Página:Tragedias de Sófocles - Leconte de Lisle (Tomo II).djvu/26

Esta página no ha sido corregida
22
Sófocles

tumbre, se han apresurado hacia sus moradas. Ahora, acudo á ti para que seas mi conductor y mi mensajero. Sálvame, ten compasión, pensando cuán llenas de terrores y peligros están todas las cosas, prósperas ó no, para los mortales. Es necesario que el que no es presa de los males piense en preverlos. ¡Si alguno vive dichoso, entonces que vigile cuidadosamente, para evitar perecer por su imprudencia!

Antistrofa

Ten piedad, ¡oh Rey! Ha referido las miserias sin número é intolerables de que está abrumado. ¡Que ninguno de los que me son queridos sufra otro tanto! Si aborreces, ¡oh Rey!

á los funestos Atreidas, ciertamente, yo tornaré en provecho de éste el ultraje que aquéllos te hicieron á ti y á él, y huyendo la venganza de los Dioses, le transportaré á su patria, como ardientemente desea, en la rápida y bien provista nave.

Mira si, ahora, no eres demasiado complaciente, y tienes cuidado de no hablar así cuando te halles bajo el enojo de su presencia y de su mal.

No, no. Jamás me reprocharás eso con justicia.

Sería vergonzoso que yo anduviera más lento que tú para venir en ayuda de este extranjero, como es ya tiempo.

Si, pues, te parece así, hagámonos á la mar. ¡Que venga al punto! La nave le conducirá, y no obtendrá una negativa.

Solamente, ¡que los Dioses nos lleven sanos y salvos desde esta tierra al lugar adonde dirigimos nuestro rumbo!

¡Oh día felicísimo! ¡Oh el más benigno de los hombres!

¡Oh remeros queridos! ¡Que pueda yo probaros cuánto os