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Filoctetes

estoy reconocido, yo á quien habéis dado socorro! Vamos, hijo. después de haber saludado á esta morada que no se puede habitar, para que sepas de qué manera he soportado la vida y cuán animoso he sido. Creo, en efecto, que nadie mas que yo hubiera podido solamente mirar lo que he sufrido, pero he aprendido de la necesidad á someterme á mis males con resignación.

¡Teneos! Escuchemos. Dos hombres vienen aquí; el uno es un marinero de la nave y el otro es extranjero. Cuando les hayáis escuchado, entraréis.

Hijo de Aquileo, he pedido á este hombre, tu compañero, que, con otros dos, guardaba la nave, que me indicase el lugar en que estabas, puesto que, contra lo que esperaba, te he encontrado, habiendo sido conducido por casualidad hacia esta tierra. Navegaba, en efecto, como mercader, con unos pocos compañeros, de Ilión hacia mi país, Pepáreto rica en viñedos, cuando he oído decir que todos estos marineros habían navegado contigo. Me ha parecido que debía no callarme, y no hacerme á la vela antes de venir á ti y ser recompensado por mi noticia; porque es posible que no sepas nada de los nuevos propósitos de los argivos acerca de ti; y no son solamente propósitos, sino actos que no tardarán á realizarse.

Tu solicitud, extranjero, si no tengo el corazón ingrato, hará que te esté siempre reconocido. Explícame, pues, lo que has dicho, para que sepa lo que ha llegado á tu noticia de los nuevos designios de los argivos contra mí.

El viejo Fénix y los hijos de Teseo se han embarcado para perseguirte.

¿Es por la fuerza ó por la persuasión como quieren reducirme?