)
ABRAHÁN:

Ya, Eliazer, solo he quedado
contigo.

ELIAZER:

Pues, ¿qué me quieres?

ABRAHÁN:

Que sepas la confianza
que hago de ti. Criado eres,
y más que criado, amigo;
y aun más que amigo si atiendes
que en las familias del noble
son los que sirven tan fieles
sobre amigos y criados
unos humildes parientes,
pues les hace un mismo pan
que una misma sangre engendren.

ELIAZER:

Mucho me admiro de que
tan graves, tan prudentes
razones, mis siempre justas
obligaciones me acuerdes.
En tu casa me has criado;
ni más padres ni más bienes
he conocido que a ti;
y supuesto que tú eres
aquel Padre de Familias
(en quien Dios se nos refiere
cuando en humanos ejemplos
explicarse al hombre suele),
y me has criado, como he dicho,
¿por qué dudas que obediente
-pues me confirmó en tu gracia
tu amor- te obedezca siempre?
Y así, sin más prevenciones,
mandar absoluto puedes,
si ya el mandar con misterios
que mi ignorancia no entiende
no es despertar a los otros
que atiendan lo que contienen.

ABRAHÁN:

Dices bien. Y así a la letra
mi voz y mi afecto vuelven;
si hubiera misterio, allá
lo verá el que lo entendiere.
Yo, Eliazer, engendré un hijo...
Mas antes que te revele
de mi concepto el dictamen,
un juramento solemne
has de hacer, y porque sea
su culto más reverente
pon la mano en mi rodilla.

(Hinca la rodilla en el suelo, y sobre la otra pone ELIAZER la mano, también de rodillas; y salen DUDA y LUCERO.)
DUDA:

Cielos, ¿qué homenaje es éste?

LUCERO:

Pues hemos de andar a mira
de cuanto les acontece,
a esta rara ceremonia
asistamos.

DUDA:

Pues atiende.

ABRAHÁN:

¿Juras por aquel Señor,
alto Dios omnipotente
(que desta carne, esta sangre
sobre quien la mano tienes,
aquel divino rocío
de la salud de las gentes,
ha de conversarse humano),
que cuanto aquí te dijere
has de obedecer?

ELIAZER:

Sí juro.

ABRAHÁN:

Él te ayude si lo hicieres;
y si no, te lo demande.

ELIAZER:

Amén.

(Levántanse.)
ABRAHÁN:

Pues agora advierte.
Yo, Eliazer, engendré un hijo,
tan hijo acá de mi mente
según lo ajustado a mí
que me persuado mil veces
que yo y él y nuestro amor
somos uno solamente.
Sé de quien puedo saberlo
que dél el mundo previene
el esperado remedio
de aquel primero accidente
que inficionó en nuestros padres
a todos sus descendientes.

ABRAHÁN:

Y aunque es verdad que infalible
la promesa en él no puede
faltar -de que hoy, Eliazer,
no sé qué visos me ofrecen
nuevas prendas de su luz-,
con todo eso, porque llegue
más sin mancha, más sin sombra
que la enturbie aún el más breve
rasgo suyo, de mi parte
le he de hacer cuanto pudiere
para darle esposa que
la alba, que aljófares vierte;
la aurora, que perlas llora;
el sol, que rayos espende
no puedan decir que fueron
más puros, más transparentes
viendo que alba, aurora y sol
compite, iguala y excede
en candor, lustre y pureza
su luz, su albor y su nieve.

DUDA:

¿Oyes?

LUCERO:

Sí, porque al oírlo
dudas y dudas aumentes.

ABRAHÁN:

Y siendo así que, a obediencia
de Dios, peregrino a verme
llego en tierra de Canán,
donde sus cultos le ofenden,
pues en la imagen de Belo
hizo un torpe amor que empiece
la idolatría, que a tanto
vil simulacro se extiende,
adorando en Baal el leño
frágil; en Baalín, el débil
barro; en Astarot, el duro
bronce; y en Moloc, el fuerte
hierro; en Dagón, oro y plata...

ABRAHÁN:

¡Oh ignorancia lo que puedes!
Pues no echas de ver que tú
más dios que tus dioses eres,
pues tú misma te los labras
de qué y cómo y cuando quieres.
En fin, viviendo hoy a vista
de tanto, tan indecente,
tan torpe y abominable
sacrílego inconveniente,
no quisiera ver mezclada
mi sangre con estas gentes,
sino que mi descendencia
de mi misma línea fuese,
de mi fe y mi religión.
Yo tengo, Eliazer, parientes
en Mesopotamia, que
de Sen, como yo, descienden
mayorazgo de Noé,
no de Caín, hijo rebelde
como éstos que hoy en Canán
la Ley Natural pervierten.

ABRAHÁN:

Nacor, de Taré, mi padre,
hijo (de quien la eminente
ciudad de Nacor tomó
el nombre que la engrandece),
hijos tuvo, y por mayor
a Batuel; y aunque déste
ni otros, por mi ausencia, no
sé que vivan, sé que puede
su fama darte noticias
de quién son sus descendientes.
Y así, hoy en Mesopotamia
con las joyas que te diere,
-galas, criados y camellos-,
has de ir, llevando poderes
para dar esposa a Isaac.

ABRAHÁN:

Mira si es justo que aprecies
la elección, pues desde luego
acepto la que trujeres;
que claro está que un criado
noble, sagaz y prudente,
por su misma estimación
traerá señora que llegue
él mismo a hacer vanidad
de servirla; que no tiene
el que obedece más lustre
que el dueño a quien obedece.

ELIAZER:

Agradecido, señor,
a tal honra, una y mil veces,
beso tus pies; y una y mil
revalido firmemente
el juramento, y que no
traiga esposa en quien hubiere
no digo idólatra mancha,
pero la menor, más leve
nota de infición alguna;
y tanto que...

ABRAHÁN:

No, no tienes
que asegurarlo tu nombre

lo asegura.
ELIAZER:

¿De qué suerte?

ABRAHÁN:

«Favor de Dios» significa;
y aunque el favor de Dios siempre
asiste a todo, no dudo...

ELIAZER:

¿Qué?

