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doos cien razones aceptables—y acompañaros en los espléndidos bosques de Nic-Naquia—lo que no he cumplido causa vuestra, pues no os habeis presentado en ellos para que yo os acompañe.


CAPÍTULO XXXIX
vuelta á sophopolis

Durante nuestro viaje, largo y penoso, y lleno de curiosas aventuras, se ha estableoido entre Seele y yo una confianza mucho mayor que la que puede existir entre dos seres de fuerzas desiguales. Solemos darnos el tratamiento de "amigo" pero por fórmula, por costumbre, pues la amistad en su valor absoluto, no puede existir, ó á lo ménos no puede ser duradera entre dos individuos cuyas fuerzas no están equilibradas: el rey jamás será amigo del artesano, ni el noble del plebeyo, ni el rico del pobre, ni el fuerte del débil, ni la mariposa de la golondrina, ni la paloma del milano, ni la liebre del galgo, ni el gato del perro, ni Nic-Nac de Seele. . . .

En una de esas largas conversaciones que hemos tenido en nuestro viaje aéreo, me ha comunicado Seele noticias tristísimas, noticias que han venido á aumentar la vaga melancolía que se ha apoderado de mí despues de aquella carta en que el Doctor