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ros que es tan Sophopolita como cualquiera de nosotros."

—"La aureola que le envuelve es terrestre," dijo el secretario, "puede tomar asiento entre los sábios teóricos."

—"Nó," repuse, "la aureola que me circunda es eminentemente Marcial. En aquella rejion encantada donde todos los aromas perfuman el ambiente, donde todas las gracias de la vegetacion animan el paisaje, se eleva una cadena majestuosa de montañas, en cuyo corazon metálico, habita el génio de aquellos lugares: Seele..."

—"Bien está," me interrumpió el presidente, "podeis ocupar la seccion que el secretario os ha indicado. Jamás ha sido confirmada una sentencia tan elocuentemente como lo habeis hecho vos mismo al dejarnos oir vuestras palabras. Tenemos que agradecer cordialmente al Sr. Níc-Nac el favor que nos dispensa, pero... no podemos evitarlo:—el Sr. Nic-Nac estará muy bien donde esté la teoría."

Tomé asiento junto al astrónomo.

Hubo un momento de silencio que mi vecino aprovechó para hacerme algunas preguntas como: "Cuáles son las opiniones de los habitantes de la Tierra sobre el planeta Marte? ¿Hace allí mucho calor? ¿Qué clase de telescopios usan? ¿Abundan mucho los zoólogos?" y otras por el estilo, á las que traté de responder con el mayor laconismo, empero.