ABRAHÁN:

...que asiste especialmente
a esto de elegir esposa;
que han menester las mujeres
un favor particular
de Dios para que se acierte.
(Vanse los dos.)

LUCERO:

Ya la esperanza de que
con idólatra se mezcle
se nos ha perdido, Duda.

DUDA:

Pues no por aqueso cesen
nuestras calumnias, que yo,
del aire hija, velozmente
llegaré antes a Nacor,
donde cuando Eliazer llegue,
en casa de Batuel
introducida me encuentre
hasta ver qué nos declaran
estas sombras.

LUCERO:

Pues entiende,
si vas adelante, Duda,
que hay más de las que parecen.

DUDA:

¿Cómo?

LUCERO:

En la casa del padre
sin padres...

DUDA:

¿Qué te suspende?

LUCERO:

...criado Eliazer...

DUDA:

¿Qué te turba?

LUCERO:

...y en su gracia...

DUDA:

¿Qué enmudeces?

LUCERO:

...confirmado.

DUDA:

¿Qué te asombra?

LUCERO:

¿No le envía...

DUDA:

¿Qué te ofende?

LUCERO:

...a buscar...

DUDA:

¿De qué te aflijes?

LUCERO:

...esposa...

DUDA:

¿Qué te entristece?

LUCERO:

...para su hijo...

DUDA:

¿Qué dudas?

LUCERO:

...después que le hizo...

DUDA:

¿Qué temes?

LUCERO:

...jurar en sí...

DUDA:

¿Qué te pasma?

LUCERO:

...que es como...

DUDA:

¿Qué te estremece?

LUCERO:

...jurar por su sucesión?

DUDA:

Sí, pero deso ¿qué infieres?

LUCERO:

No sé, no sé. Ve tú, Duda,
pues en lo que en sí contiene
esa embajada, a mí sólo
el dudar se me concede,
que tú quizá lo verás.

DUDA:

Hasta que viéndolo deje
de ser duda, tiemble y dude...

LUCERO:

Yo, aun viéndolo, dude y tiemble...

DUDA:

...porque con eso se apague
el fuego que en mí se enciende.

LUCERO:

...y porque con eso en mí
el encendido se aumente.

DUDA:

Y así, hasta entonces...

LUCERO:

Y así,
hasta entonces, y ahora y siempre...

DUDA:

...vea y calle,...

LUCERO:

...arda y padezca...

LOS DOS:

...sienta, sufra, gima y pene.<poem>

CORO 1:

Pues sobre el vellón veréis cómo cuaja
su aljófar la aurora, sus perlas el alba.

CORO 2:

Pues sobre la mies veréis cómo esparce.

CORO 1:

Y todo porque se goce en Rebeca.

CORO 2:

Y todo porque en Rebeca se goce
la plata, la nieve, la aljófar y perlas;
sus frutos la tierra, sus flores el aire,
la púrpura, el oro, el fruto y las flores.

AMBOS Y CORO:

Y todo porque se goce en Rebeca
la plata, la nieve, la aljófar y perlas.

LEVÍ:

Pardiez, Batuel, que el día
que con Rebeca a estos prados
a ver mieses y ganados
venís, es tal la alegría
de todos sus moradores
que dejando las cabañas
descienden de las montañas
a coronarla de flores.

BATUEL:

Guárdeos, amigos, el cielo.

REBECA:

Y a mí razones me dé
para agradecer la fee
y amor con que vuestro celo
me festeja, sin que en mí
haya más superior muestra
que ser una amiga vuestra.

CELFA:

No digas tal, que hay en ti
sola excelencias más bellas
que hay en todas.

LAURO:

Y no ha sido
tanto haberlas vos tenido
cuanto confesarlo ellas.

TEUCA:

¿Por qué, necio?

LAURO:

Porque no
se vio mujer que, envidiosa,
confiese que otra es hermosa.

HABRA:

Porque veas tu error, yo
tengo de ser la primera
que desta florida falda
para hacerla una guirnalda
desnude la primavera.

(Va cogiendo algunas flores y tejiendo una guirnalda con las que le van ofreciendo.)
RUBÉN:

Para que yo tenga parte
en ella, pon de la mía
esta flor con quien el día
su primer albor reparte.

HABRA:

¿Qué flor es?

RUBÉN:

De Jericó,
de varias virtudes llena.

TEUCA:

De la mía esta azucena.

LEVÍ:

Y añada este lirio yo.

CELFA:

Yo, esta vara de Jesé.

LAURO:

Yo, por más bella y hermosa,
la púrpura desta rosa.

MÚSICO 1:

Yo este jazmín te daré,
símbolo de la pureza.

MÚSICO 2:

Yo, este dorado alhelí
de los campos de Engadí.

HABRA:

Dignos son de su belleza
primores a quien humilla
el sol su luz. ¿Tú no das
flor?

BATUEL:

De mi parte pondrás,
Habra, aquesta maravilla.

HABRA:

Yo, para tejerla, hojas
será justo que aperciba
de palma, cedro y oliva,
moradas, verdes y rojas,
(Muestra hecha la guirnalda, y llega a ofrecérsela.)
con que ya nuevo iris fue
que listó el alba serena,
flor de Jericó, azucena,
lirio y vara de Jesé,
alhelí, jazmín y rosa,
maravilla, cedro, palma,
y oliva, con vida y alma
te ofrecen, Rebeca hermosa,
estos prados; y no en vano,
pues su amenidad fecunda
bien en ti sus copias funda;
y así diga el aire ufano:
(Canta.)
Rebeca, estas flores bellas...

MÚSICOS:

Rebeca, estas flores bellas...

HABRA:

...que te dan nuestros amores,...

MÚSICOS:

...que te dan nuestros amores,...

HABRA:

...siendo en nuestro prado flores,...

MÚSICOS:

...siendo en nuestro prado flores,...

HABRA:

...serán en tu cielo estrellas.

MÚSICOS:

...serán en tu cielo estrellas.

(Pónenla la guirnalda.)
REBECA:

Yo las acepto corrida
de tan altos intereses,
que el ser vosotros corteses
no es ser yo desvanecida.

BATUEL:

Ya que tanto vuestro amor
la honra, su virtud laureando,
venid cantando y bailando.

