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lechuga se mezclaba a una preparación de vinagre, dátiles y almendras, cuyo color figuraba la arcilla faraónica con que había trabajado Israel esclavo. Entonces se servía el pan ázimo sin levadura, y el cordero; los hijos pedían al padre la explicación de la Pascua, y el festín terminaba con el canto de los salmos del gran Hallel.

Mientras cumplía celosamente su ministerio, sentíase el Señor embarazado por la presencia de Judas. Al fin se abrió a sus discípulos. Todos querían saber quién era el traidor, y gritaban : ¿Soy yo, Maestro? Pedro, cabeza de uno de los triclinios, lo preguntó a Juan, vecino de Jesús. El Maestro no se hizo de rogar : «Aquel es, a quien yo diere el pan mojado». Y mojando el pan lo pasó al Iscariote. En Oriente, el que preside una mesa tiene, aun hoy mismo, esa clase de atenciones. El hecho, pues, pasó desapercibido. Juan respetó la discreción de Jesús, y no lo delató temiendo la violencia de Pedro. El evangelista agrega que Satanás entró tras el bocado, en Judas. Y el Señor, le dijo : «Lo que haces, hazlo presto». A los discípulos no les chocó su alejamiento : en su carácter de tesorero del apostolado recibía quizá una orden.