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turo, y sustraerse de la muerte. El Emperador Vu-ti, entregado mas que otro á su impostura, recibió de sus manos el brevage de la inmortalidad, y no conoció que aun era mortal hasta los últimos instantes de su vida.

La supersticion de Lao-kium nació en el seno mismo de la China: y fueron á buscar bien lejos la de Foë. Segun una tradicion generalmente recibida, Confucio habia repetido con freqüencia, que el verdadero sabio se hallaba en el Occidente. Siempre es un consuelo para el orgullo humano el creér que la sabiduría se halla en alguna parte; pero si por sabiduría se entiende la perfeccion, ésta se negó á la tierra.

Mas de cinco siglos despues de la muerte del Filósofo, y á los sesenta y cinco años de nuestra era, el Emperador Ming-ti, movido vivamente de la idea del sabio occidental, le veía á su parecer durante el sueño, y creía que estos sueños eran visiones enviadas del mismo Cielo. Hizo partir á dos de sus principales mandarines con órden de no volver hasta haber hallado el sabio que Tien le habia hecho conocer.

La comision era embarazosa; pero ellos encontraron en un Canton de la India el ídolo de Foë, se hicieron instruír por sus Sacerdotes, y creyendo haber encontrado lo que buscaban, traxeron á su Señor el pretendido Dios, y su doctrina.

La supersticion de Foë era ya antigua en las Indias. Véase

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