TODOS:

Norabuena.

REBECA:

Yo, porque
hasta volver a Nacor
no penséis que me prefiera,
hoy con todas la primera
en vuestro baile entraré.

HABRA:

Si en nuestra humana fortuna,
Rebeca, a entrar te acomodas,
pareciendo como todas
lucirás como ninguna.

TEUCA:

Con todos, sin confianzas,
entra en el baile.

BATUEL:

Atención,
que quizá mudanzas son
misteriosas sus mudanzas.

MÚSICOS:

Al esquilmo, al esquilmo, zagalas,
a ver maridajes de nieve y de plata.

(Bailando, caen RUBÉN y CELFA.)
CELFA Y RUBÉN:

¡Ay de mí!

BATUEL:

¿Qué ha sido?

RUBÉN:

En un hoyo aquí escondido
Celfa y yo hemos caído.

TODOS:

No cese el baile por eso.

MÚSICOS:

A la siega, a la siega, zagales,
de púrpura y oro a ver maridajes.

(Bailan, y caen LEVÍ y HABRA.)
LEVÍ:

Yo también, aunque me pese,
caí.

HABRA:

Y yo tras ti.

BATUEL:

No entiendo
qué es el ir todos cayendo.

TODOS:

No por eso el baile cese.

MÚSICOS:

Pues sobre el vellón veréis cómo cuaja
su aljófar la aurora, sus perlas el alba.

(Caen LAURO y TEUCA.)
LAURO:

En el baile de la vida
nadie diga no cayó.

TEUCA:

Yo también caí, pero no
por eso el baile se impida.

MÚSICOS:

Pues sobre la mies veréis cómo esparce
sus frutos la tierra, sus flores el aire.
Y todo porque se goce en Rebeca
la plata, la nieve, aljófar y perlas.

(Sale la DUDA como acechando.)
DUDA:

Y todo porque se goce en Rebeca
la plata, la nieve, aljófar y perlas.
¿Qué privilegiados modos
en Rebeca pueden ser
cuando yo la llego a ver
igual en el baile a todos?

MÚSICOS:

Y todo porque en Rebeca se goce...

REBECA:

(Va a caer REBECA y da en brazos de la DUDA.)
¡Favor, cielos!

BATUEL:

¡Qué temores!
¿Ha caído Rebeca?

DUDA:

No, que como a tenerla acuda
sólo tropezó en la Duda
de si cayó o no cayó.

BATUEL:

¿Y quién eres tú, zagala,
que a aquese tiempo llegaste?

DUDA:

Para conocerme baste
ver que ninguna me iguala
en los deseos de ser
la que más te haya servido.

BATUEL:

Y te estoy agradecido.
De cuanto hayas menester
que te soy deudor confieso.

TODOS:

Aunque nuestra ama haya sido
la que sola no ha caído,
no cese el baile por eso.

MÚSICOS:

Al esquilmo, al esquilmo, zagales,
a ver maridajes de nieve y de plata.

(Éntranse todos cantando y bailando.)
DUDA:

¡Ay infelice de mí!
¿Dónde irán mis esperanzas
si donde la duda intenta
saberlas es ignorarlas?

DUDA:

Por templar las ansias mías
consultar quise las altas
ciencias del Lucero, y no
tan sólo templó mis ansias,
mas las encendió de suerte
que a mayor número pasan
del que padeció en aquella
primer duda mi ignorancia.
Dígalo que de una en otra
tanto una de otra se enlazan
que más que dejé en Canán
encuentro en Mesopotamia.
¿Qué mujer es ésta, cielos,
a quien todo el valle aclama,
por su gracia y su hermosura
llena de hermosura y gracia?

DUDA:

Su nombre en idioma hebreo,
pues que Rebeca se llama,
«fecundidad» significa;
a que el de su padre añada,
Batuel, «filiación de Dios»,
con que ambos juntos declaran
«hija de Dios» y «fecunda
madre»; y esto donde tratan
hallar para Isaac esposa.
Montes, valles, golfos, playas,
cielos, sol, luna y estrellas,
fieras, peces, aves, plantas,
aire, agua, tierra y fuego,
para una deuda que falta
atención os pido: ¿cómo
si lo que más sobresalta
al Lucero es pensar que
todas las sombras pasadas
son en orden a que venga

DUDA:

(según aquella palabra
tantas veces repetida)
la salud que el mundo aguarda,
y ésta ha de nacer de madre
virgen, le asombran y espantan
señas de esposa fecunda
y no las de madre intacta
en la señas de Rebeca?
Mas ¡ay!, que las sombras pasan
como sombras, y que de
un rasgo, un viso, les basta
para que dude la Duda
en qué ha de fundarse...

ELIAZER:

(Dentro.)
En nada
discurras...

DUDA:

¿Qué es lo que escucho?

ELIAZER:

(Dentro.)
...hasta que sepas la causa.

DUDA:

¿Qué oráculo es éste, cielos?

ELIAZER:

(Dentro.)
Y así, al pie desta montaña
y a la vista de Nacor,
que alto los camellos hagan
di a Simplicio.

SIMPLICIO:

(Dentro.)
¿Para qué?
Tú que se lo digas basta,
pues es tan bestia un camello
que hará lo que tú le mandas.

DUDA:

¿Acaso fue que éste es
Eliazer? Aquí doblada
quede al discurso la hoja
hasta otra ocasión. ¡Oh claras
luces, doleos de mí,
y llegue a figuras tantas
lo figurado, porque
la Duda de dudas salga!

(Vase. Y salen ELIAZER y SIMPLICIO.)
ELIAZER:

Aquí, en tanto que declina
el sol, podremos sus señas
templar al pie destas peñas
defendidas de sus plantas.

SIMPLICIO:

¿Y es toda la causa ésa
con que al fin de una jornada
tan penosa te detienes
a vista de la posada?
¿No es mejor, pues que tan cerca
está la ciudad, que vayas
a descansar de una vez?

ELIAZER:

No, que de la tropa faltan
algunos, que se han quedado
atrás; y quiero a la entrada
de Nacor que vamos juntos,
que el séquito es circunstancia
tal vez a la estimación.
Mira tú si acaso hay agua
por aquí, que traigo sed.

