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tiende de modo que, hasta esta hora, allí permanece é infunde en la abeja locura é inusitada fantasía. En todas las celestiales esferas, la hoja, y la flor de esta mágica planta, con desconsolado dolor se consume, dolor que apesadumbra, arrepintiéndose de antiguas y abandonadas locuras, con amargas congojas levanta su blanco seno desnudo en el aire embalsamado, cual la hermosura culpable, depurada por el castigo y siempre más bella. Nyctanthes, también, sagrada como la luz que teme perfumar, y por eso baña la noche con sus perfumes; y Clytia, vacilante, entre tantos soles, con caprichosas lágrimas que por sus pétalos corren; y aquella ambiciosa flor que en la tierra brotó, y espiró apenas empezada su existencia, su henchido y perfumado corazón reventándose con ávidos deseos de lanzar su espíritu, de los jardines de un rey, al cielo; y el loto valisnéreo, que allí voló abandonando sus luchas con las olas del Ródano; y tu deliciosísimo, purpúreo perfume, ¡oh Zante! ¡Isola d oro! ¡Fior di Levante! Y la netúmula, flor que eterna flota con el cupido indiano que arrastran las ondas del sagrado río. ¡Hermosas flores y hada bella! á cuyos desvelos encomendada está la grata labor de llevar en perfumes al cielo, el canto de la Diosa.