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Sófocles

¡Tú mismo te has traído esta calamidad, ¡oh desgraciado! No debes este destino á ningún otro más poderoso que tú. Podías ser razonable, y has preferido una suerte peor á un bien mejor.

Antistrofa 1

¡Oh desdichado, desdichado y abrumado de males, aquí pereceré, pues, miserable y sin hombre alguno! ¡Ay de mí!

¡ay! No me sustentaré ya en adelante dirigiendo con mis fuertes manos las aladas flechas. Las palabras astutas y oscuras de un alma falsa me han engañado. ¡Que pueda yo ver al que ha tramado esas insidias agobiado por tantas miserias como yo y por tanto tiempo!

Esto es la voluntad de los Dioses, y esas insidias no han sido tramadas por mis manos. Vuelve sobre otros tus execraciones violentas y funestas, porque yo tengo el deseo de que no rechaces mi amistad.

Estrofa II

¡Ay de mí! ¡ay! Sentado ahora en la blanca orilla del mar, se ríe de mí, agitando en su mano el arco que me sustentó en mi miseria y que nadie había nunca llevado. ¡Oh arco querido, arrancado de mis manos amigas, indudablemente, si algún sentimiento te anima, miras con piedad al compañero de Heracles que no se servirá nunca ya de ti! ¡Eres presa de otro, de un hombre falaz, y ves sus indignos embustes y á ese enemigo detestable excitando con sus viles insidias mis innumerables males, ¡oh Zeus!

Es de hombres decir lo que es justo, y, habiéndolo dicho, no esparcir las palabras rencorosas con su lengua. Ha sido