SIMPLICIO:

Yo también; y aunque buscarla
quiera, no sé si sabré,
que es acción para mí extraña
buscar agua; mas con todo
iré a ver si alguna clara
fuente me dice: bébeme.

ELIAZER:

Señor, Abrahán me manda
que le lleve a Isaac esposa
no sólo digna de su fama,
su sangre, fe y religión,
pero aún digna a la esperanza,
a la palabra que vos
le habéis dado. A mí me encarga
esta elección, y sin vos
¿cómo podré yo acertarla,
pues si vos no lo dais todo
yo por mí no valgo nada?

ELIAZER:

A vista estoy de Nacor
donde entrar no quise hasta
hablar primero con vos.
Aquí la ilustre prosapia
de Sen descendiente habita:
dadme señal que me haga
capaz de mejor empleo;
y en fe desta confianza,
dame luz. Pero ¿qué es esto?
¿Cuando os pido luz, me asaltan
sombras del sueño? ¿De cuándo
acá, Señor, vuestra gracia
dio piedras a quien pidió
pan? Mas, ¡ay!, que es ignorancia
pensar que vos no dais siempre
lo mejor. Y cuando haya
sequedad en vos, será
por estar en mí la falta.

ELIAZER:

Vos sois vos, y yo soy yo;
medid la inmensa distancia
y pues pedí luz, y dais
sombras, quizá esas me bastan.

(Recuéstase en el suelo; y en el carro que en sus cuatro fachadas tendrá cuatro nichos, aparece en el primero el ÁNGEL. Y dando vuelta, aparece en el segundo ADÁN, vestido de pieles. En el tercero ABEL, de zagal, con su sacrificio de un cordero. Y en el cuarto DAVID con su harpa y corona; cantando cada uno los versos que le tocan a su tiempo.)
ÁNGEL:

(Canta.)
Atiende, Eliazer, a mi voz.

ELIAZER:

¿Quién me nombra,
equivocando la luz y la sombra?

ÁNGEL:

(Canta.)
Quien viene a advertirte la suma importancia
que incluye el misterio de las bodas que tratas.
Esposa para Isaac buscas,
de cuya progenie clara
Segundo Isaac la infinita
deuda de Adán satisfaga.
Y para que te enternezcan
las voces con que le llama
oye, advirtiendo que el llanto
es para Dios consonancia.

(Da vuelta, y aparece ADÁN.)
ADÁN:

(Canta.)
Pequé, Señor; y pues mi ser no basta
a restaurar mi ser, Tú le restaura.
Infinita fue mi culpa
y así es forzoso que haya
satisfacción infinita;
y pues yo no puedo darla,
lluevan las nubes al justo;
dé sus rocíos el alba;
y para que al salvador
produzga, la tierra se abra.

ÉL Y MÚSICOS:

Pequé, Señor; y pues mi ser no basta
a restaurar mi ser, Tú le restaura.

(Da vuelta, y aparece ABEL.)
ABEL:

(Canta.)
Señor, mi voz en púrpura bañada,
invoca tu piedad, no tu venganza.
De Abel, que como cabeza
de predestinados te habla,
escucha en música el eco
con que llora lo que canta.
Por tu salud salvador
es el nombre que te ensalza.
¿Qué menor memorial puede
dar a tu fe mi esperanza?
Y pues tu hijo ha de ser
la salud que el mundo aguarda,
danos, Señor, a tu hijo,
a cuya piadosa instancia...

ÉL Y MÚSICOS:

...mi voz, Señor, en púrpura bañada,
invoca tu piedad, no tu venganza.

(Da vuelta, y aparece DAVID.)
DAVID:

De Abrahán, Isaac y David
será tu noble prosapia;
y pues de ellos oíste el llanto,
oye de David el harpa.
(Canta.)
Señor, que desde el trono de las alas
del querubín a Israel riges y mandas,
descienda tu gran poder
y ven adonde nos hagas
salvos. Muéstranos, Señor,
tu faz dulce, afable y mansa.
Dios eres de las virtudes:
convierte nuestra desgracia
en virtud tuya; y de nuestra
común infición nos salva.

ÉL Y MÚSICOS:

Señor, que desde el trono de las alas
del querubín a Israel riges y mandas.

(Dan vuelta los cuatro sin pararse, pasando cada uno con sus versos, cantando con toda la MÚSICA.)
LOS 4 Y MÚSICOS:

Atiende, Eliazer, a la suma importancia
que incluye el misterio de las bodas que tratas.

ÁNGEL:

La señal que al cielo pides
será en aquestas montañas...

ADÁN:

...la serrana que halles más
liberal, piadosa y franca.

ABEL:

Que así conviene que sea
aún la sombra de quien nazcan...

DAVID:

...luz de luz, y Dios de Dios,
al mundo sus esperanzas.

LOS 4 Y MÚSICOS:

Atiende, Eliazer, a la suma importancia
que incluye el misterio de las bodas que tratas.

(Con esta repetición se cierran las apariencias.)
ELIAZER:

Rara visión misteriosa
oye, espera, escucha aguarda.

SIMPLICIO:

(Sale.)
¿Qué es esto? ¿Con quién das voces?

ELIAZER:

Yo con nadie. ¡Oh soberana
visión! Mas disimular
es preciso. ¿Traes el agua?

SIMPLICIO:

No, señor, que en toda esta
tierra de Nacor no se halla
sino solamente un pozo
que está no corta distancia
de la ciudad; y no habiendo
con que yo pueda sacarla,
mal traerla puedo. Pero
al caer el sol serranas
dicen que por agua vienen,
y como tú al pozo vayas
-pues ya es hora que el sol trueque
sus luces a sombras pardas-
ellas darán a tu sed
alivio.

ELIAZER:

A qué parte caiga
no sé.

SIMPLICIO:

Yo tampoco, que esto
un villano que pasaba
me dijo. Mas oye, espera...

ELIAZER:

¿Qué es?

SIMPLICIO:

...que parece que cantan.

