— 60 — capilla tiene un altar, el altar un nicho, y el nicho encierra el santo despojo; las lámparas penden de columnas y de bóvedas marmóreas. Sigue un retiro, labrado en porcelana azul, por donde tornamos a la nave, acostumbrados a la sombra. Irradian nuevamente los altares; re- verberan las mayólicas; se animan los iconos. El sol se enciende sobre los tapices pintorescos y bajo los plafones coruscantes. Sólo hay de pálido el fulgor de las guirnaldas de huevos de avestruz y el de los cirios de marfil amarillento. Luego, en la fiesta de lámparas y de incensarios, y en las explosiones aladas de la lumbre riente, mezclan las arañas de cristal, cadenas de plata y cuerpos de oro.
Salimos. Un monje armenio responde a nues- tro saludo y nos desea buena fortuna, hisopán- donos con agua de rosas.
