— 56 — le pidió le perdonara ; él, abrazándole, lo ben- dijo, y el soldado compartió su martirio. Los discípulos recogieron el cuerpo y lo trasladaron a Compostela. A su vez, los españoles de Je- rusalén levantaron un templo en el lugar de la ejecución. El concilio del Cenáculo lo acordó a los armenios, pues eran católicos. Más tarde vino su herejía, el poder latino carecía de in- fluencia, y la iglesia siguió perteneciéndoles. Los padres franciscanos conservaron el derecho de celebrar misa en el aniversario del apóstol : a partir de 1870 los armenios se han opuesto, y el recuerdo de Jesús no alcanza a infundir la armonía en esta discusión, como en todas las .que agitan a la ciudad santa.
Una vez en la puerta nos introducen en una capilla. Tres grandes piedras adornan un altar. Son casi iguales en tamaño, conservan su as- pecto bruto, y las guarda una reja. En sus par- tes libres, los besos se estampan sin cesar, y aparecen labradas por labios como por aguas vivas. .
La primera piedra es del Jordán. Se la des- enterró del lecho del río, en el lugar del bautis- mo. Jesús, de pie sobre ella, pudo recibir las