(Salen cantando, cada un TEUCA, HABRA, CELFA y REBECA, trayendo las tres sus cantaricos con diversas flores; y REBECA con solas azucenas. Habrá en un carro un brocal de pozo, con su carrillo y cuerda.)
HABRA:

(Sale.)
A estas horas al pozo mi amor me saca.
¿Quién ha visto del fuego tercera al agua?

CELFA:

(Sale.)
Si me llevan mis celos por agua al pozo,
¿de qué sirve que sean fuentes mis ojos?

TEUCA:

(Canta.)
Aunque voy al pozo no voy por agua,
porque son del viento mis esperanzas.

REBECA:

(Canta.)
Porque no pueda decir
nadie que humildad me falta
ni que me excepto de hacer
lo que las demás zagalas,
con ellas iré.

ELIAZER:

Tras ellas
ven, que al pozo es fuerza vayan.

REBECA:

(Canta.)
Con el sol y el aire perdí mi color;
hácenlo de envidia el aire y el sol.

(Las 4 cantando.):

Cantarico que vas a la fuente,
no te me quiebres, que no te me quiebres;
porque lloraré, lloraré si me faltas
y tristes los dos volveremos a casa:
tú sin el agua y yo con el agua.

(Corre HABRA y toma la cuerda.)
HABRA:

Yo he llegado la primera,
y así la primera...

TEUCA:

Aguarda,
que viene Rebeca allí
y el lugar debemos darla.

CELFA:

Llega, Rebeca.

REBECA:

No, amigas,
no alteréis la antigua usanza
de que antes llene quien antes
llegue; que no sé que haya
privilegio en mí. El pasado
festín que me hicisteis basta.
Yo he llegado la postrera.

TEUCA:

¿Qué importa si en ti se rasga
la ley general de todas?

(Sale la DUDA.)
DUDA:

¿Qué importa, si en ti se rasga
la ley general de todas?
No hay acción, voz o palabra
que, si la reparo, nueva
duda a la Duda no traiga.

REBECA:

Nadie me ha de preferir
en humildad. Y así, vayan
llenando como vinieron.

HABRA:

Yo lo haré, pues tú lo mandas.

TEUCA:

Todas te obedeceremos.

CELFA:

Y presto, al ver que tú aguardas.

ELIAZER:

Zagala hermosa, un cansado
peregrino, a quien el ansia
de la sed aflige, os ruega
que le deis un poco de agua.

(Retirada la DUDA, llega HABRA al pozo; hace como que saca agua, y, al irse, pasa por delante de ELIAZER; y así las demás.)
HABRA:

Veis la prisa que hay, y que
si os la doy es fuerza que haga
otro camino. Dejadme
pasar.

ELIAZER:

Ved.

HABRA:

No he de oiros nada;
y si el divertiros vuestra sed causa
(Canta.)
¿quién ha visto del fuego tercera al agua?

(Vase.)
SIMPLICIO:

Esta es por quien se dijo,
pues las orejas se tapa
y no da agua, que no vale
sus orejas llenas de agua.

ELIAZER:

(A CELFA.)
Decid vos, zagala bella,
si en vos más piedad se halla,
¿queréis darme de beber?

CELFA:

Eso me parece gana
de conversación. Id, pues,
norabuena.

SIMPLICIO:

Noramala
esperé yo.

ELIAZER:

No es, por Dios,
sino...

CELFA:

Eso también me agravia,
que si el verme no templa vuestros enojos
(Canta.)
¿de qué sirve que sean fuentes mis ojos?

(Vase.)
ELIAZER:

(A TEUCA.)
Beldad deste valle hermosa,
compadézcaos la tirana
sed de un triste pasajero.

TEUCA:

Ahí está el pozo; templadla
en él, que es corta vasija
aquesta para sed tanta.
Y con agua no puedo serviros en nada
(Canta.)
porque son del viento mis esperanzas.

(Vase.)
DUDA:

Sólo Rebeca ha quedado,
sin que en ninguna de cuantas
pasaron primero que ella
remedio hallasen sus ansias.
¡Oh, si ella también con todas
pasase sin remediarlas!

ELIAZER:

Rara hermosura, Simplicio.

SIMPLICIO:

Y tan bellamente rara
que con no entender de hermosas
los mentecatos, me pasma.

ELIAZER:

No sé cómo a hablarla llegue,
según el temor me causa
su reverencial respeto,
si no es postrado a sus plantas.

DUDA:

Aquí de mis atenciones,
que, aunque es la hora que el sol baja,
bien veré, pues veo que en serlo
aun hay también circunstancia,
pues hasta el anochecer
tiene hoy privilegio de alba.
(Llega con humillación.)

ELIAZER:

Divina beldad, en quien
sola estriba mi esperanza,
pues favor ninguno alcanza
en cuantas pasar se ven
delante de ti, que den
alivio a mi sed, intento
hoy tus piedades, atento
a que obra, puesto a tus pies,
de misericordia es
dar de beber al sediento.
(De rodillas.)
Y no en vano hallar abrigo
en ti espera mi desgracia
pues muestras, llena de gracia...

MÚSICOS:

(Dentro.)
Llena de gracia.

REBECA:

¿Qué?

ELIAZER:

...que el Señor es contigo.

MÚSICOS:

(Dentro.)
El Señor es contigo.

DUDA:

En vano a entender me obligo
ni plática ni canción.

REBECA:

Joven, cuya voz y acción
turbar me han hecho (porque
nunca hasta agora escuché
tan nueva salutación):
gracia el agua es; si ésta quieres,
toma.
(Dale el cantarillo.)

ELIAZER:

Pues que la negaron
las mujeres que pasaron
y tú la das, bendita eres...

MÚSICOS:

Bendita eres...

ELIAZER:

...entre todas las mujeres.

MÚSICOS:

...entre todas las mujeres.

ELIAZER:

Y aun cesando mi discordia,
bendito con tal concordia
será el fruto de tu vientre.

MÚSICOS:

Será el fruto de tu vientre.

ELIAZER:

Pues quiere Dios que te encuentre
madre de misericordia.

MÚSICOS:

Madre de misericordia.

(Bebe, y vuelve a poner las azucenas en la jarra, y déjala en el suelo entre los dos.)
ELIAZER:

En tu gracia y hermosura
dulzura los ojos vieron,
vida los ojos tuvieron,
luego fue en su nieve pura
tu piedad, vida y dulzura.

