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Ricardo Palma

sara el virrey D. García, quien, para impulsar el laboreo de las minas, la señaló dos mil mitayos ó peones indígenas. No creemos que fuese tan fa.

ó bulosa como la de Potosí y otros asientos la riqueza de Castrovirreina; pues en los tiempos del marqués de Salinas se pensó en abandonar el trabajo porque—dice un historiador—aunque de ley razonable, los metales eran pocos y muy duros de labrar, necesitando de quema, con grave daño de los indios y dando las minas á pocos estados en agua.» Sin embargo, en los tiempos del virrey príncipe de Esquilache (1615 á 1621) la producción anual de Potosí era de cinco mil quilates de plata, la de Oruro de setecientos y la de Castrovirreina de doscientos; «bien entendido —añade el mismo historiador—que todas esas cifras reposan sobre datos y apreciaciones oficiales, que la extensión del contrabando dejaba á gran distancia de la verdad » Este dato nos hace presumir que en la época de su fundación debió ser verdaderamente alucinadora la riqueza de Castrovirreina.

Hoy las minas están casi abandonadas, la población ha disminuí.

Allstral. I El conde de Santisteban del Puerto décimooctavo virrey del Perú do muchísimo y la villa no es sombra de lo que fué. Veamos lo que produjo esta desolación, sujetándonos siempre al relato popular.

II

El Excmo. Sr. D. Diego de Benavides y de la Cueva, conde de Santisteban del Puerto, comendador de Monreal en el hábito de Santiago y que había sido virrey de Navarra, entró en Lima el 31 de julio de 1661. «Fué el conde—dice Peralta—de grandes virtudes, sobresaliendo en las de piedad, devoción y liberalidad, y adornado de alto ingenio, erudición y poesía, como lo justifica su libro titulado Las horas sucesivas, volumen de versos latinos que existe en la Biblioteca Nacional. » Toxo I 16