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recobrado todo el buen humor que me caracteriza, experimento las tentaciones mas extraordinarias de lanzar á Psique sobre el abdomen de un señor obeso que, con la boca abierta, como todos los de su partido, le observan, cometa inesperado, circunscribir anillos luminosos en las últimas rejiones á donde llega la fuerza de la vista humana.

Desde tan grande altura oigo las carcajadas animadoras de Seéle.


CAPÍTULO XXXVI
descenso y ascenso

No hay espectáculo mas bello para un espíritu contemplativo, que el que presenta un pueblo dominado por un ser que lo fascina en cada uno de los momentos de su evolucion; un ser que concentra en sí todas las manifestaciones intelectuales posibles de ese pueblo, y al cual descubre la parte mínima, insignificante casi, de lo que guarda en lo mas íntimo de su alma; un ser, en fin, digno de todas las aureolas, como la que en aquel momento envolvía, circundaba, á Psique.

La admiracion, esa bella hija de la ignorancia, se manifestaba con todos los atractivos de su esplendor, abriendo desmesuradamente las bocas de los unos, dilatando fuera de medida los ojos de los otros.