MÚSICOS:

Vida y dulzura.

ELIAZER:

Siendo como en primer muestra
tu liberalidad maestra
no sólo esperanza mía,
pero hablando en compañía
del mundo, esperanza nuestra.

MÚSICOS:

Esperanza nuestra.

DUDA:

La gracia que en nadie halló
el sediento peregrino
a hallarla en el barro vino
de agua que Rebeca dio.
Gracia, agua y barro, ¿quién vio
igual enigma? Él, «Ayuda
de Dios»; «fecunda», ella. Muda
de aquí huya, que ¡ay de mí!,
no está bien la duda aquí,
que aquí no puede haber duda.
(Vase.)

REBECA:

Otra vez, joven no sé
qué responderte turbada;
mas el agua es, como dije,
en quien se explica la gracia
(pues en agua podrá ser
que algún día se reparta),
no sólo a ti alcance, pero
a todos los demás. Llama
a tus compañeros: beban.
Y porque veas que alcanza
mi piedad no sólo a toda
la naturaleza humana,
pero aun a la universal,
de aquí no he de faltar hasta
que bagajes y camellos
beban, agotando el agua
a ese pozo.
(Toma el cantarillo.)

ELIAZER:

No podrás,
que si te sirve al sacarla
su cristal de no manchado
espejo, con dicha tanta
crecerán sus manantiales
tanto, que perenne le hagan
por ti pozo de aguas vivas.

SIMPLICIO:

Bien aquí el adagio encaja
de dar el gozo en el pozo.

(A SIMPLICIO. Y él se va.)
REBECA:

¿Qué esperas? Tus gentes llama,
que allí las pilas están
donde su sed satisfagan.
Y después que hayan bebido
hombres y brutos, mi casa
(que, aunque no soy dueño della,
tengo del dueño la gracia
para hospedar peregrinos)
te daré, mientras descansas,
decente albergue.

ELIAZER:

¿Quién eres,
sepa, deidad soberana?

REBECA:

Rebeca, de Nacor nieta,
que a esta ciudad nombre y fama
dio; y hija de Batuel, su hijo.

ELIAZER:

Vuelva a besar tus plantas,
y ya con nueva razón.

REBECA:

¿Cómo?

ELIAZER:

Como de la casa
de Abrahán, tu tío, criado
soy.

REBECA:

Pues ¿a qué es tu jornada?

ELIAZER:

A buscar a Isaac, su hijo,
esposa de su prosapia,
su religión y su fe,
en quien no haya caído mancha
de bárbara idolatría.
Y a ser mi ventura tanta
que tú me dieses licencia
(al concurrir en ti tantas
premisas como me dicta
en lo benigna, lo blanda,
sin el ruido de la voz,
con el silencio del alma,
no sé qué lejana luz...)
quizá...

REBECA:

No prosigas. Basta:
(Yéndose.)
yo no tengo voluntad.
Con mi padre, huésped, habla,
que yo sólo he de decir,
no como hija, como esclava,
siempre atenta a su obediencia,
que su voluntad se haga.

ELIAZER:

Oye, escucha.

REBECA:

¿Qué me quieres?
Di.

ELIAZER:

Que en fe de la esperanza
de esa tácita licencia
me des otra.

REBECA:

¿Qué demandas?

(Saca unas cajas de joyas.)
ELIAZER:

Estas joyas que en el pecho
mi cuidado reservadas
tray, por más preciosas que otras,
permitas darte, no en paga
sino en feudo, y feudo que
quizá algún misterio guarda.

REBECA:

¿Cómo?

ELIAZER:

Como son, señora...

REBECA:

Prosigue.

ELIAZER:

...unas arracadas
y unas ajorcas. Y siendo
tú tan piadosa y tan franca,
y ellas de manos y oídos
prendas, es justo aceptarlas
porque dejen en zarcillos
y manillas adornadas
las manos de la franqueza,
los oídos de la gracia.

REBECA:

Aunque nunca interesable
fui, no sé qué afecto manda
que las admita.

ELIAZER:

Y en que hable
a tu padre en la pasada
plática, ¿qué dices?

REBECA:

Digo
lo que antes dije; que esclava
soy más que hija en la obediencia:
que su voluntad se haga.
Él es de mi voluntad
el señor; y así a su amor
sólo dirá mi humildad:
esclava soy del Señor,
cúmplase su voluntad.

(Vase; y sale la DUDA como oyendo a lo lejos.)
MÚSICOS:

Esclava soy del Señor,
cúmplase su voluntad.

ELIAZER:

Por lo menos ya la tuya
tengo; y hago lo que mandas,
señor, pues elijo esposa
liberal, piadosa y blanda.
Dígalo, tras la piedad
del socorro y del favor,
oír que dice su humildad

ÉL Y MÚSICOS:

Esclava soy del Señor,
cúmplase su voluntad.

DUDA:

¿Esclava soy del Señor,
cúmplase su voluntad?
¿Qué resignación es ésta,
sobre ver que la agasaja,
y a toda su gente haciendo
que su sed se satisfaga,
bien como la tierra cuando
bebe el rocío del alba?
A su casa le encamina,
con que es fuerza la doblada
hoja desdoblar agora,
y aún con más vehemente causa,
como si el Lucero...

(Sale el LUCERO.)
LUCERO:

¿Qué me quieres?

DUDA:

No te llamaba,
pero a buen tiempo has venido.

LUCERO:

No puedo sufrir mi rabia,
ya que el cielo aun en los visos
de luz que por aquí anda
no quiere que asista, que
deje de buscarte. Saca
de confusiones mi pecho:
di qué has visto.

DUDA:

Mucho y nada:
nada porque no lo entiendo;
y mucho porque me pasma.
Y pues nada y mucho era
lo que aquí contigo hablaba
ausente, presente escucha.
¿Cómo, si te sobresalta
pensar que en Segundo Isaac
la salud del mundo nazca,
te afligen señas de esposa
y no madre?

LUCERO:

¡Ay!, que no alcanzas
que madre y esposa es
la que me asombra y me espanta,
magnificada en Rebeca.

DUDA:

Madre y esposa, ¿contraria
cosa no es?

LUCERO:

No, Duda.

DUDA:

¿Cómo?

LUCERO:

Como... (¡qué angustia, qué ansia,
al prevenirlo me yela
y al pronunciarlo me abrasa!)
...como cuando la salud
venga al mundo temo que haya
Virgen Madre y casta esposa
en un supuesto; pues clara
cosa es que, si se concibe
en purísimas entrañas,
celebre bodas con toda
la naturaleza humana.
Conque de esposa y de madre
una y otra seña se hallan
en Rebeca, pues, «fecunda»,
concurren en ella entrambas;
y más si Batuel acepta
en lo que ya Eliazer habla.

DUDA:

No lo dudes, pues alegre
en oyéndole le abraza,
participando no sólo
a su familia y su casa,
pero a toda la ciudad
de Nacor y sus montañas,
de las bodas de Rebeca
la dicha, porque la aplaudan
festivos.

LUCERO:

Y tan veloz
el tiempo por los dos pasa,
que procediendo en su curso
parece que se adelanta.

DUDA:

No es eso solo, sino
que alegóricos fantasmas
ni tiempo ni lugar tienen.
Esto asentado, repara
que con joyas del esposo
(que son sus virtudes altas),
ya la esposa se enriquece...

DUDA:

...ya apercibe la jornada...

LUCERO:

...ya todos los moradores
deste valle la acompañan.

DUDA:

Y por su ausencia y su empleo
a un tiempo lloran y cantan.

LUCERO:

Ya a Mesopotamia dejan...

DUDA:

...ya a tierra de Canán pasan.

LUCERO:

¡Cuánto el tiempo se apresura!
{{Pt|DUDA:|
¡Cuánto para penas tarda!v

LUCERO:

Ya un criado, por ganar
las albricias, con las alas
del amor ligero vuela...

DUDA:

...ya entra dentro de su casa...
ya Abrahán y Isaac, oyendo
la esposa que Eliazer traiga,
el contento a recibirla
hace que al camino salgan.
(Dentro, grita y instrumentos.)

}}
DUDA:

Ya a vista unos de otros, se
saludan en voces altas.

LUCERO:

¡Quién, por no oirlo, no oyera!

DUDA:

¡Quién, por no verlo, cegara!

(Salen, por otra parte, en tropa, zagales bailando; y detrás, ABRAHÁN y ISAAC; y por otra, zagalas; y detrás, REBECA y ELIAZER, cantando y bailando.)
MÚSICOS CORO 1:

Sean para en uno...

CORO 2:

...para en uno sean...

CORO 1:

...el galán Isaac...

CORO 2:

...y la hermosa Rebeca.

TODOS:

Sean para en uno,
para en uno sean.

TEUCA:

Cúmplales el cielo
que goce la tierra
el dichoso fruto
de su descendencia.

TODOS:

Para en uno sean.

HABRA:

Y pues él es «risa»,
«fecundidad» ella,
sus campos se vean.

TODOS:

Para en uno sean.

CELFA:

Gozando felices
fecundos y alegres
de Dios las promesas,
siendo unas sus bodas
dos sentidos tengan.

TODOS:

Para en uno sean.

SIMPLICIO:

Cuenten su familia
del sol las estrellas;
ganados y mieses
del mar las arenas.

MÚSICOS Y TODOS:

En ella explicada
la naturaleza,
y en él la concordia
de Cristo y la Iglesia.
Sean para en uno,
para en uno sean
el galán Isaac
y la hermosa Rebeca.

ABRAHÁN:

Mil veces felice el día,
hija y sobrina, que el alma
vio tu perfección, en quien
las ideas se retratan
de algún cántico que diga
que antes del siglo criada
fuiste a no dejar de ser.

ISAAC:

Y más feliz cuando añada
que del Líbano los cedros
y que de Cadés las palmas
y cipreses de Sión
han de mirarte exaltada
entre las demás, bien como
la rosa entre esotras plantas
y el lirio entre las espinas.

REBECA:

Más dichosa, más ufana
diré yo: feliz el día
que, obedeciéndote esclava,
llegué a coronarme reina
porque hallé en tus ojos gracia.

ISAAC:

Toda es perfecta mi esposa.

REBECA:

Todo es mi amante gala.

ISAAC:

¡Qué felicidad!

REBECA:

¡Qué dicha!

DUDA:

¡Qué veneno!

LUCERO:

¡Qué rabia!

ABRAHÁN:

Eliazer, dame los brazos.
Bien juramento y palabra
cumpliste.

ELIAZER:

El cielo, señor,
que favorece tu causa,
me dio la luz deste acierto.

SIMPLICIO:

¿Y a mí no me dices nada?

ABRAHÁN:

A ti y a todos, los brazos
doy. Venid donde os aguarda
el prevenido banquete
destas bodas.

DUDA:

Si, mezclada
con todas, llega a su mesa
yo viciaré sus viandas.

LUCERO:

Bien harás, Duda, porque
si tu veneno derramas,
principalmente en el plato
del cordero de su Pascua,
bien vengados quedaremos.

ABRAHÁN:

Entrad todos, que mi casa
para todos está abierta
y a todos la mesa franca
sin excepción de personas.

SIMPLICIO:

Aquesta es una palabra
que está gozando de Dios.
Vaya de música.

TODOS:

Vaya.

MÚSICOS:

Sean para en uno,
para en uno sean
el galán Isaac
y la hermosa Rebeca.

(Con esta repetición se entran cantando y bailando todos; y al entrar tras ellos la DUDA, se pone a la puerta ELIAZER.)
LUCERO:

Pues yo no puedo, entra tú.

(Vase.)
ELIAZER:

¿Dónde vas? Espera, aguarda.

DUDA:

¿Por qué, si aqueste convite
a nadie excepta, la entrada
me niegas?

ELIAZER:

Porque la Duda
no puede entrar en la casa
de Abrahán, que de creyentes
es padre; y la fe se ensalza
en él, pues fe de Abrahán
se dice por alabanza;
y así qué hacer la Duda
no tiene.

DUDA:

Sí tiene. Aparta,
que Rebeca en mí cayó.

ELIAZER:

Que fue a caer cosa es clara;
que cayó, no.

DUDA:

¿De Nacor
no lo dice la montaña,
donde al brocal de su pozo,
como las demás, por agua
iba?

ELIAZER:

Como las demás,
por la humildad que la exalta,
mas no por la servidumbre;
dígalo el ser para tantas
pozo de aguas muertas, pues
ninguna hizo della gracia,
y para ella de aguas vivas,
pues la hizo ella. Y si no basta
que sea de aguas vivas pozo,
vuelve a esta fuente la cara,
verás que la venidera
Rebeca, que ésta señala,
siendo pozo de aguas vivas,
es también fuente sellada.

(Ábrese en un carro, que será un jardín, los bastidores, y se ve en medio una fuente y en ella una NIÑA, vestida de Concepción.)
DUDA:

¿Quién eres, hermosa niña,
en quien la Duda se pasma?

NIÑA:

Soy la segunda Rebeca
pues, fecundamente intacta,
convendrá en mí lo «fecunda».
Y si ella en el pozo daba
de beber al peregrino,
yo en aquesta fuente clara,
cuyos siete caños son
sacramentos de la gracia.

DUDA:

¿Qué importa, ¡ay de mí!, qué importa
lo que me asustas y espantas
si en ti también sabré hacer
que haya duda en...

ELIAZER:

Calla, calla.

DUDA:

...En... No puedo proseguir.
...En... Mi veneno me mata.
Víbora soy de mí misma
pues me revienta la saña
de mi ponzoña. ¿Quién, cielos,
le quitó a la Duda el habla,
que ya en vano articular
puede ni voz ni palabra?
Silencio han puesto a la Duda.
¡Lucero!

(Sale el LUCERO.)
LUCERO:

Pues si tú callas,
hable yo. Cuando esa fuente
supla a aquel pozo la falta
dando en Rebeca alusión
a quien me postre a sus plantas,
por lo menos de Isaac
no me darás otra estampa.

ELIAZER:

Sí daré. Vuelve los ojos;
verás en la misma estancia
del sacrificio de Isaac,
donde Calvario se llama
el Monte de la Visión,
el Segundo Isaac, cargada

(Vuelve a abrirse el carro del sacrificio, y vese, donde estuvo ISAAC, un NIÑO de Pasión, con la cruz a cuestas.)
también la leña en el hombro.
NIÑO:

Esa fue, Duda, la causa
de llevar la leña al monte;
porque el que haz era en su espalda
veas que es cruz en la mía.

DUDA:

Y ésa, la ciega ignorancia
en que yo prevariqué.
Y pues ya me desengañan
la figura y figurado,
bien puedo cobrar el habla
pasándome a ser certeza
de ser Duda.

(Pasa al lado de ELIAZER.)
LUCERO:

Aunque te hagas
certeza, presto a dudar
volverás, cuando ofuscada
mi imaginación pretenda
saber qué cordero haya
que supla por él.

(Ábrese el tercer carro, y vense en él a ISAAC y REBECA a una mesa en que habrá un cordero, que a su tiempo se esconde, quedando en su lugar Hostia y Cáliz.)
ELIAZER:

El que
es hoy la legal vianda
de las mesas de su boda;
o escucha lo que les cantan.

MÚSICOS:

Cordero sacrificado
vio en Primero Isaac el mundo;
y hoy en el Isaac Segundo
ve figura y figurado.

ELIAZER:

Aquel cordero legal
que con lechugas amargas
(símbolo de penitencia)
en el fasé de su pascua
se comía (porque nadie
sin penitencia le alcanza)
es el que sostituyendo
a Isaac en cuchillo y llama
dejó la divinidad
viva, muriendo en el ara
tan sola la humanidad.

LUCERO:

Eso sólo de Adán salva
la culpa, mas no que el hombre
(ya que de la común salga)
salga de la actual también.

ELIAZER:

Sí hace, que en sí incluye y guarda
sacramento con que puede
restituirse a la gracia
con nuevos aumentos.

LUCERO:

¿Qué sacramento?

(Escóndese el cordero y vense Cáliz y Hostia.)
ISAAC:

Esta Hostia blanca
debajo de cuyo velo,
convertida la substancia
de pan y de vino en carne
y sangre con vida y alma,
alma y vida, cuerpo y sangre
quedarán sacramentadas
del Segundo Isaac; con que
llegó el tiempo en que se abra
aquel seno de Abrahán
donde los justos descansan,
dándole el nombre su fe,
siendo su lóbrega estancia
depósito de creyentes;
y viendo que su esperanza
se va disponiendo en sombras,
escucha sus alabanzas.

(Vuelve a abrirse el primer carro con ADÁN, ABEL y DAVID en sus nichos; y ABRAHÁN en el que estuvo el ÁNGEL.)
MÚSICOS:

Cordero sacrificado
vio en Primero Isaac el mundo
y hoy en el Isaac Segundo
ve figura y figurado.

ABRAHÁN:

Felice yo, que este seno,
con los que en él me acompañan,
veré iluminar el día

ADÁN:

que el sol de sus sombras nazca.

(Dando vuelta el carro, cada uno con sus versos.)
DAVID:

Felice yo, que llegué
a ver mi culpa borrada.

ABEL:

Felice yo, que el primero
gocé en tal triunfo la palma.

DAVID:

Felice yo, que seré
tronco de la mejor rama.

DUDA:

Felice yo, que salí
de una vez de dudas tantas.

REBECA:

Y felice yo, que esposa
del Primer Isaac, me aguarda
serlo del Segundo.

LOS DOS NIÑOS:

En mí
seguras tus esperanzas
cumplidas las verás.

ELIAZER:

Yo
felice, que a dichas tantas
tercero fui.

SIMPLICIO:

Y yo felice,
si merezco a vuestras plantas
(pues es día que perdona
culpas) que perdone faltas.
A cuyo efecto diré
con todos en voces altas

MÚSICOS Y TODOS:

Cordero sacrificado
vio en primero Isaac el mundo;
y hoy en el Isaac Segundo
ve figura y figurado.
(Con esta repetición se cierran las apariencias y da fin el auto.)